La señorita Marisú


En tercer año tuve Física. Así le decíamos aunque la docente aclarara que la materia se llamaba "Elementos de Fisicoquímica". Lo cierto es que fue pura cinemática y calorimetría pero de química nada. Supuse que la iba a pasar relativamente bien ya que me habían dicho que la papa de la materia era aplicar formulas matemáticas a problemas, actividad que nunca me había dado mayor inconvemiente. Pero hubo algo que hizo que no disfrutara nada con Física. Ese algo fue, obviamente, la docente.
Nunca la conocimos como Señorita Marisú. Salvo la primera de la lista que la había tenido de maestra de primer grado en un colegio confesional del centro de Lanús que manejaba un cura berreta e hijo de puta. Para el resto era novedad esta señora que, como muchas de mis profesoras, era más joven que lo que su aspecto indicaba. Por unos meses la creímos embarazada pero no fue así. Era de las pocas que se acercaba hasta el fondo del aula mientras daba clase. La recuerdo apoyada contra la pared donde estaban los percheros, mirándole el vientre y especulando con que si me la llevaba a diciembre tal vez ella iba a estar de licencia. Soberbia, irónica, gozadora, nos miraba con desprecio, llamándonos con diminutivos. En sus clases no volaba una mosca y si detectaba quien la había hecho volar ahí venían las reprimendas para Eduardito, Marianito, Marcelita, etc. No le hice frente como a tantos otros y aun hoy sé que lo hice porque con ella la pelea hubiese sido hasta el final. Me banqué sus gozadas y sus, por entonces, escasos recursos pedagógicos. Arranqué con un 5 de promedio, levanté con un 8 en el segundo pero el tercero me calificó con un 2,50 que aun luce rojo en mi boletín. Me la llevé junto con otros 15. La mesa de diciembre fue una masacre a la que solo sobrevivimos dos: el cafiu y yo. Recuerdo que arrancó poniéndome en el pizarrón un problema de sumatoria de fuerzas y otro de conversion de grados centígrados a farenheit y la sorprendí resolviendo todo rápido y bien. La turra me tomó un ejercicio de poleas combinadas que durante la cursada no lo habíamos visto. Pero pude sobreponerme solo en base al uso de la razón. No olvidaré nunca su cara de disgusto. Había pasado el mediodía, me había tomado tanto como al resto y no le quedaba otra que aprobarme. No cometí errores en el exámen pero aun así me puso un mísero 4.
Hace poco la nombramos en una reunión de ex compañeros de división. Algunos ni la recordaban y hasta otros se sonrieron al recordar que su marido se apellidaba igual que María Elena y Dardo, los vecinos de los Argento en Casados con Hijos. Tiene un feibu de ella y otro donde la recuerdan. Ahí la califican de pesadilla y se leen cosas sobre gente que hoy odia a las matemáticas gracias a ella, uno que la aprobó después de la colimba pidiendo cambio de docente, y alguna que otra palabrita respetuosa. Tengo entendido que hoy es la directora de un colegio de Lomas que supo ser tan prestigioso como el mio y que se prepara para festejar su centenario. La señorita firma como "licenciada" y ha tenido algún que otro dolor de cabeza como le pasa a muchos directores. Tal vez con el tiempo haya aprendido a enseñar. Con asombro vi que actualmente da clases de Didáctica de la Matemática en un profesorado de educación inicial. Les enseñará a las jardineras a llamar a los chicos con el nombre en diminutivo?

Morbo


Cierto día durante cuarto año me quedé junto a varios en el aula durante el recreo. Recuerdo estar sentado con mi amigo rodeados nuestros bancos de compañeros. No sé si era algo relacionado con la agenda roja donde se contabilizaba la plata para Bariloche o si nos peleábamos por quien iba a las prendas de Feliz Domingo. Muy compenetrados estábamos hasta que entró alguien al aula contando a los gritos que en ese mismo instante había unas interesantess fotos en el baño de varones. Saltamos del banco y corrimos por todo el patio de la planta baja. Ni llegamos a entrar al baño que vimos salir a la mayoría de los varones de 5to 2da y de 4to 3ra que huían de los escandalosos gritos de la siniestra jefa de preceptores. Recuerdo que gritaba ella como solía hacerlo cuando estaba muy caliente. Cuando era obvio que ahí estaba poniendo una energía que restaba de algún otro lugar más placentero. Pero qué era eso tan malo y censurable que esta señora había visto? Contarlo hoy da risa. Apenas unas fotos en "traje de baño" de las chicas del momento (Adriana Brodsky y Noemí Alan, creo) y un cartelito que decía algo así como "se solicitan señoritas....".
Lo gravísimo de este hecho parece que ameritaba la intervención de las autoridades y no solo se trataría de una reprimenda. Había SEXO de por medio (o no?) y para dos de las mujeres que conducían el colegio esto era algo...... morboso!. Para ellas no podía ser de otro modo. Sus sentimientos religiosos eran muy fuertes y si bien se trataba de un colegio estatal ellas anteponían sus convicciones ante todo.
Cuando investigaron cómo tamaña inmoralidad llegó a ser perpetrada advirtieron que un cajón de madera en el patio estaba lleno de papeles de diario que habíamos juntado para ayudar a la Escuela 258 de Campo Ramón, Misiones. Entre tanto papel había algunos ejemplares de una revista que un compeñero dice que era la "Esto" aunque yo creo que era otra.
Una ex monja que era vicerrectora del colegio nos dio un sermón en el aula. Había sido profesora de Formación Moral y Cívica de mis compañeros en primer año pero para mi su discurso era extraño. Aun cuando el pecado se había cometido en el baño de varones el sermón tuvo que ser escuchado por todo el curso. Lo que más nos quedó fijado a todos fue la palabra "morbo". La señorita con nombre de flor (pero cuya "flor" permanecía intacta) mostró fuerte la hilacha de su ignorancia asociando sexo con enfermedad. Porque en definitiva morboso quiere decir enfermo. Repetía una y otra vez "morboso" y muchos bajaban la vista y hacían esfuerzo para contener la risa. Durante semanas la nueva palabrita se puso de moda en la división.
El ejemplar castigo constó de una pila de amonestaciones para todos los varones. Sí, para todos. Los que no habíamos ni llegado a entrar al baño también. Seguramente pensaban (y ahí no se equivocaban) que el solo imaginar una foto de la bebota causaba tanto "daño" como tenerla ante los ojos. Y sí. La fantasía todo lo puede señorita.

Música del alma



Durante segundo, tercer y cuarto año, buscado o no, me senté a no más de un banco de diferencia de dos compañeros. El Cafiu fue uno de ellos.
Poseedor de uno de los nombres más representativos de mi generación tiene un apodo que es lo que quedó tras sucesivas deformaciones de "fuhrer" que, según me contaron, en 7mo A de la primaria 18 cada uno lo pronunciaba como le parecía. De hecho en segundo año yo llegué a escuchar a alguno que otro referise a Marcelo como Cafiuler.
En aquel segundo año muchos varones seguíamos teniendo algo de "nenes". El Cafiu no. Ya era un adolescente fumador, rebelde y con barba. Inteligente, pensante, gran jugador de TEG.
Tras mi primer recreo en el colegio supe que èl sería uno de mis interlocutores en más de un tópico. Y así fue. A poco de comenzadas las clases hubo que hacer algo en equipo y conocí su casa junto con la de Lancha, su inseparable compañero de los primeros años con quien ya venían juntos de la primaria. Grande fue mi sorpresa cuando al entrar a su living vi algo que también había en el mio: un piano! Es que a él es inevitable asociarlo con la música. Conocía toda la discografía rockera editada hasta aquellos momentos. Recuerdo todavía cuando vino él a mi casa por primera vez cómo miró con detalle la batea de discos. Hacía comentarios, daba datos. Es que con el tema supo hacer docencia. A más de uno le explicaba quienes eran los hombres de hierro de los que hablaba León Gieco, o que se escondía detrás de la letra de Canción de Alicia en el País. Sensible, intelectual, fue uno de los pocos a los que en tercero les regalé el libro que mi papá publicó ese año. Aun lo conserva autografiado.
Fue testigo directo del memorable cachetazo que me propinó el pequeño profesor de Castellano. Allí donde relaté ese episodio me dejó un grato comentario recordándome que él también ha leido a Lorca más allá del Romance de la luna luna que puede, también, recitar de memoria.
Era de los pocos compañeros que no elegía handball en Educación Física.
En segundo lo tuve a la izquierda, en tercero adelante y en cuarto año se sentaba atrás mio. Ese año formó parte fundamental del copamiento del periódico por parte de mi división. Aunque él ya venía publicando notas sobre Música Nacional año tras año. Como además de tener piano en casa los dos también teníamos máquina de escribir los originales también fueron tipeados por él en más de una oportunidad. En mi hoja de dedicatorias de fin de año de 1983 me escribió:

Tenés quince amonestaciones por plomo. Por tu culpa me cagó a pedos Marta. Tu cabeza me tapó el pizarrón todo el año. En sintesis, no te banco más. Me tenés re podrido. Felices vacaciones. Hasta al año que viene. Que en paz descanses (en las vacaciones).
PD: El próximo año seguí en el periódico o ese simulacro de bosquejo oficialoide.
PD2: Devolveme a David, chorro!




Cuando hace poco le leí esas palabras por teléfono me dijo: "pero Marian, yo te quiero" como esas veces en las que nos reconocemos diferentes al adolescente que fuimos. Lo cierto es que como dice la segunda post data yo tenía la costumbre de, en los intercambios, quedarme con sus discos. Uno de ellos se le devolví hace apenas unos meses. Lo conservé por años sabiendo que no era mio pero sin saber de quién era. Todos ese tiempo él supo que yo lo tenía.
Lo extrañé mucho al inicio de quinto año. Junto conmigo fue de los que sacó un número en el sorteo del Servicio Militar de esos que eran siónimos de Marina, pero su "bella vista" le fue útil a la hora de quedar exceptuado.
Reencontrarme con él fue por demás grato. De todos modos tampoco anduvimos totalmente perdidos estos años. La política, algunas reuniones y la muerte de Silvana nos volvieron a cruzar. Recuerda tantos o más datos de los que recuerdo yo sobre nuestra historia del secundario y sé que él podrá terminar de contarla si yo no lo hago. Sus aportes me ayudaron en más de una oportunidad y un dia del año pasado me senté junto a él lapicera en mano y lo hice de hablar de aquello que yo no recordaba. Empezaron a surgir montones de recuerdos y me dieron tremendas ganas de volver a todos.
El Cafiu es único. Un compañero bueno y necesario. De esos que es maravilloso tener en un grupo. Y yo tuve la suerte de ser su compañero.

La mejor


Desde que empecé con este blog supe que me iba a costar escribir sobre Silvana. En otros casos las palabras fluyen facilmente pero en el caso de ella no. Me dentengo y pienso en que todo lo que tenga para decir me va a resultar poco. Aun cuando tengo mucho para contar, la fluidez le deja paso a la duda, a la hoja en blanco y también al dolor. Hoy, que Silvana cumpliría los años que todos los "ex cuarto segunda" estamos cumpliendo, por fin me animo.
A primera vista Silvana y yo éramos muy distintos. Ella era una chica, como suele decirse, callada. Al punto que fue, creo, la última persona del curso a la que le conocí la voz. Durante mis primeros meses en la división casi ni hablaba con ella. Por eso durante un tiempo pensé que sus excelentes notas se debían a lo traga que era. Pero no era así. Silvana era inteligente y aprendía todo con facilidad. La misma facilidad que tenía para después trasmitirlo o explicárselo a otros.
Sus papás vivían separados lo que para nuestra generación era, todavía, casi una excentricidad. Vivía con su mamá y sus hermanos en una casa ubicada en la misma calle del colegio pero a más de diez cuadras. El estar lejos de la Plaza Villa Obrera hacía que la viera poco y nada durante los veranos.
Jamás se llevó una materia y dudo que en los cinco años de secundaria haya tenido alguna nota inferior a 7 ya sea en un trimestre o en alguna nota parcial. Tampoco la recuerdo peleando con alguien o en medio de conflicto alguno. Era muy buena y además se llevaba bien con las buenas.
Mis dos primeros años en la división nos sentábamos lejos pero en cuarto año la tuve ahí nomás, pasillo de por medio. Cercanía que lentamente se iba trasladando a nuestra relación. De a poco íbamos cambiando una mera relación de compañeros por una incipiente amistad. Recuerdo de ese año una graciosa situación en que tratando de ayudar a Ana en una prueba con Lamalia, inclinada discretamente hacia atràs y tapándose la boca, le mascullaba "más largo, más largo" y Ana (que ya se la llevaba a Julio del otro año) se reía porque no la entendía y luego agregaba otro Carbono y otro más a una interminable cadena. Por esa època empezábamos a prepararnos para Feliz Domingo. Obsesivos los dos armábamos unas listas de temas para el Repechaje donde tratábamos que cada palabra enganchara con la siguiente y usando el mínimo de sílabas posibles. Me acuerdo aun de Bacojunoceresreageamomotemisletocore, palabrón que contiene nueve Dioses de Grecia y Roma o Islaplayagolfocabopuntarioría para decir siete accidentes geográficos en dos segundos. Practicamos y ella era claramente superior a mi. Siempre fue nuestra garantía de llegar a la final en caso de no ganar ninguna prenda.
La separación de nuestro curso en quinto año hizo que, al menos los que quedamos en 5to 2da, nos replegáramos bastante sobre nuestro grupo lo que fortaleció mi lazo también con ella.
Al igual que con Flavio, Marisa y Claudia mis recuerdos con Silvana tienen más que ver con lo que vino después del 84. Al año siguiente de terminar las clases uno de los primeros lugares a donde me gustaba ir cada vez que mi viejo me prestaba el auto era a su casa. Mientras estuve en Puerto Belgrano en mi breve servicio militar me mandó una carta que aun guardo. En ella me contaba sobre una reunión que la división iba a hacer en la casa de Viviana. "No puedo imaginarme lo que va a ser sin vos", me escribía para hacerme emocionar. Me decía que su hermano había hecho la colimba en Santa Cruz para que no me sintiera tan mal. Me contaba que se había encontrado en La Casona con Eduardo, los Gustavos, Lancha y Patricia y hasta me hacía encontrarle la parte positiva a ser el único de mi división que tenía que soportar el servicio militar:

"Tratá de tomarte todo de la mejor manera posible, esta es una nueva experiencia y pensá que si bien todos se la salvaron no van a vivir esta experiencia. Estoy segura de que te va a gustar contarnos todo lo que hacen y va a ser lindo"

Por aquellas épocas hacía el CBC de la UBA para la licenciatura en Matemáticas, dificil carrera para la que le sobraba capacidad pero para una chica trabajadora de Lanús los horarios para burgueses de una facultad ubicada en Nuñez se hacían difíciles. Ese mismo año empezamos, junto con Flavio, a militar en el PI. Ahí nos fuimos acercando ya mucho más. La empecé a escuchar más y a conocerla en otros aspectos. Ya no solo su inteligencia sino su sensibilidad, sus convicciones, sus sentimientos más personales, su carácter. Recuerdo un viaje en tren a San Nicolás, cuando fuimos a una convención partidaria. Ya para esa época éramos muy amigos. Compartíamos no solo la militancia sino el uso del tiempo libre, las vacaciones, nuestros secretos y hasta un trabajo ya que fuimos empleados del mismo estudio contable con diferencia de semanas. En 1987 la interna del PI era tan fuerte que la Junta Electoral del partido precisó contratar un empleado. El puesto nos fue ofrecido a los de nuestro comité y así fue como Silvana, de repente, se hizo conocida entre todos los dirigentes del PI de la provincia.
Fue más de una vez conmigo a Villa Gessell. Tengo las fotos de uno de esos campamentos en el que vacacionamos con Flavio, Ana, Claudia y un montón de amigos en comùn. En una vieja agenda de esa época tengo el registro de montones de juegos de naipes. Nuestro juego favorito era el Jodete del que con nuestros compañeros de comité habremos jugado cientos de partidas. Otra de nuestras pasiones de la época era jugar al 10000 con los dados. Pasábamos horas así, divirtièndonos con dos mangos, tomando pavas de mate y fumando como escuerzos. Ya sobre fines de los 80 se mudó a otra casa en la que me quedé a dormir montones de veces. Tantas como ella se quedó en la mia. Yo era siempre bienvenido en su casa de la calle Alvear. Jugábamos con sus hermanos menores a las cartas, los dados, la Carrera de Mente o al Tutti Fruti. Mis viejos la adoraban. Silvana por esa época estudiaba en Económicas de la UNLZ.
Para las elecciones del 89 no votamos al mismo presidente. Mientras yo fui "orgánico" y voté por el plataforma nacional y popular del Frejupo, Silvana fue más astuta y advirtió la trampa antes que yo. Votó por el Frepu o Izquierda Unida (no sé cómo se llamaban ahí) y aun recuerdo sus sabias palabras. "Si votás a Menem te vas a arrepentir".
Estuvo en el mega fiestón que hice cuando me recibí con el que sería años más tarde el padre de su hijo. Recuerdo cuando vino a mi casa a contarme que iba a ser mamá. Estaba enamorada de un tipo que no supo estar a la altura de las circunstancias. Criar a su hijo sola fue algo más de todo lo que en su vida hizo a fuerza de sacrificio. El mismo sacrificio que la llevó a ser escolta de bandera en un colegio de 1800 alumnos. Junto con Carlos y Marisa fueron los compañeros de secundaria que estuvieron en mi cumpleaños de 30 cuando yo era cheto y vivía por Palermo. Rindió satisfactoriamente un examen y entró en la vieja DGI donde trabajó como "sabueso" un buen tiempo. Se compró su auto y su casa cuando muchos de los que la teníamos servida estábamos lejos de poder hacer al menos una de esas cosas. Era temerosa cuando se largó a la calle con su Renault 4 pero para la época del Volkswagen ya se animaba a ir sola con su hijo manejando hasta Mar del Plata.
Ostentamos durante años el mote de "mejor amigo" del otro y atesoramos algunos secretos con exclusividad.
Una mañana del 2001 nos encontramos en el tren yendo a Constitución. A pesar de trabajar a tres cuadras el uno del otro en diferentes organismos del Estado Nacional nos veíamos menos. Nos dió una gran alegría vernos. Recuerdo que comentamos la decepeción que teníamos ambos por el gobierno del moderado señor del helicóptero del que tampoco habíamos esperado mucho. Fue esa nuestra última charla. A fin de ese año, justo para la época de los presidentes efímeros (que todavía tienen cara para hablar en público) Silvana sintió un fortísimo dolor de cabeza y decidió irse a una clínica. No pudo ni arrancar el auto y se desvaneció. Su hermano menor la llevó desesperado. Nada pudieron hacer los médicos. Su ACV fue letal. Recuerdo su velatorio y la cara de Iván, su hijo de apenas ocho años que quedó a cargo de su abuela materna la cual hoy lo cría en la casa que Silvana compró.
Tras el reencuentro de mi división Claudia dijo en un mail que ese encuentro le iba a resignificar la ausencia de Silvana. Y obvio que fue así. Está en el recuerdo de cada uno. A veces vuelve a ser mi interlocutora. Me imagino contándole mis cosas de hoy en día, mis secretos. Pienso como sería hablar de todo lo que hace diez años no existía. Apuesto a que pensaríamos igual sobre un montón de cosas. La mejor alumna, mi mejor amiga, se nos fue hace rato.

La primera de la lista


Relacionarme con Adriana siempre me fue tarea dificil. Y esto iba más allá de la dificultad que muchos en mi división tenían. Porque, convengamos, yo no era el único que demostraba no estar capacitado para compartir con ella de otro modo. Tal vez era porque ella y yo éramos la más baja y el más alto del curso. Algunos adolescentes pueden ser muy crueles y yo a veces parecía proponérmelo con ella. Mis compañeros (no todos, claro) no se quedaban tan atrás. Se sentaba siempre en algunos de los primeros bancos por lo que una diversión grupal consistía en empujarla con banco y todo a través de una cadena en la que cada quien desplazaba el banco de adelante con los pies separándolo. Esto provocaba que quien estaba adelante, para el caso ella, quedara a centímetros del pizarrón. Solo en cuarto año me senté en su misma fila. La pesada bromita se repetía año tras año.
Su voz aguda y chillona era imitada por varios. Uno de ellos era mi amigo quien, además de ser el segundo de la lista, es su primo segundo. Entre él y yo se la hicimos dificil alguna vez. Adriana podría habernos acusado ante la preceptora o mejor aun ante la jefa de preceptores con quien nos profesábamos manifiestamente el mutuo odio. O por qué no directamente ante La Negra? Jamas lo hizo. Adriana tuvo en sus manos la llave para provocarnos una lluvia de amonestaciones a mi y a su primito. Pero como si por dentro dijera "perdónalos señor, no saben lo que hacen" nos la dejó pasar una y otra vez.
Creo que era la única de mis compañeros que había hecho la primaria en un colegio privado. Un confesional del centro lanusense donde tuvo de maestra en primer grado a quien fuera nuestra profesora de Física de tercer año.
Venía a la escuela en el auto de su papá. Un Renault conocido por todos como "el almentomovil". Su mamá, Alicia, una correcta señora que viajó a Bariloche con el curso y ya antes de firmar el contrato nos dejó claro a todos que no nos iba a molestar. Todos le agradecimos por eso. Y a nuestros padres les dijo que a quien iba a cuidar era a su hija. En Bariloche Alicia se portó de maravillas y se bancó estoica lo que significa compartir ese espacio con una division de secundario. El día que me rompí la ceja se encargó de verificar que yo estuviera bien y tras ver que quedaba en manos responsables fue con dos más a devolver la "ropa de nieve" de todos.
Dicen las malas lenguas que en primer año le recordó a un profesor que se había olvidado de tomar prueba. No puedo dar fe porque yo en primero no estaba.
Recién al volver de Bariloche logré con ella una mejor relación. Hace poco me recordó una anécdota que yo había olvidado. Uno de los últimos dias de quinto no recuerdo bien por què unos cuantos fuimos a la casa de María Teresa a la salida. Eran como diez cuadras, mediodía de diciembre, hacía mucho calor, el sol pegaba fuerte. Teresa, Adriana y yo caminábamos. En un momento la cargué a babuchas sobre mi espalda. No recuerdo bien por cuántas cuadras. Llegamos y Teresa me dio mucha agua. Hoy día Adriana recuerda agradecida mi cara colorada y transpirada.
Su buena costumbre de asistir regularmente a los encuentros de la division hace que la haya vuelto a ver varias veces ya. Fue por una casualidad compañera de trabajo de Marisa y más tarde entró a trabajar a una conocida empresa en su sede central cerquita de mi trabajo. Me la crucé un par de veces en la vertiginosa esquina de Perón y Diagonal Norte y es de esos pocos a los que se les puede decir "estás igual".

Feliz Domingo


El año en que terminé la primaria una división de mi colegio se ganó el viaje a Bariloche en Feliz Domingo. La prima de Patricia era de ese curso. Cuando estábamos en tercero la división de la hermana de Marisa también ganó el viaje. Obviamente para mi curso no era tan descabellado fantasear con que nos pasara lo mismo.
Al comienzo de cuarto año la fantasía empezó a tomar forma de listas en las que se distribuian arbitrariamente supuestos participantes para las prendas. Esa hoja (que se guardaba en mi carpeta) sufría modificaciones constantes ya que, aun cuando faltaba mucho, todos opinaban. A esa altura ya conocíamos la forma en que se repartían las prendas así que sabíamos que lo mejor era estar bien preparados para casi todas. Y así se escuchaba que lo mejor para Forme la Palabra era un equipo totalmente integrado por varones, que uno de los Gustavos debía ir al Yo Sé y el otro a la prenda de baile, que alguien se iba a tener que aprender un planisferio de memoria por si nos tocaba Donde Ubico este País?, etc. Lo cierto es que justamente en 1983 el programa sufrió una modificación que marcó el inicio de su transformación (y a mi juicio el de su decadencia). Así que cada vez importaba menos tener a dos o tres "bochos" en la división sino demostrar destreza o simplemente tener suerte. La gran final de preguntas y respuestas por el viaje a Bariloche comenzó a ser reemplazada por "la emoción mayor de la television argentina". El primer año y pico la final fue un híbrido: una pregunta de "cultura general" y los que la pasaban iban a "la llave". Bajo ese sistema fue que mi división participó.
Despuès de ir innumerables veces con Eduardo al edificio del Pasaje Gelly conseguimos fecha para participar por fin en Domingos Para la Juventud (tal el nombre del programa en esa época). Fue el 29 de enero del 84, cuando pasábamos a quinto año. Mi familia había decidido vacacionar hasta el 31 pero yo no pensaba por nada perderme de ir así que me fui a la playa con mis listas de temas del Embalaje Medio. Tras un minucioso trabajo previo con Silvana nos habíamos repartido esa prenda y el Repechaje en el que ella era imbatible. Nunca precisamos de su participacion ya que siempre ganamos alguna prenda antes del final del programa pero doy fe que podía nombrar más de 40 dioses de Grecia y de Roma en solo 10 segundos. Un dia antes de ese 29 me tomé el micro y me vine temprano. Había quedado con mis compañeros en que hacíamos el gran ensayo final de todo en mi casa, la cual como tantas otras veces mi división tomó por asalto.
El gran dia me quedé dormido y como pensé que mis compañeros no me iban a esperar en la parada del 37 de la estación Lanús me lo tomé directamente en mi clásica parada de Pavón y Moreno pensando encontrarlos arriba del colectivo o directamente al llegar. La ansiedad me jugó una mala pasada porque mis queridos compañeros no iban a ir a Feliz Domingo sin mi y entonces me vinieron a buscar a mi casa. Yo ya me había ido. Las luces estaban prendidas porque se había cortado la luz durante la noche. Se asustaron, tocaron cientos de veces el timbre. Algunas cosas eran divertidas cuando no existían los celulares.
Mientras yo en el canal les explicaba a los productores lo que me pasaba y su solución era que yo eligiera una prenda unipersonal. Pensé que como sea mis compañeros iban a llegar entonces dije que no y elegí Forme la Palabra. Como se anotaron varios perdí el sorteo y me tocó Capitales, Paises y Banderas. Una prenda dificil, no apta para cualquiera. El tiempo pasaba y cuando ya casi nos estaban llamando para ingresar al estudio aparecen todos a las apuradas y con unas razonables ganas de decirme de todo. Pero como no había tiempo para mucho más le dijimos a Albertico que agarrara su machete y empezara a repasar porque el primer excuartosegunda que iba a participar era él.
Llegado el gran momento, compitiendo contra casi diez colegios, Albertico logró salir segundo aun cuando le tocó no sé qué dificil país asiático. Perdió por menos de un segundo. No hubo caso y yo debía ir al Embalaje con el que tanto había roto las guindas.
Lo cierto es que me sabía muchos temas, casi todos. Aunque había dejado para el final las Calles de Buenos Aires cuyos nombres comienzan con... y solo había logrado aprenderme las que empezaban con A, B o C. Del resto nada. Y para peor por esas épocas de la capital conocía poco y nada. Muchísimo menos de lo que conozco hoy día. Me toca el número 11. Una chica que ya habia estado me dice: "tranquilo porque el primer tema ni lo llegás a contestar, seguro se equivoca otro antes que vos." Bueno, que aliciente! Yo solo esperaba algun tema como para lucirme. De repente estamos en el aire. Dice la voz de Soldan "Calles de Buenos Aires cuyos nombres comiencen con M" Uh! Automaticamente mi memoria visual me llevó a la correspondiente columna en mi cuadernito Gloria color naranja. Pero solo lograba recordar tres nombres que, mirà que casualidad, me remitían a mis vacaciones en el mar: Miramar, Mar del Plata, Mar Dulce. Nada más. La chica había dicho que me despreocupara pero el resto contestaba: Montevideo, Miralla, Montiel, Miramar (uh, dijeron uno de los tres que sé), Membrillar, Mendoza, Mar del Plata (dicen justo al lado mio), Mar Dulce (dije y zafé). Lo cierto es que la ronda siguió, y todos contestaron y el participante número 1 volvió a contestar y así seguían todos y se me acercaban y yo no me acordaba de nada. La chica que tenía el número 10 dice claramente "Márgara" y yo no digo nada y me suena la campanita. Antes de que me mueva Soldán me pide que no me vaya y le pregunta a la chica què había dicho. La chica, convencida de que había mandado fruta, se hace la boluda. Gonzalito, la cinta! Pero resulta que Gonzalito se había colgado y no había grabado. Bueno, vamos con un nuevo tema. Pero el malo de la película del jurado (el "benemérito" profesor Candial) toma el micrófono y dice que dado lo que había pasado yo debía retirarme porque no había dado respuesta. Eeeh! Que injusticia! Revuelo en el estudio, mi cara en pantalla en medio de gritos que venían de todos los rincones. Pero no hubo caso, me tuve que ir.
Ser el primero en perder el Embalaje Medio tenìa el beneficio de tener todas las prendas a mi disposicion. La orden de mis compañeros había sido clara. De esto salíamos apelando a la unión grupal. Sumando en Equipo era parecida a la prenda en la que no habíamos podido participar. La diferencia era que en este caso no habia que formar palabras de seis letras sino números de cinco cifras que un sexto participante iba sumando en un pizarrón. Eduardo, Lancha, los dos Gustavos, Flavio y yo fuimos el equipo. La clave ahì era no solo contar con alguien que supiera sumar sin equivocarse (nada dificil de hallar en mi división) sino en que los que corrían no se tenían que chocar entre si a fin de optimizar el tiempo. En general se veía a los que participaban atropellarse unos a otros, queriendo llegar todos a la vez al canasto donde se tiraban los carteles o la mesa donde se los buscaba. Entonces ideamos un sistema rápido y eficaz: el primero en llegar a la mesa agarra el último cartel y sale rápido por su derecha sin entorpecer al que viene atrás. Y así sucesivamente. Lo habíamos practicado en el patio de Gustavo, en el fondo de la casa de Liliana, en mi terraza y cuando llegó el momento salió a la perfección. Por afano les ganamos a los otros tres colegios y todo concluyò con la típica escena tantas veces vista donde una mitad de la division se tira arriba de la otra mitad, todos se abrazan exaltados y etc.
Fui a la final. Me saquè el gusto. Lo loco es que no recuerdo cuál fue la famosa pregunta "de cultura general" que nos dejó afuera esa vez. Mucha fue la bronca. Pensaba que con el viejo sistema, contestando preguntas sobre temas de la currícula, no hubiera tenido problema dados mis ayudantes.
Nos regalaron un par de botas y un reloj de pulsera que creo que era mentira. Además todo eso había que ir a buscarlo personalmente a un lugar por zona norte, creo. Ese día, como volvería a suceder, se terminaba ganando el viaje a Bariloche el que sacaba la última llave.
Pronto iba a haber nueva chance, pero antes de eso mi división sufriría un nuevo embate, más crudo que el anterior.

Langa


Al menor de los Gustavos, como al mayor, nadie jamás los llamó así. Es solo una licencia que me tomo en este blog donde evito llamar a la gente por nombre y apellido. Pero es que a los Gustavos se los nombraba por el nombre y apellido o, en otras ocasiones, por sus respectivos apodos. Llamarlo el cabezón me costó siempre ya que en mi tierna infancia supe tener ese apodo y detestaba que asì fuera. Tambièn se lo nombraba con la combinación apodo y apellido, que en su caso suena más simpático.
Sin duda era el galán de la división. Y no solo por la pinta (que aun hoy conserva) sino por la actitud. Amigable, espontaneo y por lo tanto entrador. Un compañero ideal para salir de jarana. En cuarto año recorrer con él los cursos de la planta alta para pedir material para el periódico escolar era todo un éxito. Las chichis de primero y segundo morían al verlo.
Al iniciar tercer año casi cae víctima de la amputación y termina en 3ro 3ra, cosa que finalmente logró evitar. Este detalle yo lo había olvidado y alguien me lo recordó hace muy poco.
Siempre afecto a compartir solía llevar compañeros de división a la quinta de su familia en Longchamps. Se sentaba atrás mio en cuarto. Por aquellas épocas los varones teníamos Educación Física muy temprano en la tarde un dia de los que había séptima hora. A mi se me complicaba ir hasta mi casa y tener tiempo de cambiarme y comer. El me solucionó el problema llevándome a almorzar a su casa una vez a la semana, como también lo llevaba a Flavio. Sus madres eran amigas. Recuerdo esa casa, su pasillo, el garage, el baño que tenía dos puertas. Todo era muy rápido. Llegábamos, nos poníamos la ropa de gimnasia, almorzábamos y la madre de Flavio nos llevaba a los tres hasta la escuela en el Falcon.
Buen alumno, formaba parte del grupo de los que aprobaban todas las materias. No sé cuántas veces o si tan solo una vez le pasó de llevarse alguna.
Hacía una cosa que para mi era algo excéntrica en aquel entonces y que hoy en día nos hubiera acercado muchísimo: practicaba tenis.
Ostenta el record de ser el compañero que mayor cantidad de prendas ganó en Feliz Domingo. Estuvo en el Sumando en Equipo ganador de la primera vez, ganó la prenda de baile con Viviana la tercera vez y supo trasladar con facilidad (previo ensayo) sus habilidades con la raqueta a empuñar una sartén para ganar junto al otro Gustavo la prenda de tenis en la última visita.
Su papá laburaba para Bagley, o algó así. Para el viaje de egresados nos regaló cajas llenas de alfajores (del blanco y del negro) y otras con chocolates. Muchos, muchísimos. Y venía de darnos flor de colaboracion al escribir las "relaciones" para la chacarera que Gustavo bailó en la tele.
Me perdí de cursar quinto junto a él pero aun así el último fue nuestro año de mayor acercamiento y formó parte del grupo de compañeros con el que nos fuimos animando a conocer otros aires y traspasar las fronteras de nuestro Lanús querido para las épocas en que empezabamos a ser ex alumnos de secundario.
Al poco tiempo su papá falleció joven como para irse. Recuerdo ese momento como uno de los últimos en que mi contacto con Gustavo seguía siendo frecuente. Años sin vernos hasta hace poco. Cuando me vió, me sonrió y me abrazó diciendo "que lindo pibe". Ja! Y que lo digás vos, cabezón!

Que noche la de Bariloche


Al contratar el viaje a Bariloche con nuestros compañeros negociamos con el promotor algo atípico. Conseguimos entradas gratis para ir a bailar las seis noches. Esto hizo que las noches tuvieran siempre la posibilidad de cierta cosa vertiginosa que un boliche suele aportar.
La primera de las noches fuimos a un boliche clásico barilochense. Un embole. Aburrido. Le intentamos poner voluntad pero no hubo caso. La mayoría tomó la consumición y se fue.
La segunda noche nuestros compañeros de micro del colegio montegrandense también venían a bailar. Así que muchos hicimos previa en su hotel (el "Tito") y de ahì arrancamos a Feet Up, un boliche que no me queda claro si aun existe. Eso sí que se llamó ir a bailar en serio. Un montón de gente, todos bailando juntos, coreando el nombre del colegio en el medio de Hay que salir del agujero interior, bebiendo moderada y responsablemente. Era verdad que ir a Bariloche estaba buenísimo y entre la tarde en el Cerro Otto y la noche en el boliche lo estábamos comprobando.
La tercer noche hubo un par que desistieron. El día en el Catedral planchó a algunos y además volvíamos al aburrido boliche de la primera noche. Pero en esta segunda oportunidad la cosa estuvo mejor. Muchos se quedaron hasta tarde incluidos Carlos, Eduardo y los Gustavos que la remataron haciendo after hour en el hotel donde estaban los de 5to 1ra.
La cuarta noche, noche de miércoles, es recordada por mis compañeros de dos maneras distintas. La "noche del pedo" o bien la "noche del quilombo". Fuimos a bailar a un boliche que se había inaugurado hacía apenas un año. Las pocas referencias que teníamos era que el lugar estaba bárbaro. Lo cierto es que esa noche hubimos unos cuantos que le entramos duro a la bebida blanca. Por aquellas épocas mi fiel y sana bebida digestiva de años no era consumida casi por la gente joven por lo que su sabor me era desconocido. Arranqué la noche tomando una de mis porquerías favoritas de aquellos años. Además de esa recuerdo haber bebido sorbos de otras seis cosas diferentes. Una de ellas me la consumì solito, y así me fue. Quien sería mi posterior compañero de militancia le había dado a la caña y así quedó también. Creo que pasaron esa noche todos los temas de mi top ten bolichero. Bailé y bailé. Pasadas las cinco de la mañana venía barranca abajo y con Marisa, Teresa, Graciela y un par más nos fuimos para el hotel. El fresquito de la madrugada pegaba fuerte y la mezcla etílica había empezado a hacer estragos. Mis recuerdos son confusos. Mis compañeros lo describen diciendo que tuve un ataque de nervios. Grité. O mejor dicho les grité. Porque lo que recuerdo es haber cagado a pedos a todos. Hice reclamos, pasé viejas facturas y hasta a un compañero que esa noche se peleó con otro le enrostré que había viajado gracias al pasaje "liberado" que el grupo disponía. Fea actitud. Paralelamente una compañera puso fin al llanto gracias a que "lanzó" luego de un café con cenizas. Mi pieza había sido dada vuelta por unos vándalos de la pieza 10 (que se terminaron peleando entre ellos) y no recuerdo si antes o después de mi episodio de exitación psicomotriz jodíamos con Carlos a que nos tirábamos por la ventana, hecho que alarmó al resto que creyó ver una incipiente conducta suicida. Los pocos que estaban sobrios no daban abasto subiendo y bajando las escaleras mientras atendían compañeros descompuestos, separaban a los que se peleaban. Paula y Daniel se hicieron cargo de mi. Los recuerdo ya de día. Yo sentado en un cantero en la vereda al lado del hotel. Miraba el lago, había sol. Cada tanto salía alguien a preguntarles si todo andaba bien. Me dijeron esas cosas que se les dicen a los borrachos para que se calmen. Me llenaron de elogios y me pidieron que no me preocupara. El viaje era un éxito y esa noche también lo fue.
La noche siguiente para mi empezó distinta. Por la tarde me había roto la ceja en Piedras Blancas así que esa noche no fui a bailar. En el hotel se cortó la luz y todo era jolgorio. Para resguardarme las chicas de la pieza 2 me atendieron. Me acostaron en la cama de Silvana, Viviana me prestó un pulover, Graciela y Liliana me fueron a comprar un antiinflamatorio. Me trajeron un té y esa noche descansé lo que no había descansado en todo el viaje. Dormì ocho horas. Mis compañeros fueron otra vez a Feet Up aunque esta vez parece que no la pasaron tan bien. Temprano ya había varios en el hotel. Yo casi ni me enteré gracias al calmante.
Al otro dia mi estado no era el mejor pero no me podía perder la última noche en la disco de las múltiples pistas y escaleras. Había estado todo el dia con unos anteojos de sol que alguien me prestó para disimular el golpe. Mis compañeras me taparon el moretón con maquillaje para ojeras y fui a bailar. Estaba medio boleado y con los lentes no veía un pomo. Igual fui. Era la última noche de mi viaje de egresados. Un viaje donde los ex cuarto segunda fuimos los reyes de la noche.

Mi top ten de lentos

Cuando escucho estos temas parece que fue ayer. O que fue hoy mismo que los escuché cuando puse radio aspen. Pero si hablamos de las costumbres parece que fue hace mucho más que un cuarto de siglo. En aquellas épocas todavía se cambiaba abruptamente la iluminación del boliche, la alegría dicharachera se detenía y llegaban los lentos. Pero no pasaba solo en los boliches para viejos de más de cuarenta. En los boliches de adolescentes que yo frecuentaba el ritual también existía. Y en los asaltos también. Escuchar los primeros acordes del primero de los temas de este ranking a las cuatro de la mañana en Bon Ami desataba la feroz cacería. Llamen a sus parejas, si no tienen busquen una, apreten play y luego..... apreten!










El lenguaje de la violencia


Para casi todos mis compañeros existe un profesor favorito. Su relación con el grupo fue más allá del ámbito del colegio. Querido por muchos (inclusive por algunas madres), el profesor de Castellano supo ganarse el cariño y el respeto de casi todos. Menos el mio.
Cuando ingresé en segundo año él era uno de los profesores que ya conocía a mis compañeros. Me costó asimilar su perfecto método para el análisis sintáctico (las "cajas") pero debo reconocer que fue la primera vez que le encontré totalmente la lógica al asunto. En segundo año en cada trimestre una de las notas a promediar surgía de un dictado en el que cada error de ortografía costaba 1 punto y cada acento omitido o mal colocado restaba 50 centésimos. Creo haberme sacado dos 9,50 y hasta un 10 en esos dictados pero mis sucesivos promedios trimestrales (dos 7 y un 7,50) indican que con el resto de la materia había alguna dificultad. Ese año nos hizo leer El Casamiento de Laucha donde en el Capítulo VIII el protagonista va a ver a un cura napolitano. Preguntó si alguno podía traducir las palabras del cura. Silencio en el aula. Me di cuenta que con un par más o menos zafaba y levanté la mano. Me sorprendí a mi mismo pudiendo traducir al voleo desde el italiano ya que por más apellido que tengo mi abuelo paterno nunca fue "el nono" sino un señor nacido en Banfield. Una compañera de apellido italiano se acercó al final de la hora a felicitarme pero aun habiendo mostrado mi destreza no logré del profesor un gesto de aprobación. Ni esa vez ni nunca.
En tercer año el tipo seguía siendo mi profesor. El inconveniente para mi era que Ortografía ya no formaba parte del programa así que para llegar a un 7 me iba a tener que esforzar. Habiendo aprendido a leer y a escribir a los tres años, viviendo en una casa con cuatro bibliotecas, siendo hijo de un escritor y teniendo a los quince años ya una buena cantidad de libros leídos por puro placer en mi haber se supone que Castellano no debería darme problema alguno. Pero parece que con eso no alcanzaba. Había algo en mi persona que al profesor no le gustaba y cuando estábamos en tercero el tipo ya no lo podía disimular. Un dia me hizo pasar al frente a escribir una oración y luego analizarla. La primer palabra emepezaba con P. Mi letra manuscrita nunca fue agradable, es el día de hoy que la evito cada vez que puedo. Pero ese dia tuve que escribir una P mayúscula que lo molestó, "mire esa letra, parece un cartel de la feria". Seguì escribiendo. Mis manos, como casi toda la vida me sucediò, transpiraban y al tocarme una pierna los pantalones quedaron con tiza "mire esos pantalones, parece el mameluco de un obrero", lo cual para él estaba terriblemente mal. Le daba tanto asco como la Vaquera de la Finojosa a la que no dudó de tildar de "sucia" por el hecho de ser una campesina. Ese año nos mandó a comprar un libro llamado Setenta años de Narrativa Argentina, un interesante compilado de cuentos nacionales de las primeras siete décadas del siglo pasado. Nos hizo leer el cuento VI de La Sala de Espera de Mallea (terrible e intenso) y algunos otros. Entre los cuentos que no leímos estaba Esa Mujer de Rodofo Walsh que lo leí por mi cuenta. Le pregunté a mi viejo bien de qué se trataba porque yo tenía mi sospecha respecto de quien era "esa mujer". -Vamos a leer el cuento "Esa Mujer" de Rodolfo Walsh? -No, me contestó seco. Me pareció que le molestaba mi pregunta así que insistí: -Es cierto que habla de una historia cierta de un militar que secuestró el cadaver de Evita? -No sé, no sé, no sé. Lo dijo tres veces. Como que le era necesario afirmar que no lo sabía. Al darme cuenta de que le molestaba fui por más: -Es cierto que Rodolfo Walsh está desaparecido?. Pensé que se iba a animar a contestar pero insistió: -No sé, no sé, no sé. Evidentemente formaba parte de esos argentinos que en la dictadura preferían no saber.
Un dia mandó a hacer un trabajo práctico y pasó banco por banco a retirarlo. Alguien habia faltado así que me cambié de lugar y me senté adelante del Cafiu. Me di vuelta para hablar con él y cuando escucho que el tipo se acercaba me fui dando vuelta hacia adelante en medio de un bostezo. De repente: Plaf!!! Sonoro cachetazo me puso el tipo. Sí, un profesor le pegó a un alumno. El profesor era él y el alumno era yo. -Vaya a lavarse la cara, me gritó nervioso. Me puse la mano en la cara y lo miré como diciendo "no sabes la que te espera" y salí del aula pero no fui al baño, sino que me fui derechito a la preceptoría. El tipo me había dado soberano cachetazo muy bien puesto. Con toda la saña. Como la cara aun me dolía supuse que todavía tendría marcados sus deditos y efectivamente así era. -Me pegaron, me pegaron, dije haciendo escándalo. -Quién te pegó? preguntó Irma. En lugar de contestar le pregunté -Tengo los dedos marcados todavía?, -Sí, pero decinos quién te pegó. -Quiero hablar con La Señorita, dije enojado. Lejos estaba yo de ser el favorito de la jefa de preceptores pero la cara de la tipa cuando le dije quien era el agresor era para la foto. Llamaron a La Señorita al toque y ahì nomás le dije: -El profesor de Castellano me acaba de pegar un cachetazo porque bostecé y le aviso que esto se lo voy a decir a mi papá. Quedaron desconcertadas. En general las disputas en las que yo estaba involucrado solían tener un claro culpable, o sea yo. Esta vez no era así.
A los pocos dias mi viejo fue citado. Desde el aula donde hicimos tercero era facil ver a los que llegaban al colegio y entraban (todavìa en esa época) por la calle Guidi. Era solo cuestion de mirar a la izquierda y ver como la gente se perdía por la pared detrás de nuestro pizarrón. Alguien de mi confianza hizo la bromita: -Uy, miren, viene el padre de Mariano. El tipo miró de reojo para afuera. -Qué pasó Mariano, te portaste mal? preguntó otro ironicamente. Yo trataba de mantener la compostura aunque me sabía ganador ese día. Al finalizar la hora lo vi ir derechito hacia la rectoria. Parecía más chiquito de lo que realmente es. Era invierno aunque esa mañana pasó el verano de su vida. Tuvo que escuchar que el padre del que tenìa letra de feriante resulta que era ni más ni menos que un escritor, o sea alguien que hace lo que él unicamente enseña. Y para colmo mi viejo (que llegó manejando un auto que el profesor no tenía) le dijo que vestirse como obrero no era deshonra sino orgullo. Se lo dijo vestido de traje. El tipo transpiraba y balbuceó una disculpa. Mi papá le regaló el que por entonces era el segundo de los once libros que lleva publicados en lo que creo que haya sido la mayor humillación para ese profesor en todo ese asunto.
Me llevé la materia a Diciembre lo que me causaba tanta gracia como llevarme Mecanografía o Inglés. Claro que en este caso tenía que leer mucho más. Para fin de año el tipo se acercó mucho a mi curso a punto tal que todas las nochecitas de Diciembre del 82 me lo cruzaba en la puerta de la casa de algún que otro compañero cuando aprovechaba para recitarle: "Moça tan fermosa non vi en la frontera como una vaquera de la Finojosa". El dia previo al examen me desperté con tortícolis. Ja! Mi vieja me leía las conjugaciones de los verbos y yo como podía lo repetía. Me puso un 5 y me sonrió.
Todo podría haber terminado ahí pero el verano siguiente yo me ilusionaba con ir con mis compañeros de campamento a Santa Teresita. Recuerdo un dia llegar a la puerta de la casa de alguien y ver cómo todos se callaban la boca al verme. Todos incluido este profesor. Que en esa oportunidad se comportó como un chico más. Yo no entendía el por qué de ese silencio. Amigos son los amigos, así que fue mi amigo quien me explicó clarito lo que pasaba. Yo debía dejar de preguntar por el campamento por una sencilla razón: yo no estaba incluido y el profesor sí. Alguna vez le eché en cara a algún que otro compañero haberme dejado a un lado en esa. En realidad me equivoquè. No podía culpar a ningún chico de dieciseis años por la actitud de un adulto de más de treinta.
Años más tarde entendí eso y mucho más. Entendí también por qué tanto García Lorca todos los años, entendí que mi sola presencia estaba destinada a disturbarlo.
A principios de este siglo estaba en el andén de la Estación Lanús esperando el tren para Constitución y lo vi. Estaba igual. Lo miré y no me reconoció. Subimos al tren y mientras lo miraba leer un librito pensaba. Me preguntaba si se imaginaba que algún alumno suyo despues de terminar el secundario hubiera leído libros enteros de García Lorca. No creo que algún compañero mio lo haya hecho. Mucho menos sus alumnos favoritos. Yo leí Mariana Pineda, Yerma, todo el Romancero Gitano, la Cancion del Mariquita, La Zapatera Prodigiosa y además soy el único de mi curso que puede de memoria recitar los versos que comienzan diciendo:

Granada, calle de Elvira,
donde viven las manolas,
las que se van a La Alhambra,
las tres y las cuatro solas.

El tren llegó a Constitución. Yo ya intuía dónde se iba a bajar porque para esa altura yo ya sabía dónde y con quién vivía el tipo. Así que fui bueno y recién una estación antes de que haga su combinación lo encaré. -Vos fuiste mi profesor de Castellano. -Sí? No me acuerdo de vos. Decime tu apellido. -Mi apellido no, te voy a decir algo por lo que me vas a recordar seguro. Vos me pegaste un cachetazo. Su cara se transformó. De repente era otra vez aquel hombrecito al que retaron en la rectoria por mano larga. -No sé, no sé, no sé, dijo. Lo que me hizo suponer que sabía. Sabía tanto como sabía que Rodolfo Walsh había sido secuestrado por la dictadura. Aunque para reconocer ciertas cosas hace falta un poco de coraje.

Mi primer voto


Cuando estaba por terminar quinto año voté por primera vez. Apenas algunos de nosotros teníamos los 18 años cumplidos y aunque no estábamos aun en el padrón el gobierno alfonsinista (que todavía era bancando por los "progres") nos dejó votar. No del todo conforme con las reglas de la justicia electoral el plebiscito por las islas del Canal de Beagle fue la primera oportunidad de votar para muchos de los que nos habíamos quedado con las ganas en el 83. Digo no del todo conforme a las reglas porque quienes ya teníamos los 18 años podíamos presentarnos y votar en cualquier escuela de nuestra zona, algo que los que ya habían votado tambien podían hacer. De hecho quien hoy es Ministra de Defensa de la Nación votó dos veces para demostrar que todo era una truchada.
Como casi todos mis compañeros voté por el SI, que ganó con un abrumador 82%. Ese numerito, el 82, fue el que se cruzó por la cabeza de muchos de los que votamos por el Si. La Guerra de las Malvinas estaba muy fresquita y nadie quería saber nada con más sangre así que.... chilenos, metansé las tres islas en el orto!
Para el gobierno todo era alegría. Tomaron el triunfo como propio. Error. Olvidaban que mucha gente al decir Si le estaba diciendo que Si al papa. El mismo papa que en plena guerra había venido a visitarnos, retarnos por haber molestado al imperio y de paso sugerirnos la rendición. Ay, pero era de bueno ese papa!
Recuerdo estar en la cocina de la casa de Marcela y escuchar a su mamá (una peronista de la primera hora) decir enojada: "a mi no me engañan, yo voy a votar que no". Y la verdad es que hoy no sé si estoy tan orgulloso de ese voto. Lo cierto es que comparado con otros votos que hice años después puedo afirmar que ese Sí no fue nada grave.

Queremos ver nieve


En 1984 hubo dos grandes nevadas en Bariloche. Una de ellas fue en junio, dos meses antes de nuestro viaje. La otra recién en septiembre. Se comentaba en el colegio que una de las divisones de Nacional había quedado varada en la ruta por más de diez horas. Todos los dias nos enterábamos que Fulanito de tal colegio habia tardado un dia y medio en llegar y otro tanto en volver. Lo cierto es que cuando nosotros llegamos la ciudad estaba sin nieve y así estuvo durante toda la semana.
El segundo día en Bariloche incluyó la excursión al Cerro Otto aunque previamente hicimos el paseito por el Punto Panorámico. En realidad fuimos engañados porque nos llevaron a un lugar que no era el Punto Panorámico en sí sino que era un sitio que podía ser observado desde el verdadero Punto, lo cual no era lo mismo. Lo importante del asunto fue que pudimos ahí estar, por fin, con la nieve. Me acuerdo de la exitación de todos. Guerra de bolas de nieve, gritos, enfriamientos varios. Igual el plato fuerte del día aun estaba por llegar.
Subimos al teleférico del Cerro Otto y una vez allá arriba, en medio de un solazo que nos bronceó las caras, practicamos un deporte que por cada minuto de acción exigía más o menos media hora de recuperación: el "culipatín". No era más que tirarse en fila sentados uno agarrado al otro y dejarse caer por la ladera del cerro. Maravillosa sensación. En segundos se podía bajar velozmente unos cuantos metros. Eso sí: una vez abajo lo jodido era subir. No había aerosilla ni cablecarril. Solo nuestras abundantes energías adolescentes. Todo muy lindo con la nieve pero el tema era que los días pasaban y no veíamos nevar.
Al otro dia hicimos otra excursión de las ineludibles, el Cerro Catedral. Apostamos todas nuestras energías a que veríamos la nieve caer pero esto fue así solo para cuatro de nosotros. Mañana nublada, foto para el mural, clases de ski con la profesora Florencia y comida de verdad (no la mierda que se comía en el Bariloche Center) en una linda confitería al pié del cerro. Está bueno esquiar. Ahí entendí por qué para los chetos es algo "divertido". Por la tarde el cielo seguía encapotado y gris pero la nieve no caía. Hacía cada vez más frio pero de nevar ni hablar. Al momento de contratar el viaje los tipos de la empresa tenían tantas ganas de cerrar el acuerdo que terminaron cediendo en algunos puntos. Uno de ellos fueron las ascenciones ilimitadas en una de las aerosillas. Podíamos ir hasta el final del tercer tramo si lo deseábamos. Una vez ahí la idea no entusiasmaba a todos. Yo deliraba por llegar hasta la cima por una sencilla razón: había escuchado que arriba de todo estaba nevando!. Las primeras valientes fueron Marcela y Fabiana, en la silla de atras Liliana y Eduardo, después Claudia y yo y atrás nuestro Lancha con Carlitos. Al llegar a la primer estación algunos desistieron por el frio. Yo seguí camino, esta vez con Carlos. Ya en la segunda estación la cosa estaba heavy. Hacía más frio que abajo y al mirar el tercer tramo lo que se veía era que la sillita se perdía dentro de una nube y ya. Solo Carlos, Liliana y Eduardo me acompañaron. Recuerdo que en un momento con Carlos dejamos de ver a los chicos adelante nuestro. La nube tapaba todo. Gritábamos de una silla a la otra y no se escuchaba nada. "No nos habremos muerto y estamos entrando al cielo?", me dijo Carlos. Me reí y lo miré. Ambos nos sorprendimos porque nos vimos con las cabezas llenas de nieve. Sí. Por fin! Estabamos en medio de una nevada.
Bajamos en la tercer estación y duramos un par de minutos. La nieve caía y el viento helado pegaba fuerte. Además no se veía más allá de dos metros. Nos bajamos y en medio de la nada, suspendidos allá arriba la sillita se detuvo. Era algo normal pero para juntar coraje y de paso sobrellevar el frio le dimos un par de besos a mi petaca que estaba cargada con licor de café. Recién al llegar a la segunda estación pudimos sacarnos una foto que atesoro con mucho cariño. Al seguir bajando nos cruzábamos con otros que apenas iban subiendo.
Al otro dia era la Fiesta Nacional de la Nieve. Desde la ciudad veíamos la tradicional bajada de las antorchas. Eso sí: no estaba nevando.
El viaje terminó y al llegar cuando nos preguntaban "y? vieron nevar?" solamente cuatro podíamos decir que sí. Hay veces en que vale la pena ser terco y tozudo. Para mi la tarde del 14 de agosto de 1984 fue una de esas veces.

Una dulzura


Siempre recuerdo que en mis primeros días en el multitudinario 2do 2da pasaba gran parte del tiempo observando a mis compañeros para intentar entender de a poco quién era quien. Había dos chicas a las que inicialmente llamaba "las mellizas" porque, sinceramente, las veía muy parecidas. Con el tiempo aprendí a diferenciarlas. De una ya he hablado. Hoy hablaré de la otra.
De voz suave, agradable, muy femenina. A Viviana siempre le caí bien. Me festejaba las bromas (que no siempre eran para festejar) y tuvo conmigo en segundo año un gesto que nunca voy a olvidar. Tras el incidente que tuve con dos compañeras mi situación respecto del grupo no era el mejor, sobre todo en relación a las chicas. Al contrario de lo que todas hacían Viviana me invitó a su cumpleaños de 15. Aun cuando parte de mi castigo consistió en que me prohibieran ir a ese cumpleaños, su convite me hizo sentir claramente incluído.
Su sensibilidad supo hacerse poesía y allá por tercer año se publicaba en el periódico escolar su "Tristeza" cuya primer estrofa decía:

Caminando estoy
por la tarde gris
sé que una mañana
como flor temprana
te veré venir

Creo no haberme juntado con ella a estudiar o a "hacer equipo" pero si la recuerdo en montones de cuestiones extra escolares, como las idas a Quilmes, la modesta salida del día de la primavera en cuarto año, una excursión de un grupito a las piletas de Ruta Sol, el dia del amigo de quinto año, mateadas dominicales en su casa, siniestras sesiones de El Juego de la Copa, la compra de los buzos, etc.
Durante cuarto año la ubicación de nuestros bancos me permitía mirarla a discreción. La amé en secreto todo ese año. Un secreto a voces para toda mi división. Nunca me dio bola pero tampoco se cerró a una relación de amistad y compañerismo. En quinto año caímos del mismo lado de la pared en la repartija del curso. A mitad de año ganó la prenda de baile de Feliz Domingo junto al menor de los Gustavos humillando a los competidores. A pesar de mi insistencia nunca quiso anotarse para el concurso de las secretarias, como sí lo hizo Liliana.
Al año siguiente de terminar el secundario me escribió una carta mientras yo hacía unos dias de colimba junto a su primo Rubén en Puerto Belgrano. Allí me dibujó arriba de un barco con una leyenda que decía: "vos sos el marinerito niño bonito del regimiento". Junto con Graciela hizo el magisterio y hoy trabaja en uno de esos colegios donde es necesario tener una fuerte vocación y amor por la tarea para no desesperar.
Dicen las malas lenguas que su actual padecimiento en la rodilla tiene el mismo origen que mis dolores en el ciático. Será?

La que cruzó el charco


A los dos minutos de haberme incorporado a mi división al comienzo de segundo año se nos acercaron a mi y a Naveira dos chicas para proponernos intercambiar asientos. Una era mi amiga más antigua y la otra su vecina Fabiana.
Como más de la mitad de mi división hizo la primaria en la 18 y de las pocas (o no sé si la única) que venía de 7mo B. Oriunda de un pueblo uruguayo donde nació un famoso actor llegó a la Argentina allá por 1974 para empezar 2do grado. Era de las pocas compañeras de mi división que usaba el pelo corto y con sus piernas nuestro eterno profesor de Geografía solía distraerse, no sé si me explico!
Mi amistad con ella fue creciendo en paralelo con la de Marcela, su incansable compañera a la hora de bolichear. Incontable cantidad de veces hice vereda en la puerta de su casa, en el epicentro del barrio donde vivían muchos compañeros. Al ir teniendo más confianza me hice habitué ya de su living. Conocí a sus hermanos, a su mamá enfermera, a su papá que un día me aclaró qué cuerno era la Antropología (de la que yo tenía apenas una vaga y errada idea). Los horarios de trabajo de sus padres hacían que Fabiana quedara a veces a cargo de sus hermanos, momentos en que podía vérsela imponiendo su autoridad. Recuerdo una tarde de enero con mucho calor en que fumábamos rubios con la puerta de calle abierta (por què no?) y en un descuido su hermano Pablo, apenas un niñito en ese entonces, dejó escapar a un perrito cachorro. El lomo de burro que hoy está exactamente ahí no existía y el perrito vio el fin abajo de la rueda de una camioneta. La madre de Fabiana desaprovechó el escaso momento del día que tenía para dormir, se levantó y dispuso del cuerpo del perrito con envidiable sangre fría.
Sostuvo durante buena parte de aquellos años un noviazgo a la distancia con un chico de su pueblo al que veía unicamente cuando viajaba. Mi estupidez adolescente siempre fue un inconveniente a la hora de mantener una amistad sostenible con Fabiana. Siempre me sucedía (no solo con ella) que una palabrita subida de tono por parte de otros yo la leía como una invitación a la zarpada y ahí caía irremediablemente. En esos momentos Fabiana sabía ponerme límites. En una carta de mediados de cuarto año me dijo:

No sé por qué te dejé leer la carta para Marco, yo pensé que te ibas a reir, pero vos demostraste que no y eso me gustó mucho.
Muchas veces quise ser tu amiga pero vos no me dejaste. Cada vez que me acercaba a vos me salías con una zarpada o se te iba la boca.

Al final tenía razon La Negra cuando me dijo su famosa frase "su boca es una cloaca".
Pasó a cuarto año dejando dos previas. Ya teníamos que empezar quinto y esas dos previas todavía estaban ahí. Junto con Marcela eran mis alumnas particulares de Merceología en las calurosas tardes de febrero del 84. Los días pasaron y Matemáticas de tercero aplazada trabó a Matemáticas de cuarto. Un examen más con un 2 y pasó lo que no debía pasar: Fabiana repitió. Tener a su hermana María José en el colegio hizo que pudiera quedarse y, como a mis compañeros que pasaron a 5to 1ra, la seguí viendo todo el año en los recreos. Vino a Bariloche en compañía de una "prima", Celia, que nos deleitaba con su música. Padeció un síntoma en su labio durante casi toda la semana como lo acreditan varias fotos. En Uruguay Marco chocho de la vida. Ningun chico iba a querer besar a su novia durante el viaje de egresados.
Al igual que Marcela vino a Feliz Domingo con nosotros todas las veces y después, cuando hizo quinto, siguió yendo con su nueva división. Al terminar la secundaria se fue a vivir a Chaco. Lo último que supe de ella fue que allá tenía un novio y durante años repetí la versión que circulaba entre mis compañeros: el novio de Fabiana había tenido un acciedente y quedó con amnesia. La primer parte del chisme era cierta, la otra no. Nada supe de ella por años. Mis compañeros la encontraron supongo que gracias a esa cosa llamada feibu. Ahora vive en una de las mejores ciudades argentinas y se hizo fanática de Newells.
Dificil de entender para sus hijos la historia de la repetida de año en el secundario, sobre todo porque su mamá terminó el profesorado con medalla de honor por ser el mejor promedio! Que tul!!

La que no fue a Bariloche


Cuando me preguntan si en mi secundaria me divertí siempre digo que sí. Y mucho. Y una de las cosas más divertidas fue haber tenido a Ana de compañera.
La tenía sentada cerca en 2do 2da. Fue por eso que no solo escuchaba de ella lo que escuchaban todos sino también lo que Ana decía por lo bajo, sus comentarios, sus chistes, sus remates. Innumerables escenas en las que de repente todo un sector del aula estallaba en risa por algo que ella decía. Profesores y preceptores que se desesperaban porque no entendían qué era aquello tan gracioso.
Una vez, al inicio de tercer año, hice un asalto en mi casa. Eran todos compañeros de la división más alguno que otro. Entre esos otros estaba el que, a la larga, se convertiría en su ex marido. No fui el único al que le pareció ver algo extraño en esa pareja. Como que el tipo a Ana le quedaba chico. Pero los de afuera somos de palo y callamos. De repente el lugar de Ana en el curso cambió. De ser parte del "nucleo duro" del grupo pasó a ser de las que solo viven para su noviazgo. Si bien nunca cultivó el perfil bajo dentro del curso lo cierto es que participaba poco de las actividades extra escolares. Su simbiosis fue tal que de repente Ana no pudo (no quiso) escribir más su nombre tal cual es. La "patita" derecha de su inicial A se prolongaba hacia abajo convirtiéndose en parte de una J. Tengo montones de papeles, dedicatorias, tarjetas, hasta un cenicero donde su firma no es solo suya.
Sus imitaciones de la de Matemáticas de tercero eran muy graciosas y creibles. No obstante todo su buen humor podía cambiar ya que no vacilaba a la hora de ponerle los puntos a quien considerase que lo merecía; sea un compañero, un profesor, un preceptor o una de las Señoritas, como el dia que a la mencionada le paró el carro cuando nos mandó a callar la primera vez que nos reimos en el aula luego de la muerte del Chino. "Qué prefiere usted? Que sigamos llorando?".
Al llegar a cuarto a su novio le había tocado la colimba en el sur y Ana pasaba largos ratos escribiéndole cartas. Llegó la hora de contratar el viaje a Bariloche y ella dijo que no iba a viajar. Imposible acordarme de todo lo que le dije. Busqué todas las maneras que se me ocurrieron para convencerla de que esa decisión era por demás erronea. Y no fui el único. Pero no hubo caso. La tristeza por la lejania de su novio durante un año le hacía imposible pensar estar separada de él tan solo una semana.
Al comenzar quinto ya habíamos planeado sentarnos cerca. Ella y Paula atrás de todo, yo adelante con Claudia y más adelante Liliana con Eduardo. Así lo hicimos. Aunque los primeros dias en quinto no tuvieron nada de graciosos. Recuerdo que cuando algún que otro gil se desubicaba Ana no dudaba en ponerlos en su lugar. No sabían con quién se metían algunos ya que pronto los gozadores pasaron a ser los gozados. Su predisposición para pasarla bien fue de gran ayuda para recuperar las ganas de ir al colegio y ya sobre finales de año nos divertíamos tanto que "ese grupito del fondo" estaba en la mira de muchos. En especial de la jefa de preceptores que nos detestaba a ambos en partes iguales.
Junto con Claudia ganaron la prenda "Guie a su pareja" en Feliz Domingo en la segunda de nuestras cuatro participaciones. Fue memorable. Ya pasadas las ocho de la noche, el estudio convertido en un hervidero, todos gritando. En cuanto quiso agarrar las tazas tiró todo. Como pudo siguió y de repente una bola de bowling y a tirar. Era el primer dia que habian puesto esa dificultad en la prenda y Ana, con los ojos vendados, que hacía gestos como que no tenía ni idea de qué había que hacer. De la nada y sin apuntar tiró ocho pinos que equivalieron a ochenta segundos de descuento que nos pusieron una vez más en la final.
De lenguaje mordaz en ingenioso imponía términos que sus compañeros de quinto adoptábamos de inmediato: remallar, cuquia, toallón, liyio liyio. Más allá de su memorable distanciamiento con dos compañeras con las que venían juntas desde la primaria, Ana siempre le puso pila y onda a la división. Aun habiéndose perdido el que, para muchos, fue el mejor momento de la secundaria. Recuerdo cómo nos miraba con cierta pena la semana que volvimos de Bariloche. Se quedaba afuera en todas las conversaciones. Dábamos nombres y relatábamos situaciones sin que ella pudiera aportar nada. Ni hacer un chiste, ni agregar algo que alguien había olvidado. Quedaba claro que no le había sido buen negocio quedarse con el novio.
Al final de quinto dejó montones de materias y mientras todos íbamos tramitando nuestro título ella posponía el tema para mucho más adelante.
Tras la secundaria la seguì viendo. Se acopló al grupo de mis compañeros de militancia que era como otra extensión de mi división ya que éramos varios los "ex cuarto segunda" que ahí estábamos. Recuerdo unas vacaciones en carpa en Villa Gessell donde también estaban Flavio, Silvana y Claudia. En el único casamiento de mis compañeros de secundario en el que estuve fue en el de ella.
La frecuenté hasta bien entrada mi carrera universitaria. Tenemos varios amigos y conocidos en común por fuera de la escuela. Muchos de los cuales también conocen a Claudia, a Flavio, a Marisa.
Pasamos mucho tiempo sin vernos. Hace relativamente poco me enteré que ya puede escribir su nombre sin aditamentos. Aquel novio que la conquistó en mi living hoy apenas es el padre de su hija. Hablamos largo por teléfono hace un par de meses y me contó más de un detalle. Algunas cosas yo las intuía, de otras me he enterado leyendo sus comentarios en este blog del que es entusiasta lectora.
Ana María cagar no podía, se puso un palito.... ah! perdón! Era un chiste!

Va y viene


Todos mis compañeros siguen viviendo en Argentina menos una. Marcela. Quién lo hubiera dicho! Peronista, un fuerte sentimiento nacional y no precisamente la mejor alumna en inglés, vive en Palmdale, California, al norte de Los Angeles. Sí, en la mismísima yankilandia.
Mi cercanía con ella se fue dando en paralelo a mi integración al grupo. Mientras ella, Fabiana, Ana y otras se iban constituyendo en un subgrupo dentro de la división yo me iba acercando casi por igual a unas y otras.
Epocas en que mis compañeras iban a bailar a Arlequín, desaparecido boliche a tres cuadras de mi casa que hoy es un salón de fiestas.
Por otra parte también era egresada de la 18, pero en el turno tarde, así que era amiga de mi amigo Eduardo. Vivían cerca así que recuerdo innumerables visitas a su casa de Esquiú. La escalera que terminaba en su cocina con el mueble pasaplatos. Yo ya sabía en qué puerta se guardaban las galletitas, en cuál la yerba y el azúcar.
La segunda de un grupo de cinco hermanos a los que conocí en su totalidad. Su hermana Marisa, un poco más chica que nosotros, también iba al colegio. A Bruno lo vi crecer en buena parte de su niñez y además creo que fue la única compañera a la que le nació un hermanito mientras estaba en la secundaria. Su papá era afiliado a SMATA por lo que los tres primeros años mi división pasaba en el recreo sindical de Kloosterman el dia de la primavera.
En tercero recuerdo su indignación mientras la de Historia (una con un apellido muy parecido al mio) destilaba gorilismo hablando pestes de Perón y Evita. La señora decía las mismas cosas que hoy la tilinguería de teflón dice sobre el matrimonio presidencial y Marcela hacía un bollo con un papel y lo rompía y la puteaba en voz baja.
Jugábamos mucho al juego de la copa, actividad que interrumpimos abruptamente tras la muerte del Chino.
Mäs tarde Arlequín dio paso a La Casona, boliche tristemente célebre, donde por aquellas épocas un profesor de Física del colegio (hoy vicerrector) hacía de seguridad. Y allá iban domingo tras domingo con Fabiana. Por esas épocas fuimos muy amigos. Para colmo un dia estaba en un boliche con su prima hermana que conoció a mi primo hermano y se pusieron de novios. Tengo el papel donde me escribió:

Sos genial, este año compartimos mil cosas juntos y espero que el año que viene seamos más amigos que nunca. Y espero que sigamos siendo primos así voy a tener que aguantarte lo que me resta de vida.

Al terminar cuarto Marcela dejó un tendal de materias para Marzo. Su situación era por demás complicada. Tras nuestra primer visita a Feliz Domingo en pleno verano junto con Fabiana venían a estudiar a mi casa tarde por medio. Yo las preparaba en Merceología. Tenían una parada dificil ante Lamalia. Aprovechaban mi living para fumar cual Patty y Selma y me dejaban los cigarrillos en custodia. Fue para esas épocas en que empecé a fumar y lo hice con la marca que Marcela fumaba. Veníamos bien con Merceología pero nunca llegaron a darla. Fabiana repitió primero y Marcela, en un solidario acto, dio mal Estenografía a propósito y también repitió. Yo también rendí ese día y me entristecí al saber que Marcela no iba a estar en quinto. Hoy en un mail me dice:

Que pendeja pelotuda! mira si repetir porque mi mejor amiga habia repetido!

Junto con Fabiana corrieron mejor suerte que Lancha y Daniel porque ellas pudieron quedarse en el colegio por tener a sus hermanas en otras divisiones. Aun así pudimos, como ella quería, ser ese año "más amigos que nunca". La veía en el recreo como veía a mis 7 compañeros que estaban en 5to 1ra. Seguía viniendo a Feliz Domingo con nosotros y cuando descubrimos que en el Embalaje Medio era mejor perder rápido para elegirte una buena prenda participó y en la primera ronda cuando pedían Dioses de Grecia y de Roma contestó "Umm" y le sonó la campanita. La tengo en montones de mis fotos de Bariloche. En todas sonríe, se la ve cantando, bailando.
Tengo una carta que me escribió en quinto. Enojada porque un dia me pidió que la acompañe al oculista y de mal modo (así parece) le dije que no. En sus palabras se nota que yo le importaba y también que sufría porque no estabamos juntos en el aula.
Al repetir cayó en una división donde se hizo una amiga llamada Jorgelina, que fumaba en el baño con ella y Fabiana. No sé bien cuándo se puso de novia con el hermano de esa chica. Y no sé bien cómo nos dejamos de ver. Supe años más tarde que se había casado con ese chico y que se había ido a vivir a EEUU. Y no supe más. Hace un par de meses estábamos con Paula y buscamos el teléfono de su casa familiar. La madre nos contó que sus dos hijas mujeres viven en EEUU y sus tres hijos varones acá. Nos dio su teléfono y la llamamos. No entendía nada. Se tuvo que sentar de la emoción. Hacía tanto que no sabía nada de nosotros que le tuve que explicar que el marido de Paula no era yo sino el novio que ella recordaba, el mismo que había sido su compañero cuando repitió cuarto.
Recuerdo una rima que se hacía con su apellido donde decíamos que "va y viene". Y eso es lo que Marcela desde hace unos años hace.

Bitch


Desde que tengo uso de razón que estoy en contacto con alguna máquina de escribir. Ya de chico escribía aunque mirando el teclado y no con todos los dedos. Cuando estaba en sexto grado le pedí a mi familia que me mandaran a "máquina" como quien toma clases de guitarra o inglés. Así fue que empecé a familiarizarme con el uso de toda la mano al escribir e incorporé reglas básicas. El colegio donde hice primer año tenía un plan de estudios que en primero no tenía Caligrafia sino Mecanografía. Así que cuando en tercero tuve mi "primer" año de Mecanografía ya venía con un largo entrenamiento con los deditos. Si bien todavía no me era suficiente como para dejar de mirar el teclado puedo decir que era mucho más que lo que se podía esperar de un alumno promedio. Así y todo no era una materia donde me sacara 10 todo el tiempo. Ineludible agregar que las sucesivas docentes que tuve dejaban siempre un poquito que desear.
Al llegar a quinto yo ya escribìa más o menos bien. Si me animaba podía darle un rato sin mirar las teclas, escribía los originales del periódico escolar a máquina, era lógico que me llevara Mecanografía? Claro que no. Pero me la llevé igual.
Pelo corto y alta la señora. Y parecía más alta aun porque era como que ella estaba literalmente por arriba de nosotros. Nada afecta al diálogo. A ella no se le podía contestar. Si te mandaba a comprar la hoja tamaño carta que mide no sé qué por no sé cuánto más vale que la tuvieras. Porque ni te dejaba pedirla prestada. Más vale que tomaras la precaución de pedir una en el aula, antes de salir para la "sala de Mecanografía", porque si la pedías frente a ella se molestaba.
Autoritaria como pocos docentes he tenido. Jamás dispuso del más mínimo recurso pedagógico para enseñar algo que amerita que el que aprende esté, al menos, tranquilo. Combinar lo visual con lo motor no es bueno bajo presión. Pero a ella, francamente, le tenía sin cuidado. Sus energías estaban al servicio de atacar al alumnado. A veces en forma general y otras ensañándose puntualmente con alguno. La recuerdo denigrándonos. Sus palabras solían ser crueles. Hubo veces que tuve que contenerme para no pararme y gritarle en la cara. En quinto estuve en la cuerda floja al borde de la expulsión y eso me hizo coserme la boca más de una vez. No obstante no me callé cuando me ligué un 1 por alguna idiotez. Le dije que nada tenía que ver un 1 con lo que yo era en Mecanografía. Que era eso lo que debían reflejar las notas y no si tenía o no tal tamaño de hoja. Me comì el 1 igual, como me comí otro en el último trimestre. Así que me voy a llevar Mecanografía? No me digas! Y sabés cómo me vas a tomar el exámen en Diciembre, perra? Con un Otro en el aula. Con alguien que es más que vos. No me vas a tener a tu merced. No vas a ser ese monumento a la omnipotencia por la que sentí risa la única vez en mi vida que la vi escribir a máquina. Lejos estaba esta mujer de tener lo que se conoce como "digitación veloz".
La semana previa al exámen de Diciembre fuimos algunos al colegio por algo relacionado con nuestra fiesta de fin de año. Ahí aprovechamos la oportunidad para buena parte de nosotros ir a hablar con La Negra para pedirle que oficie de veedora del exámen. Sabía por historias que escuchaba de mis primos y mi hermano que cuando el alumno cree que puede ser desaprobado por enemistad manifiesta por parte del docente puede pedir la presencia de una autoridad que haga las veces de veedor. Recuerdo que le contamos todo a La Negra. Una compañera dijo "yo preferiría que directamente nos insulte si nos va a tratar como nos trata". Albertico adhirió a nuestros planteos. Era fuerte que un buen alumno que no iba al choque y del que los profesores no se quejaban dijera eso. Además teniendo en cuenta que Mecanografía fue la única materia que se llevó en el Colegio con 6.83 de promedio general. Yo desafié a La Negra y le dije que me diera una máquina de escribir ahì mismo y me dictara cualquier cosa y yo se la escribía sin mirar el teclado. Me dijo que no era necesario, que me creía. Le pregunté entonces qué lógica tenía que me vaya a exámen en Mecanografía. Nos dijo que nos quedaramos tranquilos que ella iba a estar ahì.
Tratándose de una mesa de examen la cara de insatisfacción de la profesora al llegar era más marcada que otros dias. La recuerdo nerviosa y en cuanto entró pidió que fuéramos poniendo la hoja en el carretel. Me quedé de brazos cruzados, mirándola. Me miró y subió la voz "que están esperando?". Así que hacés una pregunta? Bueno, acá tenés la respuesta: "yo no pienso comenzar el examen hasta que no llegue una autoridad a presenciarlo". Me miró desencajada. No sé si no entendió lo que pasaba o si no daba crédito de tamaño atrevimiento. Otros le dijeron que ellos tambien habían pedido la presencia de un veedor y encima justo que la turra se está desayunando de la que le esperaba aparece por atras suyo La Señorita (porque ese dia no era La Negra, era La Señorita) y le confirma que se iba a quedar ahì y le explica el por qué de su presencia. Traté de caretearla pero estaba contento, feliz. Le clavé la mirada. La turra me la desvió pero llegó a verme exultante, triunfante. Puse la hoja nomás en el carretel aunque podría haberla puesto en mi boca porque tenía una sonrisa de oreja a oreja.
La perra dictaba, pero su voz era distinta. Como más apagada, tímida. Sabía que la estaban observando. Su soberbia se desvaneció. Yo mientras escribía sin mirar el teclado. Es más, escribía con la vista en La Señorita a la que por primera vez en años miraba con una sonrisa. No le quité la vista de encima. En aglun momento tenía que mirarme y cuando me dió el parte con el 7 hasta exageré un gesto de admiración.
Tener que tomar examen con la vicerrectora parada a tu lado no es algo que a un docente le pase habitualmente. No sé si se acordará de mi la perra, pero de la situación humillante seguro que no se olvidó.

Tercero segunda


Cada vez que es recordado mi tercer año de secundaria necesariamente viene una sensación angustiosa. Y esa sensacion tiene que ver, ni más ni menos, que con la muerte.
Tercer año comenzó con la amputación de una parte de mi división. Momento de vértigo en la historia de mi grupo que a los cinco minutos de haber sucedido se convirtió en alivio y relajo.
Ese año era mi intención usar algunos de los bancos que se colocaban junto a otro para poder sentarme "con alguien". Al ingresar al aula los planes de algunos se habían modificado producto de la nueva conformación del curso: menos gente, grupo más homogeneo. Yo no tenía planeado sentarme con nadie en particular pero en el revoleo quedé solo. La verdad que lo único que me preocupaba era ser desterrado a ese flamante injerto llamado 3ro 3ra. Incoroporarse a una división sin pasado (o con pasado fragmentado) podría haber traído, tal vez, algún beneficio. Nada de ganas tuve de comprobarlo y agradecí estar sentado solo pero en el grupo donde quería estar. Por primera vez desde 7mo grado que un inicio de clases no traía mayores inconvenientes.
Me senté en uno de los últimos asientos de una de las filas dobles. El banco a mi derecha estaba vacío. Adelante mio estaban el Cafiu y Lancha. Lo que hacía muchas veces era rotar por los asientos de los que habían faltado. Casi todos los lunes me sentaba en los asientos que solían dejar libres Marcela o Fabiana cuando sus domingos en La Casona las dejaban extenuadas.
La muerte nos acompañó desde el inicio en la currícula. En Castellano nuestras lecturas nos hablaban de la muerte todo el tiempo: las Coplas por la muerte de su padre de Manrique, uno de los poemas más bellos de los que escribió García Lorca: el Romance de la luna luna que habla de la muerte de un niño, el cuento VI de La Sala de Espera de Eduardo Mallea donde al personaje principal (Isolina Navarro) se le iban muriendo todos a su alrededor para finalmente ella morirse virgen, El Matadero, El General Quiroga va en coche al muere, en fin: parca para todos los gustos.
Pero no fue solo una cuestion curricular. Ese año fue la Guerra de las Malvinas, saludada desde el primer dia con un altisonante discurso de La Negra en el patio en el cual no se privó de nada a la hora de elogiar a "nuestras fuerzas armadas". Las radios "descubrían" el rock nacional convirtiéndose éste en casi el único efecto colateral de la guerra que era positivo.
De todos modos nada tocó tanto nuestro espíritu adolescente como la muerte de uno de nuestros compañeros. En medio de la excursión del dia de la primavera se nos fue Miguel Angel. Ya venceré la resistencia que desde que abrí este blog tengo para escribir puntualmente sobre ese tema.
Fue un año de pasaje. Instrucción Cívica empezó el año siendo una materia que nos hablaba de un país inexistente. Aprenderse el proceso de formación de leyes, diferenciar la cámara de origen de la cámara revisora era ridúculo cuando las leyes las hacían tres tipos que vestían el uniforme de cada una de las tres "fuerzas" (los mismos que hicieron la vieja Ley de Radiodifusión vigente hasta hace unos dias). Ni que hablar de la diferencia entre el sistema D´hont y el sistema del cociente para las elecciones de diputados que hacía años no había ni miras de poder aplicarlos. Pero tras la rendición todo cambió abruptamente. El señor del whisky dió paso al señor que recién hoy está siendo juzgado. Se levantó la veda política y de repente cada uno de los cuatro canales de TV tenía un programa dedicado a la Constitución Nacional. De la nada Instrucción Cívica se convirtió en la materia con más rating.
Fue el año que llegó Albertico a mi curso y del paso por nuestra aula de una chica cinco años más grande que el resto que un dia se fue dando un sonoro portazo.
En noviembre el de Castellano nos sorprendió proponiéndonos una excursión extracurricular y netamente recreativa. Fue maravilloso. Meta sanguchito y coca a la orilla del Río Luján. Después a andar en bote. Grupitos mixtos. Entre los varones un montón quedamos con ampollas. Y después a Parquerama a reventarnos de mareo en los juegos. Nos vino bárbaro como grupo. El duelo por la muerte del Chino nos tiró para abajo. Esta excursión nos levantó.
Sin ser la muerte de nadie la masividad en la ida a Diciembre fue moneda corriente en cuatro materias: dieciseis de los veintipico se fueron a examen en Física, Matemáticas, Instrucción Cívica y, como siempre, Contabilidad. Menos en Matemáticas yo me anoté en todas.
Sobre finales de año ya habíamos comenzado con la seguidillas de brindis. De casi todos ellos tengo el mismo recuerdo: "salud, y que el año que viene sea mejor, porque este fue una mierda"