El nuevo



Durante mis últimos años de primaria siempre contestaba lo mismo si me preguntaban a qué escuela iba a ir en la secundaria: a la misma que va mi hermano. Ya hacía un tiempo que a la otra pregunta, “nacional, comercial o industrial?”, venía contestando que comercial. Así que no fue extraño que egresara del colegio del que egresé y que tuviera a los compañeros que tuve. Pero qué pasó que yo no estaba ahí en primer año?

Durante mi infancia en el Club Social estuve en contacto permanente con alumnos del que después sería mi colegio. Así que todo el tiempo oía historias del “central”, del edifico de 9 de Julio y Madariaga. Historias que mi hermano no contaba porque él iba al “anexo”, el llamado “Rancho”. Una casa vieja sobre Salta, casi enfrente de la Regional. Por años me hacía el tonto cuando me decían que el comercial se cursaba de noche y yo decía que no, que en el anexo estaban los de comercial a la mañana. Y me decían que sí, pero que eran la división “2da” que primero cursaba tres años de noche en el central y luego terminaba la secundaria de mañana en el anexo. Uh, que bajón! No me gustaba nada la idea pero de a poco me fue cerrando. Costaba. Ni a palos en esa época me animaba a ir a un colegio nocturno. Sobre todo habiendo hecho la primaria ni más ni menos que enfrente de mi casa en el cándido turno mañana. Bueno, ya faltaba poco y debía terminar de aceptarlo. Mi papá y mi mama me resolvieron el tema de mi fobia al vespertino de un modo original: sin que yo se los pidiera y anotándome en un colegio donde yo no quería ir. Otro día hablaré de mi paso fugaz por la enseñanza privada.

En 1981 las clases empezaron un lunes, como suele suceder. Pero en mi colegio los “nuevos” ese año empezaban el miércoles. Una preceptora nos llevó a Naveira y a mi hasta la puerta del aula, en el primer piso. Ahí, al lado de la puerta de la escalera, por la zona donde en esa época se entraba al colegio, las dos primeras aulas tenían las puertas juntas. Y ahí estábamos los dos, con una risita nerviosa, mirando desde nuestra posición privilegiada a los dos grupos: 2do 1ra y 2do 2da. En ninguno de los dos cursos había profesor. Mientras la preceptora iba y venía recuerdo que miramos para 2do 1ra y vimos una escena de algo que hoy se conoce como bullying. No me pregunten por el agredido porque no estoy seguro, pero creo recordar al agresor. Naveira me miró con cara de que bravo ese pibe. A primera vista no me gustó mucho ese ambiente. Además los veíamos de espaldas. En cambio, mirando hacia la izquierda estaba 2do 2da. Se escuchaban risas. La puerta estaba abierta y cada tanto se asomaba alguien del fondo que se acercaba adelante para ver a “los nuevos”. Dos chicas que estaban en los primeros bancos nos miraban sonriendo. Era como una invitación a entrar. Vecinas las dos. Una uruguaya y otra que hoy día es mi colega y que por esa época usaba unos anteojos de aquellos. La preceptora se acerca junto con otra persona. Vienen hablando y dicen que como en 2do 1ra hay una persona más que bien podíamos ir uno a cada curso o ir los dos a 2do 2da. Ni lo dudamos. Ahí entramos. A los dos segundos se acercan otras dos chicas que se sentaban atrás de todo, en el otro extremo del escritorio del profesor. Nos ofrecían intercambiar lugares. La verdad que por ser el primer día estaba como muy expuesto para estar delante de todo, no? Así que dije que si y hacia allá enfilé. Buen lugar. Primer fila, último asiento. Podía, más o menos, ver a todos. Y cualquiera que quisiera mirarme tenía que o darse vuelta o a lo sumo mirar hacia su derecha. Timbre.

Primer recreo. Patio. Me acerco tímido al kioskito (por esa época un ropero con candado en el medio del patio) y cuando me doy vuelta soy rodeado por un grupo de mis nuevos compañeros. Recuerdo a Flavio, al gallego, al cafiu, a lancha como integrantes del comité de admisión y bienvenida. Sabía que la primer pregunta “de qué colegio venís?” tenía una respuesta que difícilmente fuera del agrado de ellos así que contesté aclarando que había hecho toda mi primaria en una escuela pública, de esas que tienen número. Los niños de la 18 tomaron bien conocer a uno de la 7. Probé contando que yo era jugador de basquet del Social. Sabía que muchos que jugaban en Lanús iban al mismo colegio. Pero no. Ninguno jugaba al basquet. Luego la cosa vino por el lado de la música. Era fundamental por esos momentos saber si se estaba ante un rockero o un bolichero. Me alcanzó con nombrar los LP que estaban en la batea del living junto a mi Zenith Allegro para que los admiradores de Sui Generis, León Gieco y el flaco Spinetta me miraran con sonrisas distendidas. Puff! Que alivio! Lo que en el colegio de los nuevos ricos me había costado prácticamente todo el año, acá lo estaba consiguiendo en menos de una hora. Gracias León, diría Mercedes Sosa. Bienvenido nuevamente a la educación pública!!!