Piedras Blancas. Ojo negro.


Cuando contratamos el viaje de egresados queríamos que fuera bien completito. Queríamos ir a bailar todas las noches y hacer todas las excursiones posibles. Por 1920 pesos argentinos conseguimos todo eso y más! Hasta teníamos incluida una excursión no tan común para los grupos estudiantiles: Piedras Blancas.
En 1980 mi hermano hizo esa excursión. Sus compañeros estaban algo cansados así que muy poquitos decidieron hacer el descenso en trineo. Lo irregular de la ladera hizo que su trineo se estancara y saliera eyectado hasta quedar a escasos dos metros de un precipicio. No pasó nada. Pero se confirmó la teoría de que ese lugar es peligroso para andar jodiendo con un trineo.
Cuando me toco el turno de ir a Bariloche recibí la advertencia familiar: "ojo, que no te pase como a tu hermano". No, claro! Que va! A mi no me iba a pasar.
Recuerdo que fuimos a Piedras Blancas en un micro más chico. El Rio de la Plata era demasiado grande para ese camino sinuoso y lleno de precipicios. Al llegar la mayoría del curso decidió prescindir del paseito en trineo. Qué pude haber hecho yo? Obvio! Saqué mi pase para tres bajaditas. En la primera la cosa ya mostraba su carácter peligroso. Era muy dificil mantener la estabilidad dada la irregularidad del terreno. Además la forma de ese trineo hacia que el "culipatín" se desarrollase a alta velocidad. No recuerdo cómo pero entré en una zona plagada de unas suertes de "lomos de burro" de nieve. El subir y bajar ininterrumpido hizo que perdiera el control y la manija del trineo se me estampara de lleno en mi ceja izquierda. Golpe seco! Solté el trineo y sentí un líquido caer por mi mejilla. Supuse que era nieve. Igual del cagazo no abrí los ojos. "Eduardo, Eduardo" empecé a gritar. Escucho que desde atrás me hablan: "Soy Carlos, qué te pasó?". Sin abrir los ojos me di vuelta para que me viera la cara. "Fssss! qué te pasoooooó?", me dice. Ahì me asusté. Carlos se acercó. Me pidió calma y me dijo que abriera el ojo derecho. Lo hice. Miré al suelo y pude ver una buena cantidad de sangre (mi sangre!) diluyéndose entre la blanca nieve. Esa imagen la conservo hoy como recuerdo imborrable. Entre Carlos y Eduardo me ayudaron a subir. La gente del lugar me metió en un cuartito donde me hicieron un par de curaciones y me dijeron que abajo, en la ciudad, tenía que ir al hospital a que me cosieran. Aaaay!
Una vez en el hospital me dijeron que tal vez no era necesaria la aguja (lo cual agradecì). Mis últimos dias del viaje de egresados fueron con lentes oscuros. Esa noche no fui a bolichear. Al otro dia fuimos a Grisú y de ningun modo me lo iba a perder. Así que mis compañeras me maquillaron el horrendo moretón con corrector de ojeras y ya. A bailar.
Hoy me rio de la anecdota pero eso si: aunque volví a ir a la nieve juro que en la puta vida me vuelvo a subir a un trineo.

La bandera naranja

Allá por 1981 vi por primera vez la bandera naranja. El 5to 2da de por entonces se iba a Bariloche y ahí estaban todos, subidos al micro, gritando, cantando. La bandera salía por una ventanilla y entraba por la otra. Al año siguiente la bandera fue heredada por la división de la hermana de Marisa (aquellos que alcanzaron la gloria ganando el viaje de Feliz Domingo el dia de la madre de 1982).
Ya cuando la heredamos nosotros la bandera estaba un poco roída. Recuerdo un intento de cruzar en patota el paso subterraneo de la Estación. El amontonamiento y el griterío sumados a la pretensión de no perder la bandera hizo que se cortara en dos pedazos como le pasa a la tela cuando está pronta a pudrirse.
Cierro los ojos y puedo oler a la bandera de 5to 2da. Una mezcla de humedad y olor a tierra. Recuerdo haberle estampado un par de autógrafos y hasta haberla custodiado en mi casa.
Terminado el año se la pasamos a los egresados 85 que nunca supe si cumplieron con el rito del traspaso. La tendrán hoy los de 3ro 2da Economía y Gestión? Ja! Supongo que no. Aquel que la conserve (si es que alguien decidió hacer eso en lugar de tirarla) puede que sepa que parte de la historia de mi colegio está escrita en ese sucio trapo anaranjado.

Ay Teresa, ay Teresa!


Entrar en segundo año a un curso ya constituido no fue totalmente facil. Tampoco me fue imposible. Lo cierto es que lograr integrarme a un grupo de 45 personas no era tarea para un par de meses. De a poco iba conociendo a algunos, basicamente a los que a la salida de la escuela caminaban por la calle Guidi. María Teresa era de los otros. De los que rumbeaban por Arias hacia Esquiú, calle donde precisamente ella vivía. De entrada pegamos onda..... mala! Tal fue la distancia en segundo año que para diciembre, estando con un grupete en la puerta del colegio esperando que algunos otros salieran de rendir una materia, Teresa cayó con sus invitaciones para el cumpleaños de 15. De los que estábamos ahí sentados estaban todos invitados menos yo. Teresa comenzó a repartir por mi izquierda, a uno, a otro, a otro, me salteó in my face y terminó invitando a quien estaba a mi derecha. Escena tensa.
En tercer año se habia puesto de moda una publicidad de pan rallado con una rima pegadiza. Yo, en un rapto de creatividad, decidí cantársela a Maria Teresa cambiándole la letra: "Ay Teresa, ay Teresa, poné las tetas sobre la mesa". La respuesta no se hizo esperar: PAF!! Sonoro cachetazo! y María Teresa, que me comía con la mirada, no perdió la compostura y, tambien cantando, me respondió: "Ay querido, ay querido, eso te pasa por atrevido".
Años más tarde la cosa cambió. No recuerdo bien en qué año Teresa fue votada (también por mi) como mejor compañera. Fue toda una revelación. La foto ilustra que en Bariloche habia confianza hasta para sacarnos fotos solos los dos. Allí donde había mala onda empezó a haber risa. Llegó la alegría!
Recuerdo haberle preguntado alguna vez qué iba a estudiar cuando termináramos la secundaria. La respuesta me sorprendió porque hasta venía con el destino laboral incluido: "voy a estudiar el traductorado de inglés para después trabajar en la Aduana". El otro día la busqué en google y ahí estaba Teresa, en la página de la AFIP (que ahora incluye a la Aduana). Que sorpresa hablar por teléfono. Todavía no la vi personalmente. Eso sí, su voz sigue sonando así de alegre como cuando teníamos 15 años.

El Toallón

Desde chico me gustaban los buzos de egresados. Me fascinaban. Por aquellas épocas no le hacía asco a las ropas con inscripciones. Mucho menos si esas inscripciones hablaban, en cierto modo, de mi. Con solo mirar esos buzos azules el otro sabía, al menos, tu edad y a qué colegio ibas. Recuerdo que la tercera vez que fuimos a Feliz Domingo haber sido reconocido por la 9 de Julio junto con algunos otros. Claro que no era por haberme lucido en pantalla esa vez sino porque sabían que éramos los compañeros de los que bailaron el mejor breakdance de todo el 84 en la prenda de baile.
Le rompí tanto la paciencia a alguien que no recuerdo que me terminó acompañando hasta San Justo (en un interminable viaje en el desaparecido 54) y fuimos hasta la fábrica de los buzos San Marco, que por esa época eran lo más. Infructuosa visita a la textil. No recuerdo bien qué paso, si eran caros, si no había. Lo cierto es que ya hacía frio, estábamos en quinto año y el buzito no aparecía.
No recuerdo cómo pero convencí al resto de comprar unos buzos de una marca que hoy ha cambiado su logo (y espero que tambien su calidad). Lindos! Lástima que cinco de ellos eran levemente màs claros que el resto. Maravillosa excursión de más de quince personas al Once para comprar los buzitos. . De tanto vender entradas para Bon Ami y de hacer aportes mensuales previos estos buzitos nos terminaron saliendo regalados, ja! Que bueno, también, que muchos de los que hoy usamos XL en aquella época con un L nos arreglábamos
Los que estábamos en 5to 2da solíamos cantar una cancioncita de la Colonia del club vecino al colegio que hablaba sobre los toallones. Tal vez la consistencia gruesa del algodón del buzo hizo que nos refiriéramos a él como "el toallón". El otro dia Viviana me preguntaba en un mail "todavía tenés el toallón? yo no". Si, Viviana. Aun lo tengo. Eso sí, ya no me entra.

Amputación de miembros


Empezaba 1982 y desde el año anterior, dada la inauguración del edificio nuevo, la matrícula del colegio crecía exponencialmente. Mientras mi división quedaba en el turno mañana 3ro 1ra volvía al vespertino. Eso sí. Algunos preferían no volver a la nocturna (Trepuila, Oliveras, etc) así que con ese grupo más todos los “nuevos”, que ese año era muchos, se creó un 3ro 3ra. Pero qué pasaba con ese curso que nacía a mitad de camino? Tenía pocos alumnos. Y como remediarlo?
Las autoridades del colegio en esa época carecían del más mínimo conocimiento en Psicología Institucional y solucionaron el problema, que ellos mismos habían generado, de una manera quirúrgica. Nos reunieron en un aula y nos plantearon que debíamos dividirnos y solicitaban voluntarios para irse del curso, ja! Minga! Quién se iba a querer ir de su propia división? Nadie. Entonces, qué hizo la “señorita”? Tomó la lista y la empezó a leer por arriba. Si bien mi apellido empieza con P empecé a temblar desde el primer momento. Estaba convencido que dada mi performance en “conducta” durante el año anterior yo iba a ser claramente elegido para el destierro. Pensaba en lo que me había costado adaptarme al otro colegio en 1er año. En lo traumático que había sido en principio la noticia del cambio para 2do y ahora tenía que pasar por esto.
Será que esta vieja hija de puta goza haciéndome sufrir? Y ahí estaba la señorita recorriendo las primeras letras. Yo pensaba que se iba a ensañar con otros de “mala conducta” pero el primer apellido que dijo me sorprendió: Badamo. Uh! Menos mal que con ella me llevo bien, pensé. Ya daba por sentado que íbamos a ser compañeros en el nuevo curso. La señorita seguía mirando la lista y cada tanto levantaba la vista y nos miraba. Yo quería que la tierra me tragara. Pensaba que no hacia falta que llegara a la P. Que en cuanto me viera me iba a clavar su siniestra mirada en mis ojos y me iba a dar la orden. La señorita le ofreció a Badamo irse con una compañera y no recuerdo si tuvo que sugerir otro apellido más pero lo cierto es que al toque salió todo un grupo en fila: Nancy García, mi amada Lidia y un par más. La tortura seguía: K, L, M, N….. Oliva! Bueh! Había faltado y no se podía oponer. Cuando se reintegró se enteró que ahora su division era otra. Se fue el chino también. Aunque prometiendo que seguiría siendo parte del grupo. Y cumplió todo lo que pudo.

Cuando la sencilla ceremonia de amputación llegó a su fin sentí que “me volvía el alma al cuerpo” como quien dice. Zafé. El bullicioso curso de más de cuarenta se había transformado en un grupo más pequeño, más compacto, más homogéneo. Ahí todo quedó claro: ESTOS eran mis compañeros!!

No no no, no tomes mi coco

Todavía tengo el casette TDK donde Eduardo me grabó este tema. Cuántas veces lo habré escuchado por los parlantes del interno 148 del Rio de la Plata en la segunda semana de agosto de 1984? Tres por dia? Puede ser. Más todos los asaltos, cumpleaños y eventos que convocaran a los de mi curso. El video dice que se bailaba en "Lepa". Pueden creer que no me acuerdo si en Bon Ami tambien? Nunca supe qué decía la letra más allá del estribillo. Igual la balbuceaba en un pseudo inglés como Roberto Quenedi, el de Capusotto. A la gran mayoría este temita no le evocará nada. Mis compañeros de curso con escuchar y cerrar los ojos seguro que sienten algo parecido a lo que siento yo.

Don't Take My Cocnuts

Doris, You can take my Frosted Flakes
Doris, You can take my Shake 'N' Bake
Doris, You can take my Burger king
Doris, You can take my Ring Ding

But Don't don't don't Don't take my Coconuts
Don't don't don't Don't take my Coconuts
Don't don't don't Don't take my Coconuts
Don't don't don't Don't take my Coconuts

Doris, you can take my Shrimp Fried Rice
Doris, you can take my Italian Ice
Doris, you can take my Chocolate Mousse
Doris, you can take my Cous-Cous

Doris, you can take my Marmalade
Doris, you can take my Sugar Cane
Doris, you can take my Baby Ruth
Doris, you can take my Sweet Tooth



El Orge



En 1983 cursé 4to año. Época de cambios. Y no solo en el cuerpo. Atrás estaba ya el cimbronazo de la amputación de buena parte del grupo al empezar 3ro. Era 4to año, Bariloche, la Universidad y la Democracia estaban a la vuelta de la esquina y mi lugar en mi división estaba ya claro. Hacía rato que había dejado de ser “el nuevo” y nada parecía amenazar la estabilidad lograda. Nada…. Salvo un repetidor!!!!

Orge estaba en 4to 2da desde antes que nosotros. Luego estuvo con nosotros y hasta allí llegó. Buena parte de mi curso lo idolatraba. Locuaz, intelectual, gracioso, músico, actor, etc. Un sinfín de cualidades. Lo cierto es que a mi me resultaba insoportable, aunque no tanto como lo insoportable que era yo para él.. De entrada me ubicó en el lugar de la gozada. Los dos primeros chistes vaya y pase. El tema es que insistió y la siguió. Algunos les festejaban las humoradas más que otros. Igual nada de eso lo aminalaba, por el contrario. Aguanté más que nada porque Orge estaba más allá del bien y del mal, porque faltaba mucho a clase, porque a mitad de año ya se veía venir que en 5to no iba a estar más.

Una sola vez me dieron ganas de aplaudirlo. Faltaba poco para las elecciones y se hablaba de política todo el tiempo. Una mediocre profesora (y peor ciudadana) habló de “los subversivos” y Orge la puso en caja. Le explicó lo que quería decir la palabra subvertir y le preguntó a la mina si ella estaba de acuerdo con el orden social imperante. Un genio! La mina optó por seguir explicando su materia que años más tarde sería eliminada de la currícula.

Igual un día estallé. No tengo presentes los detalles. Recuerdos reprimidos, que le dicen. Se me viene solo una imagen: yo sentado en mi banco, llorando. Y algunas almas caritativas y piadosas pidiéndole al Orge que aflojara de una vez.

Años más tarde fui a una marcha que se hace el primer sábado de mayo de cada año en el Planetario. Por aquellas épocas, fin de siglo pasado, éramos cuatro gatos locos los que íbamos a ese evento. Entre esos cuatro estábamos el Orge y yo. Nos vimos de lejos. Nos hicimos ambos los boludos. Un par de meses después lo veo en un bar del Pasaje Dellepiane al que iba bastante seguido y que hace años dejó de existir. Lo vi un día, lo vi otro y otro más. Lo vi que charlaba amigable con la dueña del lugar. Lo vi saludarse con un amigo mío así que me paré, fernet en mano, y lo fui a saludar. –Hola, te acordás de mi? Y me dice: “Si, vos sos Perrrrr-----“ y remarcó la R de mi apellido como lo hacia en aquellas épocas. Ya teníamos más de 30 años. Nos miramos, nos sonreímos, y ahí quedó. Al tiempo, en ese mismo bar, tuvimos una conversación que marcó un antes y un después en mi relación con él. Sin que nadie acuse a nadie nos pusimos a hacer memoria. Palabra más, palabra menos Orge reconoció haberme tenido para el cachetazo todo ese año y saben qué? Resulta que era por lo parecidos que éramos. Me dijo que le molestaba el relativo liderazgo que yo tenía en el curso y que sabía que en el fondo no éramos tan distintos pero que a sus 17 años le costaba aceptar que alguien pudiera opacarlo. Nada más lejano a mi intención y a mis posibilidades.

Hoy Orge además de una estrella del under es un padre responsable al que veo traer a su criatura al colegio frente a mi casa. Un ex alumno del colegio que tal vez no esté todos los días en la tele como este militante del Ari, ni haga importantes descubrimientos como esta prestigiosa científica. Pero el colegio debe estar orgulloso de haberlo contado entre sus alumnos. Y aunque no fue a ni a Feliz Domingo ni a Bariloche también fue mi compañero…


Yo elegí handball

Fui el único de mi división en conocer una base militar por dentro en carácter de conscripto. Ninguno de mis compañeros varones conoció el rigor de la vida militar; aunque sí todos pudieron hacerse una idea a partir de la Educación Física que tuvimos. Un profesor militar, o ex militar, nunca lo tuve muy claro. Lo cierto es que la cosa era “alinear SE”, “vistalfren TE”. Un día uno del otro curso apareció con un pantaloncito floreado. “Lo felicito Cespi, lindo pantalón. Una pregunta: hay para hombres también?” Uoooooh! Risa gozadora. Porque este profesor así como amaba la disciplina también estimulaba las risas de goce.

En la primera semana de segundo año vinieron a pedirnos que eligiéramos nuestro deporte para Educación Física. Fiasco total para la gente que eligió volley porque al final terminaron jugando al handball. La pregunta iba y venía por toda el aula: “vos qué elegiste? Y vos?, Y vos?” Yo elegí handball, yo elegí handball. Lo repetí como veinte veces. Me gustaba la sonoridad de la frase. Si bien yo sabía pararme en una cancha de volley me pareció interesante este otro deporte del que poco sabía, nunca lo había visto jugar (ni por la tele) pero tenía la particularidad de que la pelota se agarraba con la mano. Como jugador de basquet que yo era creí ver en ese punto a ventaja. Y ahí fui.

Supongo que las chicas se divertían en sus clases de Educación Física. Para los varones no era precisamente un espacio de diversión. Todo lo contrario. En el campo de deportes del colegio no se jodía. O al menos los alumnos de este profesor (por aquellos años casi todas las divisiones del colegio) sabíamos que a pelotudear no íbamos.

Dos veces por semana, uniforme reglamentario y encima uno de esos dos días era el sábado al mediodía!. Sí, no era el año 1940 pero igual tenía que ir a la escuela un sábado. Los federados de basquet no podíamos ir el sábado más allá del mediodia por cuestiones de fixture así que este profesor nos hacía ir a las nueve de la mañana a todos los que jugábamos en Social, en Lanús y en el desaparecido Bet Am. Ahí me veía con algunos que eran mis rivales o habían sido rivales de mi hermano. Recuerdo a Crupi, Feiguelblat, Riera y tantos otros. Interesantes esas clases de sábados, no? Además de ser nuevo estaba solo y era el más chico. Catorce años, aun si haber pegado “el estirón” mezclado entre monos de más de 1,80 m, jua! Los basquebolistas teníamos nuestra clase junto con 4to 1ra nacional. Nada que ver!!!! Igual se armaban unos buenos partidazos en los que fui aprendiendo un poco sobre el balonmano Con todo este entrenamiento sabatino los lunes con mis compañeros se hacían cada vez más llevaderos.

A fin de año se hacía la clásica “Fiesta de Educación Física” que tenía un momento emocionante: el partido de handball entre comercial y nacional. Este profesor armaba dos combinados con las estrellitas del handball escolar. Casi siempre gente de 4to y 5to. En 1982, el combinado de comercial lo integraron tambien tres jóvenes promesas de 3ro 2da: Flavio (pura potencia por el wing izquierdo, difícil de contrarrestar), Gustavo (que atajaba los penales sentado en una silla) y este gil que un dia de su adolescencia cambió el basquet por el handball. Aunque esa es otra historia.

El nuevo



Durante mis últimos años de primaria siempre contestaba lo mismo si me preguntaban a qué escuela iba a ir en la secundaria: a la misma que va mi hermano. Ya hacía un tiempo que a la otra pregunta, “nacional, comercial o industrial?”, venía contestando que comercial. Así que no fue extraño que egresara del colegio del que egresé y que tuviera a los compañeros que tuve. Pero qué pasó que yo no estaba ahí en primer año?

Durante mi infancia en el Club Social estuve en contacto permanente con alumnos del que después sería mi colegio. Así que todo el tiempo oía historias del “central”, del edifico de 9 de Julio y Madariaga. Historias que mi hermano no contaba porque él iba al “anexo”, el llamado “Rancho”. Una casa vieja sobre Salta, casi enfrente de la Regional. Por años me hacía el tonto cuando me decían que el comercial se cursaba de noche y yo decía que no, que en el anexo estaban los de comercial a la mañana. Y me decían que sí, pero que eran la división “2da” que primero cursaba tres años de noche en el central y luego terminaba la secundaria de mañana en el anexo. Uh, que bajón! No me gustaba nada la idea pero de a poco me fue cerrando. Costaba. Ni a palos en esa época me animaba a ir a un colegio nocturno. Sobre todo habiendo hecho la primaria ni más ni menos que enfrente de mi casa en el cándido turno mañana. Bueno, ya faltaba poco y debía terminar de aceptarlo. Mi papá y mi mama me resolvieron el tema de mi fobia al vespertino de un modo original: sin que yo se los pidiera y anotándome en un colegio donde yo no quería ir. Otro día hablaré de mi paso fugaz por la enseñanza privada.

En 1981 las clases empezaron un lunes, como suele suceder. Pero en mi colegio los “nuevos” ese año empezaban el miércoles. Una preceptora nos llevó a Naveira y a mi hasta la puerta del aula, en el primer piso. Ahí, al lado de la puerta de la escalera, por la zona donde en esa época se entraba al colegio, las dos primeras aulas tenían las puertas juntas. Y ahí estábamos los dos, con una risita nerviosa, mirando desde nuestra posición privilegiada a los dos grupos: 2do 1ra y 2do 2da. En ninguno de los dos cursos había profesor. Mientras la preceptora iba y venía recuerdo que miramos para 2do 1ra y vimos una escena de algo que hoy se conoce como bullying. No me pregunten por el agredido porque no estoy seguro, pero creo recordar al agresor. Naveira me miró con cara de que bravo ese pibe. A primera vista no me gustó mucho ese ambiente. Además los veíamos de espaldas. En cambio, mirando hacia la izquierda estaba 2do 2da. Se escuchaban risas. La puerta estaba abierta y cada tanto se asomaba alguien del fondo que se acercaba adelante para ver a “los nuevos”. Dos chicas que estaban en los primeros bancos nos miraban sonriendo. Era como una invitación a entrar. Vecinas las dos. Una uruguaya y otra que hoy día es mi colega y que por esa época usaba unos anteojos de aquellos. La preceptora se acerca junto con otra persona. Vienen hablando y dicen que como en 2do 1ra hay una persona más que bien podíamos ir uno a cada curso o ir los dos a 2do 2da. Ni lo dudamos. Ahí entramos. A los dos segundos se acercan otras dos chicas que se sentaban atrás de todo, en el otro extremo del escritorio del profesor. Nos ofrecían intercambiar lugares. La verdad que por ser el primer día estaba como muy expuesto para estar delante de todo, no? Así que dije que si y hacia allá enfilé. Buen lugar. Primer fila, último asiento. Podía, más o menos, ver a todos. Y cualquiera que quisiera mirarme tenía que o darse vuelta o a lo sumo mirar hacia su derecha. Timbre.

Primer recreo. Patio. Me acerco tímido al kioskito (por esa época un ropero con candado en el medio del patio) y cuando me doy vuelta soy rodeado por un grupo de mis nuevos compañeros. Recuerdo a Flavio, al gallego, al cafiu, a lancha como integrantes del comité de admisión y bienvenida. Sabía que la primer pregunta “de qué colegio venís?” tenía una respuesta que difícilmente fuera del agrado de ellos así que contesté aclarando que había hecho toda mi primaria en una escuela pública, de esas que tienen número. Los niños de la 18 tomaron bien conocer a uno de la 7. Probé contando que yo era jugador de basquet del Social. Sabía que muchos que jugaban en Lanús iban al mismo colegio. Pero no. Ninguno jugaba al basquet. Luego la cosa vino por el lado de la música. Era fundamental por esos momentos saber si se estaba ante un rockero o un bolichero. Me alcanzó con nombrar los LP que estaban en la batea del living junto a mi Zenith Allegro para que los admiradores de Sui Generis, León Gieco y el flaco Spinetta me miraran con sonrisas distendidas. Puff! Que alivio! Lo que en el colegio de los nuevos ricos me había costado prácticamente todo el año, acá lo estaba consiguiendo en menos de una hora. Gracias León, diría Mercedes Sosa. Bienvenido nuevamente a la educación pública!!!

Bariloche


Hace veinticinco años yo estaba en quinto año. Desde el otoño de cuarto año que solo tenía una fecha en mente. Once de agosto del ochenta y cuatro. No podìa parar de pensar en mi viaje de egresados. Me parecía EL momento de la secundaria. Me acuerdo de la reunión con los padres en la casa de Gustavo, en Deheza. De cuando estabamos en Quilmes con "el coordinador" que nos apuraba para empezar el contrato y aun algunos dudaban y yo le empecè a dictar los nombres. Y la nombré a Marisa primero, que ese dia no fue pero le dio los pesos argentinos a Fabiana. Por eso cuando fuimos a Bariloche Marisa era la pasajera nùmero uno de nuestra lista. Me acuerdo de la guita que juntábamos y juntábamos yendo a bailar a Bon Ami y poniendo plata. O no ponìamos plata todos los meses? Sé que con eso nos compramos los buzos en el Once, en una divertida tarde donde volviamos en el subte con una caja grande con los buzos, chochos de la vida! Alguien recordará, seguro, dónde hicimos el estampado. Cuánta plata sería? Porque además sobró para hacer una gran compra de supermercado donde nos compramos un montoooooon de alcohol y muchos sobres de jugo Inca. La cara del maitre en el Bariloche Center cuando pedimos jarras de agua y pelamos los sobres!!!!. Todo el viaje comiendo alfajores y chocolates que el padre del otro Gustavo nos habia regalado. En esa época mi hígado era otro.
Yo ya conocía Bariloche. Pero claro, no era lo mismo. Aunque no agarramos ni una nevada en la ciudad conocer ese lugar en invierno fue muy bueno. Yo tenía todo el viaje relatado en un cuaderno. Minuciosamente. La última vez que fuimos a Feliz Domingo lo perdí. Estaba dentro del bolso que nos chorearon cuando ganamos una prenda y fuimos a festejar. Estoy seguro que alguien más debe tener aun un registro como ese.
Volví a Bariloche en 1989 y en 2004. Primero de mochilero en tren, con Marisa. Y despuès en auto. Las dos veces pasè por la puerta del hotel. Pero la ùltima me animè a entrar. -Buenas tardes, señor. Mire, yo hace veinte años terminè la secundaria y estuve en este hotel. El señor, un hombre mayor, alto, rubio me mira y dice: -Ja! Veinte años?. y señalando el pasillo que comunica con las habitaciones agrega: -Quiere pasar a ver? Tenemos todo igual. Y se sonrió. Mirè el piso, los muebles, las ventanas sobre la calle, el televisor y por un breve instante me pareció oir un murmullo. Vi imàgenes rápidas, breves. La campera amarilla de Marcela, Eduardo que me daba un Marlboro. Era mi division! Preparándose para ir a almorzar...