Mostrando entradas con la etiqueta Mis compañeros. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Mis compañeros. Mostrar todas las entradas

Música del alma



Durante segundo, tercer y cuarto año, buscado o no, me senté a no más de un banco de diferencia de dos compañeros. El Cafiu fue uno de ellos.
Poseedor de uno de los nombres más representativos de mi generación tiene un apodo que es lo que quedó tras sucesivas deformaciones de "fuhrer" que, según me contaron, en 7mo A de la primaria 18 cada uno lo pronunciaba como le parecía. De hecho en segundo año yo llegué a escuchar a alguno que otro referise a Marcelo como Cafiuler.
En aquel segundo año muchos varones seguíamos teniendo algo de "nenes". El Cafiu no. Ya era un adolescente fumador, rebelde y con barba. Inteligente, pensante, gran jugador de TEG.
Tras mi primer recreo en el colegio supe que èl sería uno de mis interlocutores en más de un tópico. Y así fue. A poco de comenzadas las clases hubo que hacer algo en equipo y conocí su casa junto con la de Lancha, su inseparable compañero de los primeros años con quien ya venían juntos de la primaria. Grande fue mi sorpresa cuando al entrar a su living vi algo que también había en el mio: un piano! Es que a él es inevitable asociarlo con la música. Conocía toda la discografía rockera editada hasta aquellos momentos. Recuerdo todavía cuando vino él a mi casa por primera vez cómo miró con detalle la batea de discos. Hacía comentarios, daba datos. Es que con el tema supo hacer docencia. A más de uno le explicaba quienes eran los hombres de hierro de los que hablaba León Gieco, o que se escondía detrás de la letra de Canción de Alicia en el País. Sensible, intelectual, fue uno de los pocos a los que en tercero les regalé el libro que mi papá publicó ese año. Aun lo conserva autografiado.
Fue testigo directo del memorable cachetazo que me propinó el pequeño profesor de Castellano. Allí donde relaté ese episodio me dejó un grato comentario recordándome que él también ha leido a Lorca más allá del Romance de la luna luna que puede, también, recitar de memoria.
Era de los pocos compañeros que no elegía handball en Educación Física.
En segundo lo tuve a la izquierda, en tercero adelante y en cuarto año se sentaba atrás mio. Ese año formó parte fundamental del copamiento del periódico por parte de mi división. Aunque él ya venía publicando notas sobre Música Nacional año tras año. Como además de tener piano en casa los dos también teníamos máquina de escribir los originales también fueron tipeados por él en más de una oportunidad. En mi hoja de dedicatorias de fin de año de 1983 me escribió:

Tenés quince amonestaciones por plomo. Por tu culpa me cagó a pedos Marta. Tu cabeza me tapó el pizarrón todo el año. En sintesis, no te banco más. Me tenés re podrido. Felices vacaciones. Hasta al año que viene. Que en paz descanses (en las vacaciones).
PD: El próximo año seguí en el periódico o ese simulacro de bosquejo oficialoide.
PD2: Devolveme a David, chorro!




Cuando hace poco le leí esas palabras por teléfono me dijo: "pero Marian, yo te quiero" como esas veces en las que nos reconocemos diferentes al adolescente que fuimos. Lo cierto es que como dice la segunda post data yo tenía la costumbre de, en los intercambios, quedarme con sus discos. Uno de ellos se le devolví hace apenas unos meses. Lo conservé por años sabiendo que no era mio pero sin saber de quién era. Todos ese tiempo él supo que yo lo tenía.
Lo extrañé mucho al inicio de quinto año. Junto conmigo fue de los que sacó un número en el sorteo del Servicio Militar de esos que eran siónimos de Marina, pero su "bella vista" le fue útil a la hora de quedar exceptuado.
Reencontrarme con él fue por demás grato. De todos modos tampoco anduvimos totalmente perdidos estos años. La política, algunas reuniones y la muerte de Silvana nos volvieron a cruzar. Recuerda tantos o más datos de los que recuerdo yo sobre nuestra historia del secundario y sé que él podrá terminar de contarla si yo no lo hago. Sus aportes me ayudaron en más de una oportunidad y un dia del año pasado me senté junto a él lapicera en mano y lo hice de hablar de aquello que yo no recordaba. Empezaron a surgir montones de recuerdos y me dieron tremendas ganas de volver a todos.
El Cafiu es único. Un compañero bueno y necesario. De esos que es maravilloso tener en un grupo. Y yo tuve la suerte de ser su compañero.

La mejor


Desde que empecé con este blog supe que me iba a costar escribir sobre Silvana. En otros casos las palabras fluyen facilmente pero en el caso de ella no. Me dentengo y pienso en que todo lo que tenga para decir me va a resultar poco. Aun cuando tengo mucho para contar, la fluidez le deja paso a la duda, a la hoja en blanco y también al dolor. Hoy, que Silvana cumpliría los años que todos los "ex cuarto segunda" estamos cumpliendo, por fin me animo.
A primera vista Silvana y yo éramos muy distintos. Ella era una chica, como suele decirse, callada. Al punto que fue, creo, la última persona del curso a la que le conocí la voz. Durante mis primeros meses en la división casi ni hablaba con ella. Por eso durante un tiempo pensé que sus excelentes notas se debían a lo traga que era. Pero no era así. Silvana era inteligente y aprendía todo con facilidad. La misma facilidad que tenía para después trasmitirlo o explicárselo a otros.
Sus papás vivían separados lo que para nuestra generación era, todavía, casi una excentricidad. Vivía con su mamá y sus hermanos en una casa ubicada en la misma calle del colegio pero a más de diez cuadras. El estar lejos de la Plaza Villa Obrera hacía que la viera poco y nada durante los veranos.
Jamás se llevó una materia y dudo que en los cinco años de secundaria haya tenido alguna nota inferior a 7 ya sea en un trimestre o en alguna nota parcial. Tampoco la recuerdo peleando con alguien o en medio de conflicto alguno. Era muy buena y además se llevaba bien con las buenas.
Mis dos primeros años en la división nos sentábamos lejos pero en cuarto año la tuve ahí nomás, pasillo de por medio. Cercanía que lentamente se iba trasladando a nuestra relación. De a poco íbamos cambiando una mera relación de compañeros por una incipiente amistad. Recuerdo de ese año una graciosa situación en que tratando de ayudar a Ana en una prueba con Lamalia, inclinada discretamente hacia atràs y tapándose la boca, le mascullaba "más largo, más largo" y Ana (que ya se la llevaba a Julio del otro año) se reía porque no la entendía y luego agregaba otro Carbono y otro más a una interminable cadena. Por esa època empezábamos a prepararnos para Feliz Domingo. Obsesivos los dos armábamos unas listas de temas para el Repechaje donde tratábamos que cada palabra enganchara con la siguiente y usando el mínimo de sílabas posibles. Me acuerdo aun de Bacojunoceresreageamomotemisletocore, palabrón que contiene nueve Dioses de Grecia y Roma o Islaplayagolfocabopuntarioría para decir siete accidentes geográficos en dos segundos. Practicamos y ella era claramente superior a mi. Siempre fue nuestra garantía de llegar a la final en caso de no ganar ninguna prenda.
La separación de nuestro curso en quinto año hizo que, al menos los que quedamos en 5to 2da, nos replegáramos bastante sobre nuestro grupo lo que fortaleció mi lazo también con ella.
Al igual que con Flavio, Marisa y Claudia mis recuerdos con Silvana tienen más que ver con lo que vino después del 84. Al año siguiente de terminar las clases uno de los primeros lugares a donde me gustaba ir cada vez que mi viejo me prestaba el auto era a su casa. Mientras estuve en Puerto Belgrano en mi breve servicio militar me mandó una carta que aun guardo. En ella me contaba sobre una reunión que la división iba a hacer en la casa de Viviana. "No puedo imaginarme lo que va a ser sin vos", me escribía para hacerme emocionar. Me decía que su hermano había hecho la colimba en Santa Cruz para que no me sintiera tan mal. Me contaba que se había encontrado en La Casona con Eduardo, los Gustavos, Lancha y Patricia y hasta me hacía encontrarle la parte positiva a ser el único de mi división que tenía que soportar el servicio militar:

"Tratá de tomarte todo de la mejor manera posible, esta es una nueva experiencia y pensá que si bien todos se la salvaron no van a vivir esta experiencia. Estoy segura de que te va a gustar contarnos todo lo que hacen y va a ser lindo"

Por aquellas épocas hacía el CBC de la UBA para la licenciatura en Matemáticas, dificil carrera para la que le sobraba capacidad pero para una chica trabajadora de Lanús los horarios para burgueses de una facultad ubicada en Nuñez se hacían difíciles. Ese mismo año empezamos, junto con Flavio, a militar en el PI. Ahí nos fuimos acercando ya mucho más. La empecé a escuchar más y a conocerla en otros aspectos. Ya no solo su inteligencia sino su sensibilidad, sus convicciones, sus sentimientos más personales, su carácter. Recuerdo un viaje en tren a San Nicolás, cuando fuimos a una convención partidaria. Ya para esa época éramos muy amigos. Compartíamos no solo la militancia sino el uso del tiempo libre, las vacaciones, nuestros secretos y hasta un trabajo ya que fuimos empleados del mismo estudio contable con diferencia de semanas. En 1987 la interna del PI era tan fuerte que la Junta Electoral del partido precisó contratar un empleado. El puesto nos fue ofrecido a los de nuestro comité y así fue como Silvana, de repente, se hizo conocida entre todos los dirigentes del PI de la provincia.
Fue más de una vez conmigo a Villa Gessell. Tengo las fotos de uno de esos campamentos en el que vacacionamos con Flavio, Ana, Claudia y un montón de amigos en comùn. En una vieja agenda de esa época tengo el registro de montones de juegos de naipes. Nuestro juego favorito era el Jodete del que con nuestros compañeros de comité habremos jugado cientos de partidas. Otra de nuestras pasiones de la época era jugar al 10000 con los dados. Pasábamos horas así, divirtièndonos con dos mangos, tomando pavas de mate y fumando como escuerzos. Ya sobre fines de los 80 se mudó a otra casa en la que me quedé a dormir montones de veces. Tantas como ella se quedó en la mia. Yo era siempre bienvenido en su casa de la calle Alvear. Jugábamos con sus hermanos menores a las cartas, los dados, la Carrera de Mente o al Tutti Fruti. Mis viejos la adoraban. Silvana por esa época estudiaba en Económicas de la UNLZ.
Para las elecciones del 89 no votamos al mismo presidente. Mientras yo fui "orgánico" y voté por el plataforma nacional y popular del Frejupo, Silvana fue más astuta y advirtió la trampa antes que yo. Votó por el Frepu o Izquierda Unida (no sé cómo se llamaban ahí) y aun recuerdo sus sabias palabras. "Si votás a Menem te vas a arrepentir".
Estuvo en el mega fiestón que hice cuando me recibí con el que sería años más tarde el padre de su hijo. Recuerdo cuando vino a mi casa a contarme que iba a ser mamá. Estaba enamorada de un tipo que no supo estar a la altura de las circunstancias. Criar a su hijo sola fue algo más de todo lo que en su vida hizo a fuerza de sacrificio. El mismo sacrificio que la llevó a ser escolta de bandera en un colegio de 1800 alumnos. Junto con Carlos y Marisa fueron los compañeros de secundaria que estuvieron en mi cumpleaños de 30 cuando yo era cheto y vivía por Palermo. Rindió satisfactoriamente un examen y entró en la vieja DGI donde trabajó como "sabueso" un buen tiempo. Se compró su auto y su casa cuando muchos de los que la teníamos servida estábamos lejos de poder hacer al menos una de esas cosas. Era temerosa cuando se largó a la calle con su Renault 4 pero para la época del Volkswagen ya se animaba a ir sola con su hijo manejando hasta Mar del Plata.
Ostentamos durante años el mote de "mejor amigo" del otro y atesoramos algunos secretos con exclusividad.
Una mañana del 2001 nos encontramos en el tren yendo a Constitución. A pesar de trabajar a tres cuadras el uno del otro en diferentes organismos del Estado Nacional nos veíamos menos. Nos dió una gran alegría vernos. Recuerdo que comentamos la decepeción que teníamos ambos por el gobierno del moderado señor del helicóptero del que tampoco habíamos esperado mucho. Fue esa nuestra última charla. A fin de ese año, justo para la época de los presidentes efímeros (que todavía tienen cara para hablar en público) Silvana sintió un fortísimo dolor de cabeza y decidió irse a una clínica. No pudo ni arrancar el auto y se desvaneció. Su hermano menor la llevó desesperado. Nada pudieron hacer los médicos. Su ACV fue letal. Recuerdo su velatorio y la cara de Iván, su hijo de apenas ocho años que quedó a cargo de su abuela materna la cual hoy lo cría en la casa que Silvana compró.
Tras el reencuentro de mi división Claudia dijo en un mail que ese encuentro le iba a resignificar la ausencia de Silvana. Y obvio que fue así. Está en el recuerdo de cada uno. A veces vuelve a ser mi interlocutora. Me imagino contándole mis cosas de hoy en día, mis secretos. Pienso como sería hablar de todo lo que hace diez años no existía. Apuesto a que pensaríamos igual sobre un montón de cosas. La mejor alumna, mi mejor amiga, se nos fue hace rato.

La primera de la lista


Relacionarme con Adriana siempre me fue tarea dificil. Y esto iba más allá de la dificultad que muchos en mi división tenían. Porque, convengamos, yo no era el único que demostraba no estar capacitado para compartir con ella de otro modo. Tal vez era porque ella y yo éramos la más baja y el más alto del curso. Algunos adolescentes pueden ser muy crueles y yo a veces parecía proponérmelo con ella. Mis compañeros (no todos, claro) no se quedaban tan atrás. Se sentaba siempre en algunos de los primeros bancos por lo que una diversión grupal consistía en empujarla con banco y todo a través de una cadena en la que cada quien desplazaba el banco de adelante con los pies separándolo. Esto provocaba que quien estaba adelante, para el caso ella, quedara a centímetros del pizarrón. Solo en cuarto año me senté en su misma fila. La pesada bromita se repetía año tras año.
Su voz aguda y chillona era imitada por varios. Uno de ellos era mi amigo quien, además de ser el segundo de la lista, es su primo segundo. Entre él y yo se la hicimos dificil alguna vez. Adriana podría habernos acusado ante la preceptora o mejor aun ante la jefa de preceptores con quien nos profesábamos manifiestamente el mutuo odio. O por qué no directamente ante La Negra? Jamas lo hizo. Adriana tuvo en sus manos la llave para provocarnos una lluvia de amonestaciones a mi y a su primito. Pero como si por dentro dijera "perdónalos señor, no saben lo que hacen" nos la dejó pasar una y otra vez.
Creo que era la única de mis compañeros que había hecho la primaria en un colegio privado. Un confesional del centro lanusense donde tuvo de maestra en primer grado a quien fuera nuestra profesora de Física de tercer año.
Venía a la escuela en el auto de su papá. Un Renault conocido por todos como "el almentomovil". Su mamá, Alicia, una correcta señora que viajó a Bariloche con el curso y ya antes de firmar el contrato nos dejó claro a todos que no nos iba a molestar. Todos le agradecimos por eso. Y a nuestros padres les dijo que a quien iba a cuidar era a su hija. En Bariloche Alicia se portó de maravillas y se bancó estoica lo que significa compartir ese espacio con una division de secundario. El día que me rompí la ceja se encargó de verificar que yo estuviera bien y tras ver que quedaba en manos responsables fue con dos más a devolver la "ropa de nieve" de todos.
Dicen las malas lenguas que en primer año le recordó a un profesor que se había olvidado de tomar prueba. No puedo dar fe porque yo en primero no estaba.
Recién al volver de Bariloche logré con ella una mejor relación. Hace poco me recordó una anécdota que yo había olvidado. Uno de los últimos dias de quinto no recuerdo bien por què unos cuantos fuimos a la casa de María Teresa a la salida. Eran como diez cuadras, mediodía de diciembre, hacía mucho calor, el sol pegaba fuerte. Teresa, Adriana y yo caminábamos. En un momento la cargué a babuchas sobre mi espalda. No recuerdo bien por cuántas cuadras. Llegamos y Teresa me dio mucha agua. Hoy día Adriana recuerda agradecida mi cara colorada y transpirada.
Su buena costumbre de asistir regularmente a los encuentros de la division hace que la haya vuelto a ver varias veces ya. Fue por una casualidad compañera de trabajo de Marisa y más tarde entró a trabajar a una conocida empresa en su sede central cerquita de mi trabajo. Me la crucé un par de veces en la vertiginosa esquina de Perón y Diagonal Norte y es de esos pocos a los que se les puede decir "estás igual".

Langa


Al menor de los Gustavos, como al mayor, nadie jamás los llamó así. Es solo una licencia que me tomo en este blog donde evito llamar a la gente por nombre y apellido. Pero es que a los Gustavos se los nombraba por el nombre y apellido o, en otras ocasiones, por sus respectivos apodos. Llamarlo el cabezón me costó siempre ya que en mi tierna infancia supe tener ese apodo y detestaba que asì fuera. Tambièn se lo nombraba con la combinación apodo y apellido, que en su caso suena más simpático.
Sin duda era el galán de la división. Y no solo por la pinta (que aun hoy conserva) sino por la actitud. Amigable, espontaneo y por lo tanto entrador. Un compañero ideal para salir de jarana. En cuarto año recorrer con él los cursos de la planta alta para pedir material para el periódico escolar era todo un éxito. Las chichis de primero y segundo morían al verlo.
Al iniciar tercer año casi cae víctima de la amputación y termina en 3ro 3ra, cosa que finalmente logró evitar. Este detalle yo lo había olvidado y alguien me lo recordó hace muy poco.
Siempre afecto a compartir solía llevar compañeros de división a la quinta de su familia en Longchamps. Se sentaba atrás mio en cuarto. Por aquellas épocas los varones teníamos Educación Física muy temprano en la tarde un dia de los que había séptima hora. A mi se me complicaba ir hasta mi casa y tener tiempo de cambiarme y comer. El me solucionó el problema llevándome a almorzar a su casa una vez a la semana, como también lo llevaba a Flavio. Sus madres eran amigas. Recuerdo esa casa, su pasillo, el garage, el baño que tenía dos puertas. Todo era muy rápido. Llegábamos, nos poníamos la ropa de gimnasia, almorzábamos y la madre de Flavio nos llevaba a los tres hasta la escuela en el Falcon.
Buen alumno, formaba parte del grupo de los que aprobaban todas las materias. No sé cuántas veces o si tan solo una vez le pasó de llevarse alguna.
Hacía una cosa que para mi era algo excéntrica en aquel entonces y que hoy en día nos hubiera acercado muchísimo: practicaba tenis.
Ostenta el record de ser el compañero que mayor cantidad de prendas ganó en Feliz Domingo. Estuvo en el Sumando en Equipo ganador de la primera vez, ganó la prenda de baile con Viviana la tercera vez y supo trasladar con facilidad (previo ensayo) sus habilidades con la raqueta a empuñar una sartén para ganar junto al otro Gustavo la prenda de tenis en la última visita.
Su papá laburaba para Bagley, o algó así. Para el viaje de egresados nos regaló cajas llenas de alfajores (del blanco y del negro) y otras con chocolates. Muchos, muchísimos. Y venía de darnos flor de colaboracion al escribir las "relaciones" para la chacarera que Gustavo bailó en la tele.
Me perdí de cursar quinto junto a él pero aun así el último fue nuestro año de mayor acercamiento y formó parte del grupo de compañeros con el que nos fuimos animando a conocer otros aires y traspasar las fronteras de nuestro Lanús querido para las épocas en que empezabamos a ser ex alumnos de secundario.
Al poco tiempo su papá falleció joven como para irse. Recuerdo ese momento como uno de los últimos en que mi contacto con Gustavo seguía siendo frecuente. Años sin vernos hasta hace poco. Cuando me vió, me sonrió y me abrazó diciendo "que lindo pibe". Ja! Y que lo digás vos, cabezón!

Una dulzura


Siempre recuerdo que en mis primeros días en el multitudinario 2do 2da pasaba gran parte del tiempo observando a mis compañeros para intentar entender de a poco quién era quien. Había dos chicas a las que inicialmente llamaba "las mellizas" porque, sinceramente, las veía muy parecidas. Con el tiempo aprendí a diferenciarlas. De una ya he hablado. Hoy hablaré de la otra.
De voz suave, agradable, muy femenina. A Viviana siempre le caí bien. Me festejaba las bromas (que no siempre eran para festejar) y tuvo conmigo en segundo año un gesto que nunca voy a olvidar. Tras el incidente que tuve con dos compañeras mi situación respecto del grupo no era el mejor, sobre todo en relación a las chicas. Al contrario de lo que todas hacían Viviana me invitó a su cumpleaños de 15. Aun cuando parte de mi castigo consistió en que me prohibieran ir a ese cumpleaños, su convite me hizo sentir claramente incluído.
Su sensibilidad supo hacerse poesía y allá por tercer año se publicaba en el periódico escolar su "Tristeza" cuya primer estrofa decía:

Caminando estoy
por la tarde gris
sé que una mañana
como flor temprana
te veré venir

Creo no haberme juntado con ella a estudiar o a "hacer equipo" pero si la recuerdo en montones de cuestiones extra escolares, como las idas a Quilmes, la modesta salida del día de la primavera en cuarto año, una excursión de un grupito a las piletas de Ruta Sol, el dia del amigo de quinto año, mateadas dominicales en su casa, siniestras sesiones de El Juego de la Copa, la compra de los buzos, etc.
Durante cuarto año la ubicación de nuestros bancos me permitía mirarla a discreción. La amé en secreto todo ese año. Un secreto a voces para toda mi división. Nunca me dio bola pero tampoco se cerró a una relación de amistad y compañerismo. En quinto año caímos del mismo lado de la pared en la repartija del curso. A mitad de año ganó la prenda de baile de Feliz Domingo junto al menor de los Gustavos humillando a los competidores. A pesar de mi insistencia nunca quiso anotarse para el concurso de las secretarias, como sí lo hizo Liliana.
Al año siguiente de terminar el secundario me escribió una carta mientras yo hacía unos dias de colimba junto a su primo Rubén en Puerto Belgrano. Allí me dibujó arriba de un barco con una leyenda que decía: "vos sos el marinerito niño bonito del regimiento". Junto con Graciela hizo el magisterio y hoy trabaja en uno de esos colegios donde es necesario tener una fuerte vocación y amor por la tarea para no desesperar.
Dicen las malas lenguas que su actual padecimiento en la rodilla tiene el mismo origen que mis dolores en el ciático. Será?

La que cruzó el charco


A los dos minutos de haberme incorporado a mi división al comienzo de segundo año se nos acercaron a mi y a Naveira dos chicas para proponernos intercambiar asientos. Una era mi amiga más antigua y la otra su vecina Fabiana.
Como más de la mitad de mi división hizo la primaria en la 18 y de las pocas (o no sé si la única) que venía de 7mo B. Oriunda de un pueblo uruguayo donde nació un famoso actor llegó a la Argentina allá por 1974 para empezar 2do grado. Era de las pocas compañeras de mi división que usaba el pelo corto y con sus piernas nuestro eterno profesor de Geografía solía distraerse, no sé si me explico!
Mi amistad con ella fue creciendo en paralelo con la de Marcela, su incansable compañera a la hora de bolichear. Incontable cantidad de veces hice vereda en la puerta de su casa, en el epicentro del barrio donde vivían muchos compañeros. Al ir teniendo más confianza me hice habitué ya de su living. Conocí a sus hermanos, a su mamá enfermera, a su papá que un día me aclaró qué cuerno era la Antropología (de la que yo tenía apenas una vaga y errada idea). Los horarios de trabajo de sus padres hacían que Fabiana quedara a veces a cargo de sus hermanos, momentos en que podía vérsela imponiendo su autoridad. Recuerdo una tarde de enero con mucho calor en que fumábamos rubios con la puerta de calle abierta (por què no?) y en un descuido su hermano Pablo, apenas un niñito en ese entonces, dejó escapar a un perrito cachorro. El lomo de burro que hoy está exactamente ahí no existía y el perrito vio el fin abajo de la rueda de una camioneta. La madre de Fabiana desaprovechó el escaso momento del día que tenía para dormir, se levantó y dispuso del cuerpo del perrito con envidiable sangre fría.
Sostuvo durante buena parte de aquellos años un noviazgo a la distancia con un chico de su pueblo al que veía unicamente cuando viajaba. Mi estupidez adolescente siempre fue un inconveniente a la hora de mantener una amistad sostenible con Fabiana. Siempre me sucedía (no solo con ella) que una palabrita subida de tono por parte de otros yo la leía como una invitación a la zarpada y ahí caía irremediablemente. En esos momentos Fabiana sabía ponerme límites. En una carta de mediados de cuarto año me dijo:

No sé por qué te dejé leer la carta para Marco, yo pensé que te ibas a reir, pero vos demostraste que no y eso me gustó mucho.
Muchas veces quise ser tu amiga pero vos no me dejaste. Cada vez que me acercaba a vos me salías con una zarpada o se te iba la boca.

Al final tenía razon La Negra cuando me dijo su famosa frase "su boca es una cloaca".
Pasó a cuarto año dejando dos previas. Ya teníamos que empezar quinto y esas dos previas todavía estaban ahí. Junto con Marcela eran mis alumnas particulares de Merceología en las calurosas tardes de febrero del 84. Los días pasaron y Matemáticas de tercero aplazada trabó a Matemáticas de cuarto. Un examen más con un 2 y pasó lo que no debía pasar: Fabiana repitió. Tener a su hermana María José en el colegio hizo que pudiera quedarse y, como a mis compañeros que pasaron a 5to 1ra, la seguí viendo todo el año en los recreos. Vino a Bariloche en compañía de una "prima", Celia, que nos deleitaba con su música. Padeció un síntoma en su labio durante casi toda la semana como lo acreditan varias fotos. En Uruguay Marco chocho de la vida. Ningun chico iba a querer besar a su novia durante el viaje de egresados.
Al igual que Marcela vino a Feliz Domingo con nosotros todas las veces y después, cuando hizo quinto, siguió yendo con su nueva división. Al terminar la secundaria se fue a vivir a Chaco. Lo último que supe de ella fue que allá tenía un novio y durante años repetí la versión que circulaba entre mis compañeros: el novio de Fabiana había tenido un acciedente y quedó con amnesia. La primer parte del chisme era cierta, la otra no. Nada supe de ella por años. Mis compañeros la encontraron supongo que gracias a esa cosa llamada feibu. Ahora vive en una de las mejores ciudades argentinas y se hizo fanática de Newells.
Dificil de entender para sus hijos la historia de la repetida de año en el secundario, sobre todo porque su mamá terminó el profesorado con medalla de honor por ser el mejor promedio! Que tul!!

La que no fue a Bariloche


Cuando me preguntan si en mi secundaria me divertí siempre digo que sí. Y mucho. Y una de las cosas más divertidas fue haber tenido a Ana de compañera.
La tenía sentada cerca en 2do 2da. Fue por eso que no solo escuchaba de ella lo que escuchaban todos sino también lo que Ana decía por lo bajo, sus comentarios, sus chistes, sus remates. Innumerables escenas en las que de repente todo un sector del aula estallaba en risa por algo que ella decía. Profesores y preceptores que se desesperaban porque no entendían qué era aquello tan gracioso.
Una vez, al inicio de tercer año, hice un asalto en mi casa. Eran todos compañeros de la división más alguno que otro. Entre esos otros estaba el que, a la larga, se convertiría en su ex marido. No fui el único al que le pareció ver algo extraño en esa pareja. Como que el tipo a Ana le quedaba chico. Pero los de afuera somos de palo y callamos. De repente el lugar de Ana en el curso cambió. De ser parte del "nucleo duro" del grupo pasó a ser de las que solo viven para su noviazgo. Si bien nunca cultivó el perfil bajo dentro del curso lo cierto es que participaba poco de las actividades extra escolares. Su simbiosis fue tal que de repente Ana no pudo (no quiso) escribir más su nombre tal cual es. La "patita" derecha de su inicial A se prolongaba hacia abajo convirtiéndose en parte de una J. Tengo montones de papeles, dedicatorias, tarjetas, hasta un cenicero donde su firma no es solo suya.
Sus imitaciones de la de Matemáticas de tercero eran muy graciosas y creibles. No obstante todo su buen humor podía cambiar ya que no vacilaba a la hora de ponerle los puntos a quien considerase que lo merecía; sea un compañero, un profesor, un preceptor o una de las Señoritas, como el dia que a la mencionada le paró el carro cuando nos mandó a callar la primera vez que nos reimos en el aula luego de la muerte del Chino. "Qué prefiere usted? Que sigamos llorando?".
Al llegar a cuarto a su novio le había tocado la colimba en el sur y Ana pasaba largos ratos escribiéndole cartas. Llegó la hora de contratar el viaje a Bariloche y ella dijo que no iba a viajar. Imposible acordarme de todo lo que le dije. Busqué todas las maneras que se me ocurrieron para convencerla de que esa decisión era por demás erronea. Y no fui el único. Pero no hubo caso. La tristeza por la lejania de su novio durante un año le hacía imposible pensar estar separada de él tan solo una semana.
Al comenzar quinto ya habíamos planeado sentarnos cerca. Ella y Paula atrás de todo, yo adelante con Claudia y más adelante Liliana con Eduardo. Así lo hicimos. Aunque los primeros dias en quinto no tuvieron nada de graciosos. Recuerdo que cuando algún que otro gil se desubicaba Ana no dudaba en ponerlos en su lugar. No sabían con quién se metían algunos ya que pronto los gozadores pasaron a ser los gozados. Su predisposición para pasarla bien fue de gran ayuda para recuperar las ganas de ir al colegio y ya sobre finales de año nos divertíamos tanto que "ese grupito del fondo" estaba en la mira de muchos. En especial de la jefa de preceptores que nos detestaba a ambos en partes iguales.
Junto con Claudia ganaron la prenda "Guie a su pareja" en Feliz Domingo en la segunda de nuestras cuatro participaciones. Fue memorable. Ya pasadas las ocho de la noche, el estudio convertido en un hervidero, todos gritando. En cuanto quiso agarrar las tazas tiró todo. Como pudo siguió y de repente una bola de bowling y a tirar. Era el primer dia que habian puesto esa dificultad en la prenda y Ana, con los ojos vendados, que hacía gestos como que no tenía ni idea de qué había que hacer. De la nada y sin apuntar tiró ocho pinos que equivalieron a ochenta segundos de descuento que nos pusieron una vez más en la final.
De lenguaje mordaz en ingenioso imponía términos que sus compañeros de quinto adoptábamos de inmediato: remallar, cuquia, toallón, liyio liyio. Más allá de su memorable distanciamiento con dos compañeras con las que venían juntas desde la primaria, Ana siempre le puso pila y onda a la división. Aun habiéndose perdido el que, para muchos, fue el mejor momento de la secundaria. Recuerdo cómo nos miraba con cierta pena la semana que volvimos de Bariloche. Se quedaba afuera en todas las conversaciones. Dábamos nombres y relatábamos situaciones sin que ella pudiera aportar nada. Ni hacer un chiste, ni agregar algo que alguien había olvidado. Quedaba claro que no le había sido buen negocio quedarse con el novio.
Al final de quinto dejó montones de materias y mientras todos íbamos tramitando nuestro título ella posponía el tema para mucho más adelante.
Tras la secundaria la seguì viendo. Se acopló al grupo de mis compañeros de militancia que era como otra extensión de mi división ya que éramos varios los "ex cuarto segunda" que ahí estábamos. Recuerdo unas vacaciones en carpa en Villa Gessell donde también estaban Flavio, Silvana y Claudia. En el único casamiento de mis compañeros de secundario en el que estuve fue en el de ella.
La frecuenté hasta bien entrada mi carrera universitaria. Tenemos varios amigos y conocidos en común por fuera de la escuela. Muchos de los cuales también conocen a Claudia, a Flavio, a Marisa.
Pasamos mucho tiempo sin vernos. Hace relativamente poco me enteré que ya puede escribir su nombre sin aditamentos. Aquel novio que la conquistó en mi living hoy apenas es el padre de su hija. Hablamos largo por teléfono hace un par de meses y me contó más de un detalle. Algunas cosas yo las intuía, de otras me he enterado leyendo sus comentarios en este blog del que es entusiasta lectora.
Ana María cagar no podía, se puso un palito.... ah! perdón! Era un chiste!

Va y viene


Todos mis compañeros siguen viviendo en Argentina menos una. Marcela. Quién lo hubiera dicho! Peronista, un fuerte sentimiento nacional y no precisamente la mejor alumna en inglés, vive en Palmdale, California, al norte de Los Angeles. Sí, en la mismísima yankilandia.
Mi cercanía con ella se fue dando en paralelo a mi integración al grupo. Mientras ella, Fabiana, Ana y otras se iban constituyendo en un subgrupo dentro de la división yo me iba acercando casi por igual a unas y otras.
Epocas en que mis compañeras iban a bailar a Arlequín, desaparecido boliche a tres cuadras de mi casa que hoy es un salón de fiestas.
Por otra parte también era egresada de la 18, pero en el turno tarde, así que era amiga de mi amigo Eduardo. Vivían cerca así que recuerdo innumerables visitas a su casa de Esquiú. La escalera que terminaba en su cocina con el mueble pasaplatos. Yo ya sabía en qué puerta se guardaban las galletitas, en cuál la yerba y el azúcar.
La segunda de un grupo de cinco hermanos a los que conocí en su totalidad. Su hermana Marisa, un poco más chica que nosotros, también iba al colegio. A Bruno lo vi crecer en buena parte de su niñez y además creo que fue la única compañera a la que le nació un hermanito mientras estaba en la secundaria. Su papá era afiliado a SMATA por lo que los tres primeros años mi división pasaba en el recreo sindical de Kloosterman el dia de la primavera.
En tercero recuerdo su indignación mientras la de Historia (una con un apellido muy parecido al mio) destilaba gorilismo hablando pestes de Perón y Evita. La señora decía las mismas cosas que hoy la tilinguería de teflón dice sobre el matrimonio presidencial y Marcela hacía un bollo con un papel y lo rompía y la puteaba en voz baja.
Jugábamos mucho al juego de la copa, actividad que interrumpimos abruptamente tras la muerte del Chino.
Mäs tarde Arlequín dio paso a La Casona, boliche tristemente célebre, donde por aquellas épocas un profesor de Física del colegio (hoy vicerrector) hacía de seguridad. Y allá iban domingo tras domingo con Fabiana. Por esas épocas fuimos muy amigos. Para colmo un dia estaba en un boliche con su prima hermana que conoció a mi primo hermano y se pusieron de novios. Tengo el papel donde me escribió:

Sos genial, este año compartimos mil cosas juntos y espero que el año que viene seamos más amigos que nunca. Y espero que sigamos siendo primos así voy a tener que aguantarte lo que me resta de vida.

Al terminar cuarto Marcela dejó un tendal de materias para Marzo. Su situación era por demás complicada. Tras nuestra primer visita a Feliz Domingo en pleno verano junto con Fabiana venían a estudiar a mi casa tarde por medio. Yo las preparaba en Merceología. Tenían una parada dificil ante Lamalia. Aprovechaban mi living para fumar cual Patty y Selma y me dejaban los cigarrillos en custodia. Fue para esas épocas en que empecé a fumar y lo hice con la marca que Marcela fumaba. Veníamos bien con Merceología pero nunca llegaron a darla. Fabiana repitió primero y Marcela, en un solidario acto, dio mal Estenografía a propósito y también repitió. Yo también rendí ese día y me entristecí al saber que Marcela no iba a estar en quinto. Hoy en un mail me dice:

Que pendeja pelotuda! mira si repetir porque mi mejor amiga habia repetido!

Junto con Fabiana corrieron mejor suerte que Lancha y Daniel porque ellas pudieron quedarse en el colegio por tener a sus hermanas en otras divisiones. Aun así pudimos, como ella quería, ser ese año "más amigos que nunca". La veía en el recreo como veía a mis 7 compañeros que estaban en 5to 1ra. Seguía viniendo a Feliz Domingo con nosotros y cuando descubrimos que en el Embalaje Medio era mejor perder rápido para elegirte una buena prenda participó y en la primera ronda cuando pedían Dioses de Grecia y de Roma contestó "Umm" y le sonó la campanita. La tengo en montones de mis fotos de Bariloche. En todas sonríe, se la ve cantando, bailando.
Tengo una carta que me escribió en quinto. Enojada porque un dia me pidió que la acompañe al oculista y de mal modo (así parece) le dije que no. En sus palabras se nota que yo le importaba y también que sufría porque no estabamos juntos en el aula.
Al repetir cayó en una división donde se hizo una amiga llamada Jorgelina, que fumaba en el baño con ella y Fabiana. No sé bien cuándo se puso de novia con el hermano de esa chica. Y no sé bien cómo nos dejamos de ver. Supe años más tarde que se había casado con ese chico y que se había ido a vivir a EEUU. Y no supe más. Hace un par de meses estábamos con Paula y buscamos el teléfono de su casa familiar. La madre nos contó que sus dos hijas mujeres viven en EEUU y sus tres hijos varones acá. Nos dio su teléfono y la llamamos. No entendía nada. Se tuvo que sentar de la emoción. Hacía tanto que no sabía nada de nosotros que le tuve que explicar que el marido de Paula no era yo sino el novio que ella recordaba, el mismo que había sido su compañero cuando repitió cuarto.
Recuerdo una rima que se hacía con su apellido donde decíamos que "va y viene". Y eso es lo que Marcela desde hace unos años hace.

Flaca


Uno de los títulos posibles para estas lineas podría haber sido La más linda del curso. Sé que muchos de mis compañeros coincidirían en la apreciación. Pero evitaré abrir discusiones con unos o herir suceptibilidades de otras. En cualquier caso si ese título llegara a ser errado lo sería por muy poco.
En la interminable multitud de 2do 2da Liliana sobresalía. La recuerdo no tan lejos de mi rincón aunque, como ya dije, de entrada me la confundía con su vecina Viviana.
Ya desde el inicio nos caímos bien y tanta distancia no habremos tenido en segundo porque a poco de comenzar tercero estuve en su fiesta de quince. Tengo de esa noche el recuerdo de haber salido un rato a la vereda, a pasos de Juncal y Posadas, con el Cafiu (que la apodaba Popotitos) y Patricio que ya eran hombres y fumaban.
Hay un momento que me jamás me voy a olvidar. El dia de la primavera de 1982 mientras yo esperaba que se me secaran las medias y el pantalón de gimnasia empapados. De la nada irrumpió Liliana desaforada a los gritos. Tengo su cara de pánico grabada. Con cuatro palabras lo decía todo: el Chino se muere.
Cada vez que había que organizar algo que tuviera que ver con el viaje de egresados ahì estaba Liliana. Fui con ella a Quilmes montones de veces en el viejo 278 a preguntar cosas de Bariloche y otras tantas en el 37 a llevar las famosas listas para estar en Feliz Domingo.
En cuarto sacó mi papelito en el juego del amigo invisible, hecho que recordé de modo trastocado y que recientemente se aclaró. Hasta como amiga invisible me escrbía cartas lindas. Me escribió después en la dedicatoria de fin de año:

A pesar de haber discutido varias veces por bromas pesadas tuyas, te aprecio porque ultimamente has cambiado mucho y estás más bueno.

Estas palabras confirman dos cosas. La primera es que no era facil soportarme en mi adolescencia. La segunda es que nuestro vínculo se estaba afianzando.
Siempre fui bien recibido en su casa. Su hermana había egresado del colegio en la misma promoción que mi hermano pero en una division de comercial (nada menos que 5to 2da) en las épocas en que los dos últimos años se cursaban en el viejo Rancho de Salta y Juncal y de ahí lo conocía. Tardes de calor en su fondo con pileta de material construida por el padre y una hamaca doble.
Sacó con mi vieja Everflash una de las fotos barilochenses que cada vez que la veo me trae recuerdos hermosos: Carlos, Eduardo y yo bien arriba del Cerro Catedral rodeados de nieve. Me han dicho que esa foto circula por esa cosa llamada feibu o algo así.
El primer dia de quinto año me escribió una carta de seis páginas donde intentó por todos los medios subirme el ánimo. Estábamos más que tristes por la partición de nuestra división, porque no nos iban a dejar disfrutar juntos el que tenía que ser el mejor año de la secundaria. Quedamos del mismo lado en la repartija y se sentó adelante mio todo el año.
Fue nuestra representante en el concurso de secretarias de Feliz Domingo. Yo ya la había visto con el conjuntito rojo con el que desfiló. Una cinturita hermosa. Le quedaba pintado. Cuando llamaron a las concursantes a cambiarse todos le deseamos suerte. Estábamos convencidos de que pasaba a la ronda final. Al rato vuelve Marcela de los vestuarios, que la había ayudado a maquillarse. -Está hermosa, nos dijo. Y así era. Cuando Liliana salió no solo sus compañeros aplaudimos. De las gradas finales, donde ubicaban a los colegios industriales, se escuchaban toda clase de piropos y halagos. Pasaban dos a la final. Era obvio que Liliana tenía que estar sí o sí entre esas dos. La poca belleza de casi todas sus adversarias así lo indicaba. Nunca supe si la llave de Feliz Domingo estaba arreglada pero su concurso de secretarias sí que era bien trucho. Cada año quedaba demostrado y ese dia no fue la excpeción. Ganaron la otra que tenía que ganar y una medio bagarta que era de un colegio de Lanús Oeste que quedó eliminada rápido el dia de la final. Viviana había ganado la prenda de baile y qué mejor que coronarlo con Liliana finalista del concurso de secretarias! Pero no.
Cuando el vendaval de comienzo de quinto fue pasando nos fuimos curando juntos la herida a fuerza de risa. Vieron que dicen que la risa tiene poderes curativos!. Junto con Paula, Ana y Eduardo armamos un quinteto usina de situaciones hilarantes que más de un problema nos trajo a la hora de ser señalados por algun que otro docente, preceptor buchón o jefa de preceptores.
El otro día en un mail me decía que a su hija le habla de mi. Que le cuenta cómo nos divertíamos en el colegio. Me llena, como siempre, de elogios y dice que yo siempre tengo "algo para contar". Es por eso y por otras cosas, Liliana, que a falta de cuaderno remallado ahora ese algo lo cuento acá.

Siempre fuimos compañeros


Escribir sobre Flavio se me vuelve el mismo desafío que escribir sobre Marisa o sobre Silvana. Es querer hablar de aquello que culminó en 1984 cuando en realidad la gran mayoría de los recuerdos son de cosas que vinieron después.Fue de los primeros que se acercó a socializar durante mi primer dia de clase en segundo. Alto y ruliento como yo siempre fue bueno para los deportes, tanto para el distendido futbol como para el obligado handbol. También integró el "dream team" que ganó la prenda Sumando en Equipo en Feliz Domingo en enero del 84. Y más allá de eso también hacía punta desde lo intelectual. Sobran los dedos de una mano para contar cuántas materias se llevó a lo largo de los cinco años y hasta tengo la sospecha de que, en realidad, nunca se llevó ninguna.
Tesorero de la "guita grande" de nuestro fondo para el viaje a Bariloche era quien finalmente se llevaba la plata de las entradas de Bon Ami, rifas y aportes mensuales para dárselas a su papá que por entonces trabajaba en el Banco de Italia. Todo terminaba en un plazo fijo del que conservo un par de talones.
Viniendo yo de un colegio donde todos viajaban a Miami me sentí cómodo al tener en el curso compañeros como él con los que podía hablar de política o de música sin sentir que estaba ante un extraño sino todo lo contrario. Recuerdo que para el final de tercero y todo cuarto, levantamiento de la veda política mediante, haberlo escuchado una y otra vez decir en voz alta cosas similares a las que decía yo cuando se hablaba de los milicos, los partidos políticos, los militantes populares, etc. Tengo patente la imagen de Flavio discutiendo con un profesor de Derecho Usual llamado Hiracio que defendía al partido de centroderecha en el que militaba.
Al comenzar quinto año, cuando mi división fue obligada a partirse en dos, tuvo la entereza que a muchos otros nos faltó. En un feo momento, en el que estabamos en la sala de profesores mientras se esperaba que nosotros solos resolviéramos quiénes iban a 5to 1ra y quiénes a 5to 2da, tuvo la serenidad suficiente como para salir del enojo y el inmovilismo en el que casi todo el curso estaba. Hizo lo que todos debíamos pero nadie quería. Comenzó el armado del grupo minoritario que debía ir a 5to 1ra y ese fue el inicio de la "solución" que le dimos a un tema que, de haber persistido en nuestra bronca, hubiera sido resuelto (seguramente peor) por las autoridades del colegio. Su ingreso a un curso donde la política no era moneda corriente lo llevó a convertirse en delegado al Centro de Estudiantes, lugar donde estuve con él representando yo al otro quinto.
Tras egresar del colegio nos incorporamos casi al unísono a la patota del doctor en el viejo local de 29 de Septiembre junto con Silvana y la hermana de Marisa. La mayoría de mis recuerdos de los inicios en la militancia política los tengo junto a él: el acto del Luna Park en septiembre de 1985 (donde se constituyó la base de nuestro grupo militante de años), nuestras primeras Convenciones partidarias, el momento en que nos eligieron para integrar la mesa directiva de la Juventud lanusense del partido con apenas 20 años cada uno, la decepción en las elecciones del 87, el momento en que nos peleamos "con los viejos" y abrimos un nuevo comité dirigido por jóvenes, la noche en que ese comitè se nos prendiò fuego, etc
De esas épocas guardo la imagen de un Flavio devastado en el pasillo de la Clínica Modelo mientras su mamá, demasiado joven para morirse, la peleaba sin éxito en una de las habitaciones. Conoció por esas épocas a su esposa, una compañera (también militante) que a montones de chicos lanusenses les enseñó y enseña Lengua (aunque no lo hace a los cachetazos).
A fines de los 80 dejé de verlo con tanta frecuencia porque me alejé un poco del partido. En esa época de reposicionamientos fue de los pocos que perseveró en tratar de conseguir nuestros objetivos y luego de la reforma constitucional del 94 fue quien me animó a volver. Tengo el recuerdo de estar con él por Arias (la calle del colegio) una noche donde me hablaba de todo lo que se venía por delante mientras pegaba carteles que decían "Bordón presidente". Candidato a concejal en más de una oportunidad la peleó y la pelea en condiciones adversas. No vive de la política y ese es tal vez el fiel reflejo de que, como yo, la lleva en el alma. Como a muchos "progres" nuestra posición respecto del peronismo nos ha llevado a afiebradas discusiones o a amables coincidencias. Siempre en el marco del sano disenso, ja! Y sabiendo, además, que con solo consultar un maravilloso librito llamado Aportes para el Proyecto Nacional (que escribieron los convencionales de nuestro partido cuando Flavio y yo terminábamos tercer grado de primaria), se nos despeja a ambos cualquier duda ideológica. Dentro de nuestro partido es una referencia ineludible no solo de Lanùs sino de la zona sur y siempre le es reconocido el haber mantenido viva la estructura partidaria aun siendo muy joven. De ahí que, aun hoy, se hable en el PI de "los chicos de Lanús".
No recuerdo de qué cuadro era hincha en nuestra secundaria pero con el tiempo su pasión se inclinó por el color granate.
Es uno más de ese selecto grupo de dos o tres con el que no me voy a "re encontrar" ya que nunca nos hemos perdido demasiado. Tenemos amigos y compañeros de militancia en común. Mucha de esa gente ha escuchado más de una vez la historia de la "división intransigente" en el colegio de Lanús.
Más allá de las diferencias transitorias que, por nimiedades, hemos tenido, sé que siempre Flavio estará ahì. Luchando por sus ideales, que también son los mios. La patria grande que San Martín y Bolivar soñaron. La que Yrigoyen soñó para mis abuelos y Perón para mis padres. La que Alende nos enseñó a él y a mi. Y a la que él y yo queremos ver con la riqueza, la cultura y el poder socializados.

El amo de casa perfecto


Cuando comenzamos cuarto año mi amputada división adquirió una nueva identidad con la incorporación de cinco varones nuevos. Como casi toda división del comercial de aquellas épocas la mia también tenía superioridad femenina. Pero en cuarto año los varones fuimos, solo por esa temporada, más que las chicas. Mientras ellas registraban las bajas de Holik y Patricia Rodríguez por el lado de los varones se incorporaron tres repetidores (el Orge, Eracovich, Galvan) y dos con pase de otros colegios: Juancho y Carlitos.
Carlitos, Carlos, Charly provenìa de un colegio capitalino que supo ser prestigioso. Entró al aula y recibió las miradas que yo había recibido dos años atrás. Se sentó en el primer banco, adelante de Fabiana, al lado de Adriana. En la fila donde estaba yo en tercer lugar sentado junto a Eduardo. Todos comentaban por lo bajo sobre su peinado, su nariz, su apellido que nadie había escuchado bien, sus pantalones ajustados. De entrada me miró y buscó una cara amigable. Nos habíamos visto eventualmente en el Club Social durante nuestra tierna infancia. Tengo patente el recuerdo de verlo en los carnavales infantiles disfrazado de pirata. Conocía a una de mis mejores compañeras del primario. De ahì nos recordábamos.
El hecho de que su casa quedara por Ayacucho y Gaebeler rapidamente lo ligó a Eduardo y a mi. Fumaba mucho, entendido en temas de autos, le gustaba "hacer living". Rapidamente con Eduardo lo incorporamos a nuestro grupo más cercano. A los pocos meses de su llegada al curso contratamos el viaje a Bariloche. Se prendió con gusto lo que marcaba que ya estaba del lado de adentro.
Poseedor de un interesante sentido del humor, ácido, sarcástico. Desde chico un tipo muy habil para quehaceres diversos. Me consta que puede dirigir una obra de refacción de una casa sin problemas y hasta realizar por sí mismo cualquiera de las multiples tareas (pintar, revocar, demoler, pulir, realizar una instalación elétrica). Amen de ser un buen cocinero, entendedor sobre vinos y por sobre todo alguien pulcro. Desde limpiar el inodoro hasta elegir un color de pintura, desde saber qué le pasa al auto con solo verlo o escucharlo hasta cambiar la llanta, el tipo para la casa y el auto es mandado a hacer. La foto que lo muestra pasando la aspiradora en el living de mi casa en la fiesta post Bariloche ilustra lo que digo.
El dia que cumplio los 18 llegó tarde al colegio. Uso las primeras horas del día para ir a la municipalidad a sacar el registro y se apareció luego en el colegio con su primer auto, "la bicha", un fiat que había sido el auto de su familia. Que jugador! Me acuerdo salir del estacionamiento del colegio arriba de su auto, ante la mirada de algunos profesores. Tampoco debo olvidar que en el 85, la primera vez que mi viejo me dió el auto en realidad no me lo dió a mi: se lo dió a Carlos y fue él quien me enseñó a manejar. Junto con Eduardo y Lancha compartí con Carlos el dormitorio en Bariloche. No sé bien cómo pero en esa oportunidad rompió el aglomerado que está bajo las camas y hubo que pagarlo. En la excursion del Cerro Catedral fue uno de los únicos cuatro que nos subimos hasta la última aerosilla. Recuerdo que por momentos no veíamos a Eduardo y Liliana en la silla de adelante porque estabamos literalmente en una nube. Hay una foto en la cima del cerro tomada por Liliana en la que todo alrededor es blanco. Había mucho viento y caia aguanieve lo que fue maravilloso ya que en todo el viaje no vimos nevar.
La partición del grupo en quinto año no lo afectó tanto. Tal vez de lo sucedido a principios del 84 lo haya afectado más el hecho de que Marcela y Fabiana repitieron. Además porque su historia en la división era más breve y porque quedó en el más grande de los dos grupos junto con sus compañeros más cercanos, Eduardo, Marisa, yo. Así y todo no la tuvo facil los primeros días en 5to 2da.
Fui mucho a su casa. Una hermosa casa de dos plantas con una gran cocina y hermoso fondo. Allí me divertí, escuché música, fumé mucho, comì, me emborraché. Su papá es un odontólogo al que Carlos intentó seguir en sus pasos anotándose en el CBC. Por suerte al poco tiempo dejó la carrera aunque su elección posterior (es Contador Público) no da cuenta de sus extensas habilidades prácticas y estéticas.
Seguí mi amistad con él más allá de la secundaria por unos pocos años. Años después me lo crucé por la calle en Palermo cuando fuimos vecinos por dos años. Ya que estaba lo invité al festejo de mis 30 al que vino dándome una gran alegría. Desde ahì no lo vi más hasta hace poco que nos volvimos a contactar. Nuestras diferencias ideológicas siguen tan marcadas como hace años. Nuestras visiónes del actual gobierno son diametralmente opuestas. Y la verdad que no importa. A pesar de mi filiación política en la vida de relaciones aprendí a no ser tan intransigente. De hecho con más de un compañero revolucionario me puedo aburrir soberanamente pero sé que con mi amigo Carlos eso no me va a pasar.

El más cercano


El otro dia en una cena me preguntaban por este blog. En un momento me piden que nombre a mi compañero "más cercano". Uno de los comensales, más concreto que abstracto pensó que se referían al que vivía más cerca de mi casa. El otro le dijo que no, que quería saber quién era mi amigo, mi compinche. Les dije que de uno u otro modo la respuesta iba a ser la misma: Eduardo.
Mis compañeros vivían en su mayoría a unas veinte cuadras de mi casa, algunos más. Eduardo, a once cuadras, era el que más cerca estaba. Fue para el inicio de tercer año que nos empezamos a acercar más. Alguna vez en el 81 recuerdo estar con él y el más joven de los Gustavos yendo un viernes a la noche tarde a Constitución en tren. Eduardo, intrépido, se pasaba de vagón a vagón en movimiento.... por afuera del tren!! Era lo que se dice algo travieso y junto a èl disfruté de mi extensa edad del pavo.
Su papá era el presidente de la Cooperadora del colegio lo que a veces lejos de beneficiarlo lo ponía incomodamente en la mira (a Altamira).
Vivía en una bonita casa de la calle Ferré. En su cocina merendé y cené montones de veces. Tengo patente el recuerdo de haber escuchado la transmisión en directo de algunos comunicados de la junta militar durante la guerra de las Malvinas en su televisor. Horas y horas escuchando música en su living, sillón celeste de pana a rayas. Un regio equipo de música con todo lo necesario para grabar cassetes, basicamente compilados en los que Eduardo era especialista. Disc Jockey oficial de la división nos hizo bailar a su ritmo durante buen tiempo. El viaje a Bariloche está lleno de recuerdos auditivos, además de visuales. A muchos de ellos Eduardo les puso la banda de sonido. No me fue dificil armar mi top ten de bolicheros ya que con hacer memoria o simplemente ir a mi caja vieja de cassetes puedo recordar hasta la presentación de aquellos compilados. Cassetes TDK o Basf, los temas de cada lado correctamente escritos en una de las letras más prolijas de toda la división. Ordenados y enganchados no de cualquier manera, siempre con una lógica.
Conocía mi gusto musical perfectamente tanto es así que tengo no uno sino dos recuerdos de situaciones en que clarmanete la pegó con sus elecciones. Fue en su living, la semana misma en que volvimos de Bariloche que escuché por primera vez un disco nuevo que él había conseguido y que, estaba seguro, me iba a gustar. A la media hora de ese llamado yo era un nuevo fan de las viudas, impactado tras escuchar Estoy tocando fondo. Por otra parte mucha de mi gente cercana sabe que una de mis bandas favoritas de todos los tiempos son los B-52`s a los que vi dos veces cuando recièn salía de la facultad. Lo que nadie sabe es que Legal Tender, primer tema que escuchè de la banda de la pelirroja, lo conocí gracias a la recomendación de mi amigo de la secundaria.
Su privilegiada caligrafia supo ponerla también al servicio del machetismo, arte en el que fue mi guia y maestro.
Amiguero, sociable, pasamos largas tardes de mate en lo de Patricia, noches en la vereda de Fabiana, atados y màs atados de Marlboro o Gold Leaf, salidas a bailar. En cuanto se motorizó lo compartió. Inicialmente su moto con la que aprendí hasta a hacer los cambios, algo que con un auto conseguì recién quince años después. Más tarde en los sucesivos Falcon de su papá, el más antiguo una joya de los 70 y luego uno de los últimos, ya de los 80 , color caramelo, en el que una noche de fin de año nos subimos diecisiete personas y una bicicleta. Había gente hasta del lado de afuera del auto, íbamos a 20 por hora por la puerta del Cine Rex y èramos felices. Unos cuantos de mi división fuimos pasajeros de ese paseo.
Pasado el secundario seguí siendo amigo de Eduardo por un buen tiempo. Cuando se compró el 128 azul me puse más que contento. Solíamos ir con él y los Gustavos a jugar al bowling a Lomas (re banana lo nuestro!). Nos inscribimos todos en el flamante CBC de la UBA, que nuestra generaciòn inauguró. Eduardo nos llevaba a todos gustoso en su auto. Vacacionamos juntos en Santa Teresita en una carpa donde por las noches nos divertíamos haciendo hablar dormido al mayor de los Gustavos. Los chicos se estaban haciendo, de a poco, adultos.
En pleno alfonsinismo se puso de novio con Claudia, una vecina de Marisa de esas cuadritas a las que tanto cariño les tengo. Recuerdo los primeros años de su noviazgo con claridad ya que yo estaba ahì alrededor en un grupo que, pasados los años, era una especie de extensión o evolución del grupo de mi colegio.
Cometimos el error de no vernos durante veintidos años, situación que se remedió hace poco. Ahora vive más cerca aun de mi casa y la casualidad quiso que su equivalente de mi escuela primaria, mi amigo Sergio, viva en la misma manzana que él.
Pensaba que yo era el único que guardaba el ticket de ingreso al Parque Nacional Nahuel Huapí de nuestro viaje de egresados. Eduardo tambien lo tiene! Y no debería ser sorpresa. Tiene hasta la chequera de Centur con todos los talones de pago lo que espero me sirva a la hora de calcular cuánto nos salió viajar a Bariloche. Conserva su propia bitácora del viaje de egresados, algo que yo también hice pero perdí en la cuarta visita a Feliz Domingo junto con un bolso y las camperitas por si refresca de algunos de mis compañeros. Me fotocopió la suya y me la dió en la visita que le hice. Hay datos como los nombres de los 12 pasajeros del Colegio Mariano Saavedra de Monte Grande, la distribución de nuestro grupo pieza por pieza, detalle de cada una de las paradas que hizo el micro y una completa descripción de la escandalosa noche del 15 de Agosto de 1984 en la que, según Eduardo:

"Carlos tenía un pedo tan grande que parecía drogado. Patricia se sentía re-mal y lloraba sin parar (Marisa preparó un café cargado sin azúcar y con cenizas). Al tomarlo Patricia comenzó a vomitar y por fin dejó de llorar. Mariano del pedo que tenía le agarró un ataque de nervios. Patricio se agarró a piñas con "el bicho" y con el tipo del hotel los fuimos a separar. Que quilombo!"

Me sentí raro al actualizarle a él y a su esposa mis últimos veintidos años en unos minutos. Igual lo bueno es que aun con el paso del tiempo vi que lo puedo hacer con total naturalidad que, como en las amistades más sólidas, hay cosas que ni falta hace alcararlas. Temas en los que ya sabes que el otro entiende de qué hablás porque te conoce, porque estuvo ahì con vos, porque fue parte de tu vida.
Si en los primeros ochenta mi secundaria fue mi vida misma, qué podré decir de mi amigo más cercano? Siempre será poco. Salud Eduardito! Que bueno volver a verte!

La más chica del curso


Paula era la más chica del curso. Junto con Marisa eran las dos "adelantadas" en su propio calendario escolar. Si bien ella también entró al curso en segundo año me costó advertirlo ya que de entrada se la veía muy integrada al grupo. Ocurre que como buena parte de mis compañeros había hecho la primaria en la 18 por lo que a muchos ya los conocía. También provenía de un colegio privado aunque en su caso era uno de los típicos confesionales de barrio que no puedo linkear porque ni sitio de internet tiene. Ayuda: queda en una de las puntas de la Plaza Villa Obrera, en su capilla se casó Ana María y cuenta como docente a la hermana de Marisa.
En épocas en que, como casi todo adolescente, veía el mundo más en términos de blanco y negro que en funcion de grises y clarooscuros, hice sufrir una y otra vez a Paula por su condicion de hija de un militar. Por más que ella me explicara para mi no había caso. Por poco que la consideraba hija de un torturador. Además el hecho de que era la única de todo el curso que había viajado a Europa me servía para relacionarla con la corrupción militar. Por qué no? Acaso dos más dos no son tres?.
En cuarto año el Orge, parafraseando a un mediocre músico que en aquellas épocas era lo más, la llamaba "nena neurótica de familia bien"
El profesor de geografía confundió todos los años su apellido y la llamaba Rebollo. Cómica, inteligente, sensata y sensible. Eterna novia del bebote (hoy su marido) supo mantener durante aquellos años el equilibrio entre "la división" y "el novio" ampliando o achicando los espacios según correspondiera.
Su casa de Hector Guidi era un lugar habitual para los de mi división. Cada vez que fui a esa casa me sentí cómodo. El fatídico dia de la primavera de tercer año, todavía shockeados por la muerte de Miguel Angel decidimos subir a la casa de Paula antes que cualquier otra cosa. Nos matuvimos juntos ahí, llorando, viendo qué hacíamos. Días después allí estábamos de nuevo, festejando los 15 de Paula, festejando la vida.
Quiso (y quiere) a la división como pocos. Sufrió sobremanera la partición de la división al comenzar quinto pero lejos de amedrentarse con la situación se la bancó con hidalguía y nos empujó a otros a lo mismo. Lo que me costó remontarla los primeros dias de quinto año fue más leve gracias a ella, a Ana, a Claudia y a todos los que se sentaban alrededor mio. Sufrí junto con ella cuando, como efecto de estar en minoría, perdimos la votación para integrar la delegacion que viajaba "a la frontera" a ayudar a una escuela rural misionera.
Su mamá, una maestra de aquellas de las que casi no hay, nos llevó a algunos como censistas a Monte Chingolo para el Censo de Alfabetización. Recuerdo esa experiencia como mi primer acercamiento "a campo" cuando sin saber estaba ensayando un rol profesional que años más tarde ejercí.
Estuvo presente en todas las reuniones de reencuentro. Incluso cuando éramos solo siete, allá en 2004. Hace poco el local del PI se mudó a la misma manzana donde Paula aun vive. Me caí redondo cuando vino a visitarme al local y me vi en las fotos de sus 15. Hablamos de política, de los militares, del gobierno actual, de la clase media y me di cuenta que tenemos muchas coincidencias. En realidad siempre las tuvimos aunque mi terquedad juvenil me impedía verlo. Tuve que pedirle disculpas una vez más por mi maltrato adolescente. Que pena que militares al estilo del papá de Paula hay pocos.
Hace poco estuve, finalmente, en Campo Ramòn (Misiones) saldando una vieja deuda. Mientras iba y venía por caminos de tierra colorada buscando la escuelita que no aparecía la llamé por teléfono y a los cinco minutos Paula me había solucionado el problema. Le dije a la directora que si bien ahí estaba solamente yo que hiciera de cuenta que Paula también estaba presente.
Rabanitos querida!!! Dicen que sin nosotros dos la división no es la misma. Ja! Yo diría que nosotros dos sin nuestra división no somos los mismos.....

Mi amiga más antigua

Cuando me preguntan a cuál de mis amistades conservo desde hace más tiempo contesto, desde hace unos ocho años, Marisa. Hago la aclaración porque hasta fines del 2001 la respuesta incluía también a Silvana.

Si bien es mi amiga “más antigua” es preciso aclarar que es de las más jóvenes de mi división puesto que tanto ella como Paula estaban “adelantadas” ya desde sus años de primaria.

Tal vez haya sido de las primeras compañeras a las que vi aquel día de marzo de 1981 en el que entré al colegio. De a poco nos fuimos haciendo amigos. Digo de a poco porque quienes me conocen desde aquellos años saben que en mi adolescencia yo no era precisamente un tipo sereno y Marisa tuvo que soportar más de una vez convertirse en blanco de mi sadismo. Memorables patadas en el traste le pegaba cada fin de curso para festejar el paso de un nuevo año lectivo. Que pedazo de pelotudo, no?

Durante los veranos de mi adolescencia pasaba largas noches charlando en la puerta de su casa. Grupos que solían superar los diez integrantes nos reuníamos a charlar de la vida, a tomar mate, a escuchar a Adriana (la hermana de Marisa) contarnos cómo era viajar a Bariloche o que se sentía ganar el viaje de Feliz Domingo.

Cuando estábamos en quinto año supe que Marisa ya había elegido carrera universitaria. Reconozco siempre que su decisión influyó, de algún modo, en apurar la mia.

En 1985 empecé el CBC junto con ella. Nuestra cotidianeidad cambió. Nuestros compañeros cambiaron. Dejamos a Eduardo, Patricia, Teresa, los Gustavos para empezar a frecuentar a Judith, María Elena, Eugen, Miriam. Nuevos nombres, nuevas caras, nuevos lugares. Abandonamos el 522 para empezar a tomar el 37, el 160, el 61.

Durante la facultad fuimos compañeros de trabajo sacando fotocopias en el local del Centro de Estudiantes, cursamos algunas materias juntos y hasta tuvimos un período breve pero intenso de militancia en una agrupación independiente (de la cuál fuimos fundadores) en la que por aquel tiempo me sentía más cómodo que con la patota del doctor.

Mil historias nos quedaron de esas épocas. Amistades, amores, trabajos, viajes, recitales y hasta cositas de esas que no se pueden contar acá. Incluso hay personas que nos conocen a ambos que solo con el correr del tiempo supieron que Marisa y yo nos conocemos desde el secundario.

A fin de 1989 me fui de mochilero a Bariloche, en tren. Treinta y seis horas en clase turista y allá subimos con Marisa y otra gente el Cerro Catedral pero no con la aerosilla. Dos días arriba de las montañas en una inolvidable experiencia que puso a prueba nuestros cuerpos y mentes.

Siempre recuerdo que sobre finales de los 80, estando mi familia de viaje para fin de año, la madre de Marisa (todo un personaje) se apenó al saber que yo no tenía con quien pasar la navidad (detalle que dado mi acérrimo ateísmo me importaba muy poco) y me abrió las puertas de su casa. Recuerdo estar sentado a la mesa familiar de Marisa, con sus padres, su hermana y su hermano y sentirme como uno más. Recuerdo cuando su casa fue reformada, cuando se amplió la cocina. Hasta la escalera de esa casa tiene un escalón que era mio, ja!

El primer texto que nos mandaron a leer en el CBC lo leímos y releimos en su living. Hoy somos colegas y cada 13 de octubre nos mandamos un “feliz dia”. Tengo fotos de Marisa en mis cumpleaños de 30, de 40. No nos llamamos por teléfono todos los dias y hasta pasan meses sin que sepamos el uno del otro pero es alguien a quien no me voy a sorprender de “reencontrar” ya que, en definitiva, nunca nos separamos y hace veintiocho años que venimos “creciendo juntos”. O a esta edad ya no se usa el verbo crecer?



Ay Teresa, ay Teresa!


Entrar en segundo año a un curso ya constituido no fue totalmente facil. Tampoco me fue imposible. Lo cierto es que lograr integrarme a un grupo de 45 personas no era tarea para un par de meses. De a poco iba conociendo a algunos, basicamente a los que a la salida de la escuela caminaban por la calle Guidi. María Teresa era de los otros. De los que rumbeaban por Arias hacia Esquiú, calle donde precisamente ella vivía. De entrada pegamos onda..... mala! Tal fue la distancia en segundo año que para diciembre, estando con un grupete en la puerta del colegio esperando que algunos otros salieran de rendir una materia, Teresa cayó con sus invitaciones para el cumpleaños de 15. De los que estábamos ahí sentados estaban todos invitados menos yo. Teresa comenzó a repartir por mi izquierda, a uno, a otro, a otro, me salteó in my face y terminó invitando a quien estaba a mi derecha. Escena tensa.
En tercer año se habia puesto de moda una publicidad de pan rallado con una rima pegadiza. Yo, en un rapto de creatividad, decidí cantársela a Maria Teresa cambiándole la letra: "Ay Teresa, ay Teresa, poné las tetas sobre la mesa". La respuesta no se hizo esperar: PAF!! Sonoro cachetazo! y María Teresa, que me comía con la mirada, no perdió la compostura y, tambien cantando, me respondió: "Ay querido, ay querido, eso te pasa por atrevido".
Años más tarde la cosa cambió. No recuerdo bien en qué año Teresa fue votada (también por mi) como mejor compañera. Fue toda una revelación. La foto ilustra que en Bariloche habia confianza hasta para sacarnos fotos solos los dos. Allí donde había mala onda empezó a haber risa. Llegó la alegría!
Recuerdo haberle preguntado alguna vez qué iba a estudiar cuando termináramos la secundaria. La respuesta me sorprendió porque hasta venía con el destino laboral incluido: "voy a estudiar el traductorado de inglés para después trabajar en la Aduana". El otro día la busqué en google y ahí estaba Teresa, en la página de la AFIP (que ahora incluye a la Aduana). Que sorpresa hablar por teléfono. Todavía no la vi personalmente. Eso sí, su voz sigue sonando así de alegre como cuando teníamos 15 años.

El Orge



En 1983 cursé 4to año. Época de cambios. Y no solo en el cuerpo. Atrás estaba ya el cimbronazo de la amputación de buena parte del grupo al empezar 3ro. Era 4to año, Bariloche, la Universidad y la Democracia estaban a la vuelta de la esquina y mi lugar en mi división estaba ya claro. Hacía rato que había dejado de ser “el nuevo” y nada parecía amenazar la estabilidad lograda. Nada…. Salvo un repetidor!!!!

Orge estaba en 4to 2da desde antes que nosotros. Luego estuvo con nosotros y hasta allí llegó. Buena parte de mi curso lo idolatraba. Locuaz, intelectual, gracioso, músico, actor, etc. Un sinfín de cualidades. Lo cierto es que a mi me resultaba insoportable, aunque no tanto como lo insoportable que era yo para él.. De entrada me ubicó en el lugar de la gozada. Los dos primeros chistes vaya y pase. El tema es que insistió y la siguió. Algunos les festejaban las humoradas más que otros. Igual nada de eso lo aminalaba, por el contrario. Aguanté más que nada porque Orge estaba más allá del bien y del mal, porque faltaba mucho a clase, porque a mitad de año ya se veía venir que en 5to no iba a estar más.

Una sola vez me dieron ganas de aplaudirlo. Faltaba poco para las elecciones y se hablaba de política todo el tiempo. Una mediocre profesora (y peor ciudadana) habló de “los subversivos” y Orge la puso en caja. Le explicó lo que quería decir la palabra subvertir y le preguntó a la mina si ella estaba de acuerdo con el orden social imperante. Un genio! La mina optó por seguir explicando su materia que años más tarde sería eliminada de la currícula.

Igual un día estallé. No tengo presentes los detalles. Recuerdos reprimidos, que le dicen. Se me viene solo una imagen: yo sentado en mi banco, llorando. Y algunas almas caritativas y piadosas pidiéndole al Orge que aflojara de una vez.

Años más tarde fui a una marcha que se hace el primer sábado de mayo de cada año en el Planetario. Por aquellas épocas, fin de siglo pasado, éramos cuatro gatos locos los que íbamos a ese evento. Entre esos cuatro estábamos el Orge y yo. Nos vimos de lejos. Nos hicimos ambos los boludos. Un par de meses después lo veo en un bar del Pasaje Dellepiane al que iba bastante seguido y que hace años dejó de existir. Lo vi un día, lo vi otro y otro más. Lo vi que charlaba amigable con la dueña del lugar. Lo vi saludarse con un amigo mío así que me paré, fernet en mano, y lo fui a saludar. –Hola, te acordás de mi? Y me dice: “Si, vos sos Perrrrr-----“ y remarcó la R de mi apellido como lo hacia en aquellas épocas. Ya teníamos más de 30 años. Nos miramos, nos sonreímos, y ahí quedó. Al tiempo, en ese mismo bar, tuvimos una conversación que marcó un antes y un después en mi relación con él. Sin que nadie acuse a nadie nos pusimos a hacer memoria. Palabra más, palabra menos Orge reconoció haberme tenido para el cachetazo todo ese año y saben qué? Resulta que era por lo parecidos que éramos. Me dijo que le molestaba el relativo liderazgo que yo tenía en el curso y que sabía que en el fondo no éramos tan distintos pero que a sus 17 años le costaba aceptar que alguien pudiera opacarlo. Nada más lejano a mi intención y a mis posibilidades.

Hoy Orge además de una estrella del under es un padre responsable al que veo traer a su criatura al colegio frente a mi casa. Un ex alumno del colegio que tal vez no esté todos los días en la tele como este militante del Ari, ni haga importantes descubrimientos como esta prestigiosa científica. Pero el colegio debe estar orgulloso de haberlo contado entre sus alumnos. Y aunque no fue a ni a Feliz Domingo ni a Bariloche también fue mi compañero…