No sé si me explico


Hay un dato que aun cuando mi memoria me dice que no es cierto varios compañeros se encargan de recordarme que es verdad: los cuatro años en mi colegio tuve siempre al mismo profesor de Geografía. Tengo recuerdos de sus clases tanto en segundo como en cuarto y en quinto. Pero no tengo ni un solo dato sobre tercero. Voy a confiar en lo que me dicen.
Geografía no tenía por qué presentarme mayores dificultades como materia. Es algo que siempre me gustó. De chico aprendí a manejar mapas y planos y siempre quise averiguar cosas como dónde nacen los arroyos, por qué hay nieves que son "eternas" o por qué es tan aburridamente chata la llanura pamepana.
En mi otro colegio había tenido un arranque casi perfecto con la materia. Tras un bajón de mitad de año cerré con promedio final de 7.83, nada mal. Mi primer boletín de segundo año trajo la novedad no solo de varias notas por debajo del siete sino que en dos materias (Contabilidad y Geografía) me había quedado un 4. Contabilidad vaya y pase. Pero en Geografía yo mismo lo tomaba como algo preocupante.
El profesor era bajo de estatura pero corpulento. Cierto aire compadrón al caminar. Era otro de los que había sido profesor de mi hermano pero, por suerte, de los que no lo recordaban mal. Tenía muchas horas tanto en nuestro colegio como en el industrial de la otra cuadra. Allí solía protagonizar escenas de pugilato con los alumnos a los que algunas cositas no les quedaban claras y proponían resolver la disputa yéndose a las manos. A diferencia del profesor que me pegó una bofetada adentro del aula (con esa asimetría cualquiera se hace el malo!) este profesor podía enfrentar a golpes a un alumno pero siempre fuera del ámbito escolar . Si algún alumno osado lo proponía él recogía el guante.
Sobre finales de segundo año pidió licencia en mi curso y fue reemplazado por una profesora que se llamaba Pedeflux o algo así. Las diferencias de ésta con mi profesor provocaron alguna que otra risa entre mis compañeros. Cuando esta docente llegó mi suerte ya hacía rato estaba echada. Indefectiblemente me iba a diciembre ya que solo me salvaba sacándome un 11.50, ja! La profesora pidió voluntarios para preparar clases especiales sobre algunos paises europeos y tuve dos segundos de lucidez para ofrecerme. Mi cálculo especulativo era el siguiente: elijo un tema, lo preparo y lo doy, la docente se va a compadecer de mi situación y en la mesa de diciembre tendré trato preferencial. Solo estaba obviando un detalle y es que era muy probable que el profesor estuviera para la mesa de dicembre.
Elegí "Grecia" como tema. Mi hermano en su niñez se divertía escribiendo cartas a las embajadas pidiendo mapas y folletería así que tenía material de sobra para hacer una buena presentación. Además, supe después, la profesora era una copada de la cultura helénica así que todo cerró maravillosamente y me saqué un 10 hablando de Macedonia, el Mar Egeo y el Peloponeso. Cuando me iba a poner la nota la señora miró la libreta y me dijo con tristeza "pero vos ya te la llevás". Puse cara de pobrecito y asentí con la cabeza. Al presentarme en diciembre recibì antes de entrar al colegio una noticia maravillosa. El profesor, que iba a estar presente en el examen, había tenido el dia anterior con los de sexto año del industrial una tarde dificil que había culminado en una "riña callejera" con público y todo. Los moretones en la cara hicieron que el tipo se tomara el día asì que era cuestión de convencer a Pedeflux de que yo debía ser aprobado. Aun cuando sabía poco y nada.
La mesa de Geografía de segundo fue terrible. Fui el primero y único en ser aprobado de los casi doce o trece que éramos. Preparé Grecia como tema (muy trucho lo mio), la suerte me ayudó para que me pregunten sobre el Danubio (que apenas lo había estudiado) y con la ayudita de la profesora salí airoso con un cuatro.
Nada recuerdo de Geografía de tercero. Solo tengo el dato de que arranqué con un 4.50 y sin embargo no me la llevé. En cuarto la cosa, al menos para mi, cambió ya que el programa era sobre Geografía Argentina, algo que toda la vida me apasionó. Mucho de lo que allí se enseñaba yo no necesitaba aprenderlo porque ya lo sabía. No obstante eso precisaba un 9.50 en el último trimestre que este profesor, que no regalaba nada, me puso. En quinto, a pesar de que Geografía Económica me aburría un poco, tuve un rendmiento regular y sin altibajos. Conservo sus últimas pruebas a las que miro con cierta extrañeza. No entiendo cómo alguna vez tuve la respuesta para preguntas sobre el trigo y el maíz.
Su tìpico movimiento con la mano, abriendo pulgar e índice y haciéndolos girar, era su marca registrada. Sin ser un autoritario (ni replicando, como otros, el "espíritu" de la dictadura) este tipo se hacía respetar y no desde el lugar del miedo.
Me intriga saber cómo se las habrá arreglado con ciertos efectos de la posmodernidad como papás que se enojan con el profesor por las malas notas del hijo, alumnos que no compran el libro, el constante desafío a la autoridad del docente, etc. Si en esa tarea le tuvo que poner un castañazo a alguno desde acá lo perdono.

Normas de presentación


No era asunto ni de preceptores, docentes, autoridades, padres ni mucho menos de los alumnos preguntarse por què si en la primaria todos íbamos en guardapolvo llegados a la secundaria los varones teníamos que ir "empilchados" y a las chicas se les imponía un insípido guardapolvo blanco que tapaba más aun que el anterior. Como tantas otras cosas de la dictadura se acataban sin cuestionamiento.
Con todo lo que un adolescente puede llegar a decir con su ropa el colegio imponía normas. Y la norma era vestirse todos igual con un margen de maniobra muy estrecho o lindante con el mal gusto, como zapatos marrones con saco azul que sí estaba permitido.
Cuando entré en segundo para mi madre el tema del saco fue facil: a la mierda el bolsillito con el escudito del colegio anterior y me queda, igual, un saco de puta madre. En tercero heredé saco. Tal vez de mi hermano, tal vez de mis primos que tenían talla más parecida a la mía. Y al llegar a quinto ya casi que no era problema.
Los pantalones grises de franela, sepanló, dan mucho calor. Sirven para el invierno pero en primavera ya molestan, más de lo que molestaban el segundo lunes de marzo. Además de esos bolsillos se escabullía cualquier cosa. Y que mal prohibir el corderoi, no? Hoy parece un delirio. Creo que en esa época también lo era, al menos para mi. Pero ahí estaba. Institucionalizado e indiscutible. Escrito en un papel por si no te quedaba claro a vos o a tus padres, que guay que osaran ir a llorar miseria y mucho menos a cuestionar.
La camisa podía ser blanca o celeste aunque en mi colegio la blanca era la más común en los varones de comercial (basta ver la foto de cuarto segunda). A la tarde, en nacional veías divisiones casi íntegras de camisa celeste. Ya de antes de la secundaria yo evitaba las camisas toda vez que fuera posible, cosa que hoy sigo haciendo. Es por eso que la obligatoriedad de la camisa es algo que padecí hasta los primeros dias de quinto.
Que paz que sentí cuando por fin, democracia mediante, pude ir al colegio en zapatillas. En aquella época no se usaban las estrámbóticas zapatillas que se usan hoy y yo con mis topper celestes estaba en la gloria.
Mi pelo fue, es y será siempre un problema. Jamás en mi secundaria podría haber usado el pelo como lo uso hace unos años. Debía cortarlo con cierta regularidad porque, como aun me sucede, a mi el pelo me crece para arriba, ja!. Años después averigué sobre el posible orígen del tema: en mis genes hay raza negra. Así que o cortito o como una ovejita. Esas fueron mis dos únicas opciones.
Un dia que me mandaron a cortar el pelo dije que mi pelo se ajustaba al reglamento por aquello de que no tocaba las orejas ni el cuello de la camisa. Esto último no estaba escrito pero se sabía que también estaba prohibido. A esto se me contestó que yo no tenía mi cabello peinado como decía el reglamento sino que yo "me había hecho un peinado afro". Si, porque en esas epocas todavía estaba de moda "hacerse" el pelo para que sea como el mio; Cambio de look, como cuando uno de los míos se hace la planchita.
Las normas de presentación del 83 no decían nada sobre bufandas o guantes. Yo tenía una bufanda muy parecida al uniforme de mi anterior colegio, aunque no exactamente igual. En ese colegio eran hiper celosos del uniforme porque, entre otras cositas, lo vendían ellos. Aun así me dejaron ir con mi bufanda escocesa que hasta a Bariloche llevé años más tarde. Al pasar a mi colegio en segundo tenía un preceptor bastante nabo, que citó a mi mamá para hablar del tema y saben con qué se abrigaba mientras hablaba con ella? Con una bufanda escocesa!!! Mi mamá no le preguntó por qué él sí la podía usar. Solo le dejó claro que mientras la tuviera puesta no era quien para cuestionar justo ese punto. Aun cuando él fuera un preceptor.
Cuando llegué a quinto año Alfonsín era presidente del país. El colegio se iba enterando que la dictadura había terminado en la medida en que le fueran llegando los memos desde el Ministerio de Educación. Por lo demás seguían como que aquí no ha pasado nada. Pero al comenzar las clases ese papelito se lo tuvieron que meter en el orto La Negra y un par más. Y lo digo con la misma alegría que lo dije aquella vez.
Estábamos preparados para recibir esa libertad. Eso habíamos dicho en el periódico escolar cuando a Maria Teresa (que no era precisamente un bardo) la sancionaron por violar el reglamento. No tengo en mis manos las normas de presentación de las mujeres que con solo mirar la foto de segundo o de cuarto se nota que era mucho más cruel para con ellas. Ojalá alguna de mis compañeras lo conserve. O que tienen que ver esos cuellos altos con la frescura de chicas de dieciseis años?

Mi top ten nacional


Acá tuve que dejar afuera a algunos temas. En algunos casos para no repetir disco, y en otros para no repetir intérprete. Además no son casi todos del 84 sino que representan, creo, a todos mis años en el colegio. Supongo que estos serán más fáciles de identificar sin tener que apretar play. En algunos casos vale la pena porque la Mega no los pasa tan seguido.









Experta en maquillaje


Si bien mi curso nunca tuvo como docente a la rectora del colegio tal vez haya sido el único que tuvo el lujo de tener a las tres "señoritas". Las tres vicerrectoras estuvieron al frente de alguna materia en mi división. Una ex monja que en primer año formó moral y civicamente a mis compañeros, La Negra que nos dió Historia en segundo y por último en Matemáticas de tercero a la otra que, aunque señorita como las dos primeras, suponemos (y por su bien deseamos que así haya sido) le había conocido la cara a dios.
Antes de mi ingreso al colegio tenía a cargo el "rancho", el viejo anexo de Salta y Juncal, donde más de una vez mi vieja tuvo que verla por cuestiones relacionadas a mi hermano al que, a diferencia del resto del staff, solía consentir. Allí era conocida como "la bicho", apodo que sin éxito traté de popularizar entre mis compañeros. Algunos le decían "batichica", no tanto por su cuerpo sino por los disfraces que usaba para vestirlo. Su estética en cuestión de maquillaje y accesorios hoy se la conoce como almodovariana.
En tercer año nos dió con un caño. De por si tercero comercial era pesadito, con doce materias y séptima hora todos los dias menos uno. Y esta mujer, que en dos segundos borraba el pizarrón y en tres te lo llenaba de una super fórmula, mandaba ejercicios y ejercicios. A la hora de poner notas hizo una masacre. Fue una de las cuatro materias en las que se fueron a exámen 16 de entre 23 o 24 que éramos. A un par les quedó previa.
Su voz y su modo de hablar eran algo cómicos. Imitada hasta el hartazgo por muchos compañeros. "Noo no no nononono" decía ante algún error.
En las múltiples disputas que tuve con la institución nunca me atacó ni me mandó al muere. Hasta estuvo claramente de mi lado en el episodio en que un profesor me pegó un cachetazo. En esa ocasión, al recibir a mi viejo en la rectoría le dijo delante de La Negra "usted es tan buen mozo como sus hijos", zarpándose y a la vez marcando la diferencia respecto de sus mojigatas y reprimidas colegas.
Durante segundo año solía viajar conmigo y otros en el 239 a la ida, momento en que era posbile cruzarse también con La Negra. A diferencia de ésta en su mirada a los alumnos no había odio, soberbia, distancia ni resentimiento. Saludaba con una sonrisa y daba los buenos dias con cortesía. Sin exagerar, pero dejando claro que hasta ahí era una pasajera más y que recién al llegar al colegio iba a ser la temible profesora de Matemáticas.
Cuando visité Campo Ramón me mostraron una foto suya descubriendo una placa. Viajó para los 50 años de la fundacion de la escuela y es recordada con mucho cariño. Hasta me dijeron que había sido afortunado por tenerla no ya de autoridad sino como profesora. No sé si tanto, la verdad! Pero comparándola con sus dos compañeras de cargo no hay mucho que pensar.

Hay café


Siempre fui un buen alumno en Matemáticas. Es más, en tercer año iba a particular solo para esa materia, sin necesitarlo, con una chica que era mi vecina de al lado y que por aquella época estudiaba el profesorado de Matemáticas, algo que alguna vez imaginé como un futuro posible para mi. A diferencia de lo que le pasaba a muchos yo jamás me llevé Matemáticas. Habiendo aprendido a sumar y restar ya desde el jardín de infantes las matemáticas son algo de lo que siempre disfruté. Hasta me compro los libros de Adrian Paenza hoy dia y de vez en cuando miro Alterados por Pi.
Hacer el comercial en mis épocas implicaba mucha carga horaria en esta materia. Es por esto que acumulo recuerdos diversos de cada una de las profesoras que tuve. Una de ellas fue un verdadero personaje que me enseñó tanto a sacar una raiz cuadrada sin usar la calculadora en segundo año, como a diferenciar el descuento comercial del descuento compuesto en quinto.
Era muy bajita, tanto o más que el más bajo de mis compañeros. Venía a la escuela en un Falcon que le quedaba muy grande. Apenitas si se le veía la cabeza al manejar. Su escasa altura contrastaba con su potente voz, pregnante y chillona. Su relación con la pronunciación de la N y la Ñ era ambigua. O la omitía como cuando hablaba de una función "costante" o la remarcaba como cuando al grito de "senñnñnñniores" nos reprendía. "Tienununo" era otra de sus muletillas favoritas y si la cosa se ponía densa en el curso cortaba todo jolgorio al grito de "ejercicio número". Así, a secas. Nunca te decía qué número, eso era cosa tuya.
Había sido profesora de mi hermano (cuya relación con la matemática es bien diferente a la mía) lo que hizo que ya de entrada me tuviera entre ceja y ceja.
Sus patillas se extendían hacia sus mejillas y por lo que a simple vista podía observarse luchaba contra eso con una prestobarba o similar. No siempre lo lograba y a veces los canutos se marcaban en su cara más de lo deseado. Eran esos los días en que la recibíamos al grito de "hay café, hay café" y por lo bajo rematábamos "hay que afeitarse".
El último trimestre de quinto con un 6 me alcanzaba, pero arranqué para atrás, con dos cuatros. Necesitaba al menos un 9,50 en la última prueba para que me cerrara el promedio. No hubo caso. Me dió una última oportunidad, la última clase. Me sentó en el primer banco y muchos de mis compañeros me hacían una barrera para tapar mientras Patricia se hacía la boluda y me ponía una hoja con las fórmulas casi en mi cara. Sonó el timbre, yo sabía que estaba en el horno. La corrí por el patio y le supliqué. Le expliqué que iba a estudiar Psicología y que no iba a necesitar saber Matemática Fïnanciera para mi futura formación profesional. Me preguntó si era verdad. Le juré que sí con la tranquilidad de que no era verso. Su mirada se ablandó un poco aunque no me aseguró nada. Por un segundo dejamos de ser la profesora y el alumno y fuimos apenas dos personas. Con las manos suplicando me arrodillé en el piso e intenté besarle un zapato. Zafó el pié sorprendida y me dijo "bueno, tampoco se rebaje". Al otro día fui a ver las sábanas, esas grillas de fin de año donde decía materia por materia quién se la llevaba y quién no. Y la dama cuya altura en metros es igual a 1 más la mitad de 1 me hizo mi regalito de egresados y me aprobó. Salú, Susanita! Nunca me voy a olvidar. Ni de vos ni de tu voz.

Mamerta


Husmeando mi carpeta y mi boletín de quinto año recordé una materia (y su correspondiente docente) que casi había olvidado. Es una de esas materias que no desapareció pero que se reformuló en la nefasta "reforma educativa" de los 90. Por lo que veo en el plan de estudios actual hasta se desdobló o parte de sus contenidos se fusionaron con otras materias desaparecidas de la vieja curricula del perito mercantil.
Tediosas como pocas las clases de esta materia tenían una particularidad: podían ser dadas por cualquiera. Un docente del area, un docente de otra area, la preceptora, la portera, en fin, cualquier persona que supiera leer en voz alta. No recuerdo una explicaciòn, no recuerdo un solo concepto que haya logrado entender tras un proceso de aprendizaje. Solo recuerdo aburrimiento, hastío, ganas de que termine la hora. La profesora parada, dictaba, todos escribían y las clases no eran mucho más que eso.
A poco de andar me di cuenta que esas horas de clase se podían aprovechar haciendo tareas para otras materias o leyendo aquello que no habíamos leido en casa y que en otra hora algun profesor iba a tomar. Otra buena opción era leer la Toco y Canto o la Canta Rock. Luego del viaje a Bariloche las horas con esta profesora eran ideales para escribirles cartas a "los de Monte Grande" o escribir nuestras propias crónicas de viaje.
Arranqué mal con esta materia. De entrada un 4, que levanté con un 9 para quedar 6.50 en el primer trimestre. En el segundo trimestre la fiebre barilochense hizo que las energías se destinasen a otros fines lo que provocó que para el último trimestre necesitara un 9 para no llevármela. Todavía tengo la prueba donde tras contestar todo literalmente, todo de memoria, todo del machete que era una copia de lo que Mamerta dictaba (que era una copia de un libro) le puse al lado de mi firma "con cariño para una gran profesora", y lo de "gran" profesora iba con toda la ironía.
Un dia, a instancias de alguien que se sentaba también por atrás, descubrimos el secreto de Mamerta. Apareció alguien con un libro. Ella nunca nos había pedido comprar libro; solo nos manejábamos con lo que ella dictaba, con su voz monocorde, inexpresiva como las voces de las alarmas de autos o los ascensores esos que hablan. Y ahì nos dimos cuenta de que Mamerta dictaba todo de un libro, siempre del mismo y que las preguntas de sus exámenes eran las que estaban en la "guia de preguntas" al final de cada unidad. Con razon nos decía que no compráramos libro!. Sabes una cosa, Mamerta? Preguntame lo que quieras en la prueba total ese 9 me lo voy a sacar. Total ya sé que tus estrategias pedagógicas son limitadas y solo me preguntarás lo que en el libro se pregunta. Y así fue. Me saqué un 9 y aprobé.
Mientras estuve en la facultad trabajé varios años en una cooperativa estudiantil cuya principal actividad era la administración y explotación de un bar con dos sedes. Todos hacíamos todo, desde limipiar el piso y servir café hasta calcular costos, fijar precios y pagar sueldos. Ahì pude aplicar cosas aprendidas en la escuela en Matemática Financiera o en Contabilidad. Lo otro, que era mucho, lo aprendí sobre la marcha. Porque aunque me lo deberían haber enseñado en la escuela tenía en esa materia una docente tan insípida que a nada de lo que me dictó (porque nada me enseñó) le presté atención.
En mi rol actual de docente de secundario no sé si me parezco a alguno de mis profesores pero tengo en claro a quién no me parezco ni quiero parecerme y Mamerta es uno de ellos.

El amo de casa perfecto


Cuando comenzamos cuarto año mi amputada división adquirió una nueva identidad con la incorporación de cinco varones nuevos. Como casi toda división del comercial de aquellas épocas la mia también tenía superioridad femenina. Pero en cuarto año los varones fuimos, solo por esa temporada, más que las chicas. Mientras ellas registraban las bajas de Holik y Patricia Rodríguez por el lado de los varones se incorporaron tres repetidores (el Orge, Eracovich, Galvan) y dos con pase de otros colegios: Juancho y Carlitos.
Carlitos, Carlos, Charly provenìa de un colegio capitalino que supo ser prestigioso. Entró al aula y recibió las miradas que yo había recibido dos años atrás. Se sentó en el primer banco, adelante de Fabiana, al lado de Adriana. En la fila donde estaba yo en tercer lugar sentado junto a Eduardo. Todos comentaban por lo bajo sobre su peinado, su nariz, su apellido que nadie había escuchado bien, sus pantalones ajustados. De entrada me miró y buscó una cara amigable. Nos habíamos visto eventualmente en el Club Social durante nuestra tierna infancia. Tengo patente el recuerdo de verlo en los carnavales infantiles disfrazado de pirata. Conocía a una de mis mejores compañeras del primario. De ahì nos recordábamos.
El hecho de que su casa quedara por Ayacucho y Gaebeler rapidamente lo ligó a Eduardo y a mi. Fumaba mucho, entendido en temas de autos, le gustaba "hacer living". Rapidamente con Eduardo lo incorporamos a nuestro grupo más cercano. A los pocos meses de su llegada al curso contratamos el viaje a Bariloche. Se prendió con gusto lo que marcaba que ya estaba del lado de adentro.
Poseedor de un interesante sentido del humor, ácido, sarcástico. Desde chico un tipo muy habil para quehaceres diversos. Me consta que puede dirigir una obra de refacción de una casa sin problemas y hasta realizar por sí mismo cualquiera de las multiples tareas (pintar, revocar, demoler, pulir, realizar una instalación elétrica). Amen de ser un buen cocinero, entendedor sobre vinos y por sobre todo alguien pulcro. Desde limpiar el inodoro hasta elegir un color de pintura, desde saber qué le pasa al auto con solo verlo o escucharlo hasta cambiar la llanta, el tipo para la casa y el auto es mandado a hacer. La foto que lo muestra pasando la aspiradora en el living de mi casa en la fiesta post Bariloche ilustra lo que digo.
El dia que cumplio los 18 llegó tarde al colegio. Uso las primeras horas del día para ir a la municipalidad a sacar el registro y se apareció luego en el colegio con su primer auto, "la bicha", un fiat que había sido el auto de su familia. Que jugador! Me acuerdo salir del estacionamiento del colegio arriba de su auto, ante la mirada de algunos profesores. Tampoco debo olvidar que en el 85, la primera vez que mi viejo me dió el auto en realidad no me lo dió a mi: se lo dió a Carlos y fue él quien me enseñó a manejar. Junto con Eduardo y Lancha compartí con Carlos el dormitorio en Bariloche. No sé bien cómo pero en esa oportunidad rompió el aglomerado que está bajo las camas y hubo que pagarlo. En la excursion del Cerro Catedral fue uno de los únicos cuatro que nos subimos hasta la última aerosilla. Recuerdo que por momentos no veíamos a Eduardo y Liliana en la silla de adelante porque estabamos literalmente en una nube. Hay una foto en la cima del cerro tomada por Liliana en la que todo alrededor es blanco. Había mucho viento y caia aguanieve lo que fue maravilloso ya que en todo el viaje no vimos nevar.
La partición del grupo en quinto año no lo afectó tanto. Tal vez de lo sucedido a principios del 84 lo haya afectado más el hecho de que Marcela y Fabiana repitieron. Además porque su historia en la división era más breve y porque quedó en el más grande de los dos grupos junto con sus compañeros más cercanos, Eduardo, Marisa, yo. Así y todo no la tuvo facil los primeros días en 5to 2da.
Fui mucho a su casa. Una hermosa casa de dos plantas con una gran cocina y hermoso fondo. Allí me divertí, escuché música, fumé mucho, comì, me emborraché. Su papá es un odontólogo al que Carlos intentó seguir en sus pasos anotándose en el CBC. Por suerte al poco tiempo dejó la carrera aunque su elección posterior (es Contador Público) no da cuenta de sus extensas habilidades prácticas y estéticas.
Seguí mi amistad con él más allá de la secundaria por unos pocos años. Años después me lo crucé por la calle en Palermo cuando fuimos vecinos por dos años. Ya que estaba lo invité al festejo de mis 30 al que vino dándome una gran alegría. Desde ahì no lo vi más hasta hace poco que nos volvimos a contactar. Nuestras diferencias ideológicas siguen tan marcadas como hace años. Nuestras visiónes del actual gobierno son diametralmente opuestas. Y la verdad que no importa. A pesar de mi filiación política en la vida de relaciones aprendí a no ser tan intransigente. De hecho con más de un compañero revolucionario me puedo aburrir soberanamente pero sé que con mi amigo Carlos eso no me va a pasar.

El más cercano


El otro dia en una cena me preguntaban por este blog. En un momento me piden que nombre a mi compañero "más cercano". Uno de los comensales, más concreto que abstracto pensó que se referían al que vivía más cerca de mi casa. El otro le dijo que no, que quería saber quién era mi amigo, mi compinche. Les dije que de uno u otro modo la respuesta iba a ser la misma: Eduardo.
Mis compañeros vivían en su mayoría a unas veinte cuadras de mi casa, algunos más. Eduardo, a once cuadras, era el que más cerca estaba. Fue para el inicio de tercer año que nos empezamos a acercar más. Alguna vez en el 81 recuerdo estar con él y el más joven de los Gustavos yendo un viernes a la noche tarde a Constitución en tren. Eduardo, intrépido, se pasaba de vagón a vagón en movimiento.... por afuera del tren!! Era lo que se dice algo travieso y junto a èl disfruté de mi extensa edad del pavo.
Su papá era el presidente de la Cooperadora del colegio lo que a veces lejos de beneficiarlo lo ponía incomodamente en la mira (a Altamira).
Vivía en una bonita casa de la calle Ferré. En su cocina merendé y cené montones de veces. Tengo patente el recuerdo de haber escuchado la transmisión en directo de algunos comunicados de la junta militar durante la guerra de las Malvinas en su televisor. Horas y horas escuchando música en su living, sillón celeste de pana a rayas. Un regio equipo de música con todo lo necesario para grabar cassetes, basicamente compilados en los que Eduardo era especialista. Disc Jockey oficial de la división nos hizo bailar a su ritmo durante buen tiempo. El viaje a Bariloche está lleno de recuerdos auditivos, además de visuales. A muchos de ellos Eduardo les puso la banda de sonido. No me fue dificil armar mi top ten de bolicheros ya que con hacer memoria o simplemente ir a mi caja vieja de cassetes puedo recordar hasta la presentación de aquellos compilados. Cassetes TDK o Basf, los temas de cada lado correctamente escritos en una de las letras más prolijas de toda la división. Ordenados y enganchados no de cualquier manera, siempre con una lógica.
Conocía mi gusto musical perfectamente tanto es así que tengo no uno sino dos recuerdos de situaciones en que clarmanete la pegó con sus elecciones. Fue en su living, la semana misma en que volvimos de Bariloche que escuché por primera vez un disco nuevo que él había conseguido y que, estaba seguro, me iba a gustar. A la media hora de ese llamado yo era un nuevo fan de las viudas, impactado tras escuchar Estoy tocando fondo. Por otra parte mucha de mi gente cercana sabe que una de mis bandas favoritas de todos los tiempos son los B-52`s a los que vi dos veces cuando recièn salía de la facultad. Lo que nadie sabe es que Legal Tender, primer tema que escuchè de la banda de la pelirroja, lo conocí gracias a la recomendación de mi amigo de la secundaria.
Su privilegiada caligrafia supo ponerla también al servicio del machetismo, arte en el que fue mi guia y maestro.
Amiguero, sociable, pasamos largas tardes de mate en lo de Patricia, noches en la vereda de Fabiana, atados y màs atados de Marlboro o Gold Leaf, salidas a bailar. En cuanto se motorizó lo compartió. Inicialmente su moto con la que aprendí hasta a hacer los cambios, algo que con un auto conseguì recién quince años después. Más tarde en los sucesivos Falcon de su papá, el más antiguo una joya de los 70 y luego uno de los últimos, ya de los 80 , color caramelo, en el que una noche de fin de año nos subimos diecisiete personas y una bicicleta. Había gente hasta del lado de afuera del auto, íbamos a 20 por hora por la puerta del Cine Rex y èramos felices. Unos cuantos de mi división fuimos pasajeros de ese paseo.
Pasado el secundario seguí siendo amigo de Eduardo por un buen tiempo. Cuando se compró el 128 azul me puse más que contento. Solíamos ir con él y los Gustavos a jugar al bowling a Lomas (re banana lo nuestro!). Nos inscribimos todos en el flamante CBC de la UBA, que nuestra generaciòn inauguró. Eduardo nos llevaba a todos gustoso en su auto. Vacacionamos juntos en Santa Teresita en una carpa donde por las noches nos divertíamos haciendo hablar dormido al mayor de los Gustavos. Los chicos se estaban haciendo, de a poco, adultos.
En pleno alfonsinismo se puso de novio con Claudia, una vecina de Marisa de esas cuadritas a las que tanto cariño les tengo. Recuerdo los primeros años de su noviazgo con claridad ya que yo estaba ahì alrededor en un grupo que, pasados los años, era una especie de extensión o evolución del grupo de mi colegio.
Cometimos el error de no vernos durante veintidos años, situación que se remedió hace poco. Ahora vive más cerca aun de mi casa y la casualidad quiso que su equivalente de mi escuela primaria, mi amigo Sergio, viva en la misma manzana que él.
Pensaba que yo era el único que guardaba el ticket de ingreso al Parque Nacional Nahuel Huapí de nuestro viaje de egresados. Eduardo tambien lo tiene! Y no debería ser sorpresa. Tiene hasta la chequera de Centur con todos los talones de pago lo que espero me sirva a la hora de calcular cuánto nos salió viajar a Bariloche. Conserva su propia bitácora del viaje de egresados, algo que yo también hice pero perdí en la cuarta visita a Feliz Domingo junto con un bolso y las camperitas por si refresca de algunos de mis compañeros. Me fotocopió la suya y me la dió en la visita que le hice. Hay datos como los nombres de los 12 pasajeros del Colegio Mariano Saavedra de Monte Grande, la distribución de nuestro grupo pieza por pieza, detalle de cada una de las paradas que hizo el micro y una completa descripción de la escandalosa noche del 15 de Agosto de 1984 en la que, según Eduardo:

"Carlos tenía un pedo tan grande que parecía drogado. Patricia se sentía re-mal y lloraba sin parar (Marisa preparó un café cargado sin azúcar y con cenizas). Al tomarlo Patricia comenzó a vomitar y por fin dejó de llorar. Mariano del pedo que tenía le agarró un ataque de nervios. Patricio se agarró a piñas con "el bicho" y con el tipo del hotel los fuimos a separar. Que quilombo!"

Me sentí raro al actualizarle a él y a su esposa mis últimos veintidos años en unos minutos. Igual lo bueno es que aun con el paso del tiempo vi que lo puedo hacer con total naturalidad que, como en las amistades más sólidas, hay cosas que ni falta hace alcararlas. Temas en los que ya sabes que el otro entiende de qué hablás porque te conoce, porque estuvo ahì con vos, porque fue parte de tu vida.
Si en los primeros ochenta mi secundaria fue mi vida misma, qué podré decir de mi amigo más cercano? Siempre será poco. Salud Eduardito! Que bueno volver a verte!

Nuevos rumbos



Durante toda mi primaria no tuve que hacer más que cruzar la calle para ir a la escuela. Estoy cambió cuando empecé la secundaria. La ubicación del colegio de los nuevos ricos frente a donde antiguamente salía el 37 me hizo aprender a dominar nuevos lineas de colectivo, caminar algunas nuevas calles. Cuando en segundo año me cambié de colegio hacía casi siempre tanto el recorrido de ida como el de vuelta tomando dos colectivos: uno hasta la estación (el 100 o el 521) y luego el viejo 239 que no sé que otro número tiene ahora. Al empezar tercero, más afianzados mis vínculos con mis compañeros, empecé a probar distintas alternativas para el regreso. Todas incluían algún que otro zig zag por la zona que muestra el plano ilustrativo. Las tres primeras cuadras desde el colegio hasta la Plaza Sarmiento era ir acompañado de buena parte de mi división (salvo los que arrancaban por Arias). Al llegar a 9 de Julio a veces acompañaba al grupo que seguía para la derecha (Marisa, los Gustavos, Fabiana) o seguía por Guidi, con Eduardo y Lancha. Fue así que me fui haciendo más amigo de Eduardo. Llegaba a Caaguazú y en Ferré me tomaba el 278 (hoy 281) hasta Guido y Sarmiento y estaba a cuatro cuadras de mi casa. Avanzado el año optaba, a veces, por seguir caminando por Caaguazú junto a Orué y el chino, que me despedia antes de O´higgins. A partir de cuarto año algunas veces volvía por ahí mismo con Gabriela López.
Hoy suelo andar por esas calles. Bah! Nunca dejé de andarlas. Si tengo que pensar en qué lugares me remontan a aquellos años sin duda pienso en Sitio de Montevideo desde Pergamino a Lujan (tres compañeros en algo más de una cuadra), Guidi entre el 1800 y el 2100 (algo similar a lo anterior), 9 de Julio y Deheza, Caaguazú y Suipacha. Lugares que ya conocía desde arriba del auto o del colectivo cuando siendo un nene mi mamá me llevaba al cementerio de Lanús a "ver a los abuelos". Pero en mi adolescencia esos lugares dejaron de pasar ante mis ojos como una película sino que pasaron a ser el escenario de mi propia película. Lanús Este querido, ayer hoy y siempre....

Mi top ten bolichero

Este es mi top ten de temas "bolicheros" de la secundaria. Posiblemente no en este orden. Michael Jackson merecería estar más arriba y Lionel Richie posiblemente más abajo. Digan que "Don´t take my coconuts" no aparece en goear.com porque era firme candidata a encabezar el ranking.
Muchos de ellos nunca dejaron de bailarse y siguen sonando por radio. Cada vez que los escucho no puedo dejar de recordar que los bailè en Bon Ami, en By Pass, en mi cumpleaños de 18, en la despedida de quinto. Hagan play y dejen volar la memoria...










Adolescentes inquietos






En 1978, mientras yo cursaba mi 6to grado de primaria, se fundaba en mi colegio un periódico escolar "a iniciativa del profesor Manso" segun dice en la editorial de un número aniversario editado cuando promediaba mi carrera universitaria. Recuerdo estar en el pasillo del Club Social viendo a los chicos y chicas de los equipos de infantiles y cadetes que cursaban en el colegio pasarse el periódico de unos a otros, leyendo hasta lo último. Recuerdo tambien ver algunos ejemplares en mi casa, traidos por mi hermano.
Volví al cajón de mi escritorio de la adolescencia sabiendo que allí estaba mi propia colección de Inquietud Adolescente, nombre careta si los hay. Conservo nueve ejemplares. El primero de ellos presumiblemente haya sido comprado por mi hermano ya que es del año 1980 y tiene su nombre en las típicas listas de egresados de cada promoción que año a año se publicaban. También hay una nota de una tal Almenta de 1ro 2da: una crítica a la obra teatral El Diluvio que Viene.
Tengo un solo ejemplar de 1981, año en que yo ya estaba en la división. Grande fue mi sorpresa cuando vi que me publicaron no una sino dos notas. Una sobre la historia de Lanús y otra de corte turístico sobre Chubut (cualquiera!!). Había tambien una nota de Alicia y Edith sobre Aerolineas Argentinas, dos poemas de Graciela ("Tu amiga" y "Principio y fin"), una reflexión de Claudia sobre la amistad ("... si llama a la puerta de tu corazón no dejes que se vaya como una paloma se vuela de las manos...."), Ana María hablando de los quince años ("...ahora es tiempo de vivir las quince primaveras que han pasado y llenar de flores blancas tu cabello castaño...") y una nota llamada "Qué pasa con nuestro rock?" que la redacción del periódico publicó sin autores pero que en mi ejemplar aparece firmada con birome por "Patricio y Marcelo, 2do 2da comercial".
Tengo los tres ejemplares editados en 1982, cuando todavía la manija la tenían los de 5to y los de 4to aparecían como "colaboradores". Ese año hizo su debut la secciòn "Los insufribles del colegio". Mi división presente en los tres números aunque en el último apenas en una nota firmada en conjunto con 3ro 3ra llamada "Dios selló sus ojos.." dedicada al chino Miguel Angel.
Al llegar a cuarto año ocho integrantes de mi división (incluyéndome) copamos el staff del periódico. No recuerdo detalles pero lo cierto es que a partir de ahì se acabò el hecho de que los de cuarto año eran meros "colaboradores". Ahì estaban nuestros nombres en igualdad de condiciones que los pocos de quinto año que seguían con ganas. Algo debe haber pasado entre el primer y el segundo ejemplar de ese año porque lo que inicialmente era un equipo de veintitres personas quedó reducido a once de los cuales siete éramos de 4to 2da. Siete sobre once! Quién pudiera! De haber contado con esa mayoría para otras cosas en esa época tal vez hasta alguno de nosotros hubiera ido a la frontera, o podríamos haber elegido a uno de los nuestros como mejor compañero en quinto.
El número 14 de Inquietud Adolescente trajo una interesante novedad: salió a imprenta sin el visto bueno final de "nuestro guia de trabajo, el profesor Oscar..." (tal como se lo mencionaba en los agradecimientos). Haber obviado ese paso, ineludible hasta entonces, posibilitó publicar una solicitada llamando a la reflexión a las autoridades por haber sancionado a unas alumnas (entre ellas María Teresa) por haber ido al colegio con un pullover gris. La dictadura se resistía a pasar a retiro.
El texto (abrir la imagen) leido en 2009 parece escrito por la juventud demócrata cristiana pero en aquella época decir que el hecho nos llenaba de indignación, llamar "supuestamente antirreglamentario" a un pullover que no era azul o decir que estabamos en condiciones de recibir a la libertad era todo un desafio.
Las autoridades (La Negra, digamosló claramente) se pusieron del orto. Creo que no hubo censura y el número pudo venderse. Si bien la máquina de escribir donde casi todos los originales del año VI del periódico fueron escritos era la vieja Remington de mi papá debo admitir que la "pluma" de esa solicitada es más de mis compañeros que mia. Flavio, Patricio, Marcelo? . Aun cuando acá mi memoria no es tan precisa esto es algo que siempre me gustó contar. Haber participado de un hecho así, adolescentes apropiándose de la palabra en un períodico escolar, es algo de lo que me siento orgulloso. Sé que al menos a uno de los nombrados le pasa lo mismo.
Me despedí del periódico al siguiente número con una nota sobre las drogas que hoy no escribiría. Fue un número bueno, donde le dimos más lugar a las otras divisiones del colegio, ja! Aunque el Cafiu, con su crónica del Encuentro Musical III "Pro Operativo Frontera", decía presente en nombre de la division en la sección Mupusipicapa, en la que casi constantemente a lo largo de años hubo presencia de mi curso. Firmas como la de Marcelo, Patricio, Flavio, Marisa o Papaito se veían al pie de notas sobre Pedro y Pablo, Litto Nebbia, Spinetta.
Al año siguiente dejé el periódico. No recuerdo quiénes de mis compañeros siguieron. Al empezar quinto año la institución no nos trató nada bien y el único proyecto colectivo más allá de mi división en el que aporté energías fue en el flamante centro de estudiantes.
En 1988 se publicó un número aniversario "para sacar al periódico de la nube del olvido". Era un compilado de notas de los diez primeros años. Casi todos los firmantes eramos ex alumnos a esa altura. A pesar de los múltiples y valiosos aportes que mi división hizo a ese periódico solo apareció una de todas esas notas. Lo lamentable es que era mi nota sobre las drogas.

La más chica del curso


Paula era la más chica del curso. Junto con Marisa eran las dos "adelantadas" en su propio calendario escolar. Si bien ella también entró al curso en segundo año me costó advertirlo ya que de entrada se la veía muy integrada al grupo. Ocurre que como buena parte de mis compañeros había hecho la primaria en la 18 por lo que a muchos ya los conocía. También provenía de un colegio privado aunque en su caso era uno de los típicos confesionales de barrio que no puedo linkear porque ni sitio de internet tiene. Ayuda: queda en una de las puntas de la Plaza Villa Obrera, en su capilla se casó Ana María y cuenta como docente a la hermana de Marisa.
En épocas en que, como casi todo adolescente, veía el mundo más en términos de blanco y negro que en funcion de grises y clarooscuros, hice sufrir una y otra vez a Paula por su condicion de hija de un militar. Por más que ella me explicara para mi no había caso. Por poco que la consideraba hija de un torturador. Además el hecho de que era la única de todo el curso que había viajado a Europa me servía para relacionarla con la corrupción militar. Por qué no? Acaso dos más dos no son tres?.
En cuarto año el Orge, parafraseando a un mediocre músico que en aquellas épocas era lo más, la llamaba "nena neurótica de familia bien"
El profesor de geografía confundió todos los años su apellido y la llamaba Rebollo. Cómica, inteligente, sensata y sensible. Eterna novia del bebote (hoy su marido) supo mantener durante aquellos años el equilibrio entre "la división" y "el novio" ampliando o achicando los espacios según correspondiera.
Su casa de Hector Guidi era un lugar habitual para los de mi división. Cada vez que fui a esa casa me sentí cómodo. El fatídico dia de la primavera de tercer año, todavía shockeados por la muerte de Miguel Angel decidimos subir a la casa de Paula antes que cualquier otra cosa. Nos matuvimos juntos ahí, llorando, viendo qué hacíamos. Días después allí estábamos de nuevo, festejando los 15 de Paula, festejando la vida.
Quiso (y quiere) a la división como pocos. Sufrió sobremanera la partición de la división al comenzar quinto pero lejos de amedrentarse con la situación se la bancó con hidalguía y nos empujó a otros a lo mismo. Lo que me costó remontarla los primeros dias de quinto año fue más leve gracias a ella, a Ana, a Claudia y a todos los que se sentaban alrededor mio. Sufrí junto con ella cuando, como efecto de estar en minoría, perdimos la votación para integrar la delegacion que viajaba "a la frontera" a ayudar a una escuela rural misionera.
Su mamá, una maestra de aquellas de las que casi no hay, nos llevó a algunos como censistas a Monte Chingolo para el Censo de Alfabetización. Recuerdo esa experiencia como mi primer acercamiento "a campo" cuando sin saber estaba ensayando un rol profesional que años más tarde ejercí.
Estuvo presente en todas las reuniones de reencuentro. Incluso cuando éramos solo siete, allá en 2004. Hace poco el local del PI se mudó a la misma manzana donde Paula aun vive. Me caí redondo cuando vino a visitarme al local y me vi en las fotos de sus 15. Hablamos de política, de los militares, del gobierno actual, de la clase media y me di cuenta que tenemos muchas coincidencias. En realidad siempre las tuvimos aunque mi terquedad juvenil me impedía verlo. Tuve que pedirle disculpas una vez más por mi maltrato adolescente. Que pena que militares al estilo del papá de Paula hay pocos.
Hace poco estuve, finalmente, en Campo Ramòn (Misiones) saldando una vieja deuda. Mientras iba y venía por caminos de tierra colorada buscando la escuelita que no aparecía la llamé por teléfono y a los cinco minutos Paula me había solucionado el problema. Le dije a la directora que si bien ahí estaba solamente yo que hiciera de cuenta que Paula también estaba presente.
Rabanitos querida!!! Dicen que sin nosotros dos la división no es la misma. Ja! Yo diría que nosotros dos sin nuestra división no somos los mismos.....

Cuarto segunda

Si existiera la posibilidad de revivir un año de secundaria sin duda sería cuarto año. Para mi gusto, y el de muchos de mis compañeros, fue "el" año de nuestra secundaria. Ya no éramos tan niños aunque todavía teníamos mucho por hacer en el colegio. Nuestras energías adolescentes se combinaban con un contexto social por demás esperanzador. Los milicos estaban en plena retirada aunque nos quedaba claro que el deseo de la rectoría era vivir hasta el último día el clima de dictadura al que estabamos acostumbrados tanto dentro como fuera del colegio.
El pase de tercero a cuarto fue normal. No hubo repetidores aunque más de uno cargó con previas ya que en Instrucción Cívica, Matemáticas, Física y (como cada año) Contabilidad hubo linda masacre. Aun así pasamos todos de año. Una compañera, integrante de una dinastía cuyo apellido se repetía una y otra vez en diferentes divisiones, decidió motu proprio cambiarse al injertado 4to 3ra; baja que nadie lamentó.
Fue el año de la llegada de Carlos, del paso de el Orge por nuestro grupo, de Juancho Benitez (en la foto a la derecha del Cafiu). Epocas en que Ana María escribía de queruza interminables cartas con destino Comodoro Rivadavia. Fue el año en que Digrandi olvidó el apellido de Claudia y la llamó "carboncito". Año en que la rectoría cambió de lugar y allí fuimos nosotros estrenando la primera de las aulas de planta baja que dan sobre la calle Arias. Resbaloso estaba el piso, ya que hasta una semana antes de nuestra llegada lo seguían lustrando para el delite de La Señorita.
La veda polìtica ya estaba levantada y fue ahí, en 1983, en que empecé a involucrarme (al principio solo desde el discurso) con una de mis grandes pasiones: la política. Nunca olvidaré dos hechos significativos. El primero tiene que ver con el primer paro docente que se le hizo a la dictadura. Hasta el dia anterior todos especulábamos con qué pasaría. Se animarían nuestros profesores? En la primer hora teníamos Matemáticas, con la D´arrigo. Ella entró y como si nada empezó a dar clases: ecuaciones, inecuaciones, números imaginarios, logaritmos y de repente aparece Cuniglio, nuestro ex profesor de biología. La llamó un segundo aparte fuera del aula. Desde la ventana interna mirábamos intentando adivinar qué cosas se decían. Cuniglio gesticulaba, señalaba hacia las otras aulas y D´arrigo bajó la vista y entró al aula. Agarró sus cosas y dijo: "me adhiero al paro". Estallamos todos en gritos y aplausos. No solo era zafar de un dia de clases; ese paro significaba mucho más. El otro recuerdo político tiene que ver con mi querida patota del doctor. Un inolvidable profesor de geografía (no sé si me explico) los hacia "votar" a sus alumnos (costumbre que yo practico hoy en día con mis propios alumnos). Su voto para el retorno de la democracia fue a Alfonsín para presidente y el resto de la boleta al PI, donde estaba su corazoncito ideológico. Comentó que en todos los cursos el resultado era similar: el PJ y la UCR disputándose la punta y muy atrás, en tercer lugar, el PI. En mi cuarto segunda las cosas no eran igual que en el resto de los cursos. Se dió una situación que bien podría ser descripta como un triple empate pero dada la performance del PI podemos decir que hubo un claro ganador: 9 votos para el PI (entre ellos el de Flavio, Silvana, Marisa, el Cafiu, yo), 8 para la UCR y 7 el PJ. Tanto me marcó ese hecho que es el dia de hoy que lo sigo contando orgulloso entre mis compañeros de militancia.
Pasaron otras cosas vertiginosas: contratamos el viaje a Bariloche, nos dieron la primer fecha para participar en Feliz Domingo, siete de nosotros estuvimos en el periódico de la escuela (siete entre once, nada mal), fuimos unos cuantos en grupo con la preceptora a ver La República Perdida al desparecido cine Sarmiento (con posterior presencia del candidato Alfonsin en Pavón y 25 de Mayo). Fue el año donde cada dos por tres habia motivos para cantar: "Se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar", que dentro del colegio solía ser modificada como "la dictadura escolar"
Exceptuando el viaje a Bariloche creo que cuarto año fue el summum de la unión grupal. Estabamos "todos", sin paredes divisorias, sin repetidores que lamentar, con una identidad que cada dia se hacía más clara.

Mi amiga más antigua

Cuando me preguntan a cuál de mis amistades conservo desde hace más tiempo contesto, desde hace unos ocho años, Marisa. Hago la aclaración porque hasta fines del 2001 la respuesta incluía también a Silvana.

Si bien es mi amiga “más antigua” es preciso aclarar que es de las más jóvenes de mi división puesto que tanto ella como Paula estaban “adelantadas” ya desde sus años de primaria.

Tal vez haya sido de las primeras compañeras a las que vi aquel día de marzo de 1981 en el que entré al colegio. De a poco nos fuimos haciendo amigos. Digo de a poco porque quienes me conocen desde aquellos años saben que en mi adolescencia yo no era precisamente un tipo sereno y Marisa tuvo que soportar más de una vez convertirse en blanco de mi sadismo. Memorables patadas en el traste le pegaba cada fin de curso para festejar el paso de un nuevo año lectivo. Que pedazo de pelotudo, no?

Durante los veranos de mi adolescencia pasaba largas noches charlando en la puerta de su casa. Grupos que solían superar los diez integrantes nos reuníamos a charlar de la vida, a tomar mate, a escuchar a Adriana (la hermana de Marisa) contarnos cómo era viajar a Bariloche o que se sentía ganar el viaje de Feliz Domingo.

Cuando estábamos en quinto año supe que Marisa ya había elegido carrera universitaria. Reconozco siempre que su decisión influyó, de algún modo, en apurar la mia.

En 1985 empecé el CBC junto con ella. Nuestra cotidianeidad cambió. Nuestros compañeros cambiaron. Dejamos a Eduardo, Patricia, Teresa, los Gustavos para empezar a frecuentar a Judith, María Elena, Eugen, Miriam. Nuevos nombres, nuevas caras, nuevos lugares. Abandonamos el 522 para empezar a tomar el 37, el 160, el 61.

Durante la facultad fuimos compañeros de trabajo sacando fotocopias en el local del Centro de Estudiantes, cursamos algunas materias juntos y hasta tuvimos un período breve pero intenso de militancia en una agrupación independiente (de la cuál fuimos fundadores) en la que por aquel tiempo me sentía más cómodo que con la patota del doctor.

Mil historias nos quedaron de esas épocas. Amistades, amores, trabajos, viajes, recitales y hasta cositas de esas que no se pueden contar acá. Incluso hay personas que nos conocen a ambos que solo con el correr del tiempo supieron que Marisa y yo nos conocemos desde el secundario.

A fin de 1989 me fui de mochilero a Bariloche, en tren. Treinta y seis horas en clase turista y allá subimos con Marisa y otra gente el Cerro Catedral pero no con la aerosilla. Dos días arriba de las montañas en una inolvidable experiencia que puso a prueba nuestros cuerpos y mentes.

Siempre recuerdo que sobre finales de los 80, estando mi familia de viaje para fin de año, la madre de Marisa (todo un personaje) se apenó al saber que yo no tenía con quien pasar la navidad (detalle que dado mi acérrimo ateísmo me importaba muy poco) y me abrió las puertas de su casa. Recuerdo estar sentado a la mesa familiar de Marisa, con sus padres, su hermana y su hermano y sentirme como uno más. Recuerdo cuando su casa fue reformada, cuando se amplió la cocina. Hasta la escalera de esa casa tiene un escalón que era mio, ja!

El primer texto que nos mandaron a leer en el CBC lo leímos y releimos en su living. Hoy somos colegas y cada 13 de octubre nos mandamos un “feliz dia”. Tengo fotos de Marisa en mis cumpleaños de 30, de 40. No nos llamamos por teléfono todos los dias y hasta pasan meses sin que sepamos el uno del otro pero es alguien a quien no me voy a sorprender de “reencontrar” ya que, en definitiva, nunca nos separamos y hace veintiocho años que venimos “creciendo juntos”. O a esta edad ya no se usa el verbo crecer?



In trouble with two girls


Allá por segundo año una vez tuve que preparar una clase en equipo para Inglés. En principio nada hacía sospechar que fuera algo que pudiera ocasionar complicaciones. Una materia facil para mi, con un libro que en el colegio de los nuevos ricos ya lo habia visto entero en primer año y que luego en "mi colegio" volví a ver pacientemente entre segundo y tercer año: el Starting Out, un clásico del inglés de los 80 que contaba la historia de un looser (Arthur) empelado de una biblioteca bajo el mando de Mr. Steel y enamorado de Mary, la cual amaba a Bruce.
La cosa era facil aunque llevaba su tiempo. Un audiovisual casero: diálogos grabados en un TDK con mi National, cartulina blanca, fibras y alguien que al menos la dibuje a la hora de dibujar.
Por más que lo intento no puedo acordarme de qué circunstancias llevaron a conformar mi equipo de aquella vez. Agruparme con el pollo Geremías, Papaito, Alicia y Campa me hace pensar más en alguna necesidad ocasional que en el concepto de "cohesión grupal".
Lo cierto es que aquella tarde en mi casa no estábamos más que los nombrados y mi perro Charly. Cinco adolescentes solos en una casa. Que bueno!. En un momento, cuando lo visual estaba listo y solo faltaba el audio el pollo dijo una frase. La dijo una vez y la sostuvo luego no más de tres o cuatro veces. Fue casi terminante: "Si no cogemos no grabamos". Ja! Tomá! La situación en sí no duró más de tres minutos.
El pollo y Alicia eran vecinos y creo que habían hecho juntos la primaria en la 36. Alicia casi que ni bola le daba y lo miraba con cara de esperar a que termine de una vez. Campa encabezó la retirada hacia la puerta de calle, con un enojo que a los dos minutos parecía no ser tal. La detuve sin usar la fuerza, solo las palabras. El audiovisual tenía que estar listo para el otro dia y si ellas se iban no íbamos a tener quienes hicieran las voces de Mary y Sheila. Convencidas que estuvieron las chicas la jornada de trabajo domiciliario siguió sin problemas. Grabamos, aun sin haber cogido. El incidente quedó en la nada. Al otro dia dimos la clase, todo estuvo bárbaro, nos sacamos un 10 (diez) y nada pasó.
Dos días más tarde cuando llego a la escuela mis compañeras me cuentan que durante la clase de Educación Física la madre de Campa llegó vociferando al colegio. Acusaba a tres zánganos morbosos de haber ultrajado a su hija o al honor de su hija. Nunca me quedó claro. Con el pollo fuimos citados por La Negra, o sea la señorita vicerrectora. Papaito zafó no sé bien por qué. Creo que Campa lo exculpó de antemano. La Negra nos preguntó nuestra versión de los hechos y nos hizo ir en silencio avisándonos que citaría a nuestros padres. Cagamos.
A los dos días era mi cumpleaños. Cumpli 15 años con la angustia de no saber lo que me esperaba. No quería que me echaran y tener que buscar un tercer colegio para tercer año. Ese era el máximo temor. Al otro dia de mi cumpleaños llegó una carta a mi casa mientras almorzaba con mi familia. Citaban a mis viejos. Mi vieja fue y escuchó por primera vez a la Negra hablar pestes sobre mi. No sería la última. Nunca fui del agrado de "la señorita" y es algo de lo que siempre me sentí orgulloso, aun pasados los años. Me suspendieron por cinco dias. Me los pasé encerrado estudiando ya que durante esa semana habia tres "trimestrales" incluyendo el de Historia, materia donde la Negra era nuestra profesora y en la que debìa sacarme un 9 (nueve) para no llevármela a diciembre. Me prohibieron ir a Córdoba con el Club Social lo que lamenté porque sabía que iba a ser mi último viaje con el basquet. Ni eso llegó a ser. Por primera vez una compañera me había invitado a sus 15 (Viviana) y tampoco me dejaron ir. Lo único que me cambió un poco el humor en esos dias es que llamó por teléfono a mi casa la madre de Alicia. Atendí con un miedo que me temblaba el brazo y no podía sostener el auricular. Sorprendentemente la señora me pedía disculpas. Se apenaba por mi situación. Habló luego con mi mamá y se diferenció claramente de la mamá de Campa. Dijo una y otra vez que ella no habia pedido que el Pollo (al que conocía de chiquito) y yo fueramos suspendidos. Hubo un antes y un después de ese llamado durante los dias de mi suspensión/reclusión.
Con el pollo volvimos a la escuela como héroes, entre apalusos y vítores. Todos querían hablar con nosotros, nos abrazaban, se solidarizaban. El primer dia había Historia. La Negra nos hizo pasar al frente a los dos. Nos había mandado a estudiar de un saque unos ciento veinte años de historia europea y americana. El pollo fue aplazado. Yo le contesté cada pregunta con precisión como si hubiera estado en la toma de la bastilla, la Revolución de Mayo, hubiera conocido a Napoleón o le hubiera tirado aceite hirviendo a los ingleses cuando pasaron por Caaguazú y Pavón. Estudié mucho. Aun así no me puso un diez. No importa. Con eso le quedaba claro a La Negra que a mi por el lado de el estudio no me iba a poder correr tan facil.

Amiga visible




Comenzar a escribir este blog vino acompañado de una serie de tareas, entre ellas la de desempolvar un estuche de chocolate Turista traido de Bariloche en el que guardé recuerdos relacionados con mi secundaria. Casi todas cosas que empecé a encanutar allá por fin del 84 cuando preveía que a futuro me traerían buenos recuerdos.
El futuro llegó hace rato. Y ya lo ves, ahí estoy leyendo una carta escrita a máquina en 1983 por alguien de mi división en el juego del amigo invisible. En cuanto comencé a leerla mi memoria me remitió a una compañera, o mas precisamente a dos. Sí. Porque hay dos compañeras a las que empecé a ubicar en dupla. De la esquina de mi casa veintitres cuadras en linea recta a la derecha vivía una. La otra veintitres cuadras hacia la izquierda de la otra esquina. Vecinas ellas, lindas las dos, morochas, estaturas similares y nombres parecidos. En la multitud de cuarenta y cuatro personas que me recibieron en segundo año Liliana y Viviana se me representaban casi como una unidad. Aunque para cuarto año ya las conocía lo suficiente como para diferenciarlas.
La carta (abrir haciendo click sobre ella) denota que quien la escribió no solo me quería sino que me asignaba un lugar destacado en el grupo. Frases como "te considero un muy buen compañero ya que sé que nos querés a todos" o "todos tus compañeros sabemos que no te olvidarás nunca de la división" me causan hoy el mismo impacto que cuando fueron escritas, o sea: mucho.
Hace unos dias escaneé la carta y se la envié a Viviana casi convencido de que era de su autoría. Al otro dia me contestó: Hola Mariano!!!!! Lamento comunicarte que no eras mi amigo invisible en 4º año, aparte yo no tenía máquina de escribir.
Así que decidí escribirle a Liliana quien dijo que de entrada, leyendo el contenido de la carta, supuso que era de ella y que no lo dudó cuando vió la "firmita trucha" del final.
Bueno, amiga visible, sé que tus expectativas respecto de Bariloche fueron colmadas. Y no solo por mis chistes y bromas pesadas, ja!