Langa


Al menor de los Gustavos, como al mayor, nadie jamás los llamó así. Es solo una licencia que me tomo en este blog donde evito llamar a la gente por nombre y apellido. Pero es que a los Gustavos se los nombraba por el nombre y apellido o, en otras ocasiones, por sus respectivos apodos. Llamarlo el cabezón me costó siempre ya que en mi tierna infancia supe tener ese apodo y detestaba que asì fuera. Tambièn se lo nombraba con la combinación apodo y apellido, que en su caso suena más simpático.
Sin duda era el galán de la división. Y no solo por la pinta (que aun hoy conserva) sino por la actitud. Amigable, espontaneo y por lo tanto entrador. Un compañero ideal para salir de jarana. En cuarto año recorrer con él los cursos de la planta alta para pedir material para el periódico escolar era todo un éxito. Las chichis de primero y segundo morían al verlo.
Al iniciar tercer año casi cae víctima de la amputación y termina en 3ro 3ra, cosa que finalmente logró evitar. Este detalle yo lo había olvidado y alguien me lo recordó hace muy poco.
Siempre afecto a compartir solía llevar compañeros de división a la quinta de su familia en Longchamps. Se sentaba atrás mio en cuarto. Por aquellas épocas los varones teníamos Educación Física muy temprano en la tarde un dia de los que había séptima hora. A mi se me complicaba ir hasta mi casa y tener tiempo de cambiarme y comer. El me solucionó el problema llevándome a almorzar a su casa una vez a la semana, como también lo llevaba a Flavio. Sus madres eran amigas. Recuerdo esa casa, su pasillo, el garage, el baño que tenía dos puertas. Todo era muy rápido. Llegábamos, nos poníamos la ropa de gimnasia, almorzábamos y la madre de Flavio nos llevaba a los tres hasta la escuela en el Falcon.
Buen alumno, formaba parte del grupo de los que aprobaban todas las materias. No sé cuántas veces o si tan solo una vez le pasó de llevarse alguna.
Hacía una cosa que para mi era algo excéntrica en aquel entonces y que hoy en día nos hubiera acercado muchísimo: practicaba tenis.
Ostenta el record de ser el compañero que mayor cantidad de prendas ganó en Feliz Domingo. Estuvo en el Sumando en Equipo ganador de la primera vez, ganó la prenda de baile con Viviana la tercera vez y supo trasladar con facilidad (previo ensayo) sus habilidades con la raqueta a empuñar una sartén para ganar junto al otro Gustavo la prenda de tenis en la última visita.
Su papá laburaba para Bagley, o algó así. Para el viaje de egresados nos regaló cajas llenas de alfajores (del blanco y del negro) y otras con chocolates. Muchos, muchísimos. Y venía de darnos flor de colaboracion al escribir las "relaciones" para la chacarera que Gustavo bailó en la tele.
Me perdí de cursar quinto junto a él pero aun así el último fue nuestro año de mayor acercamiento y formó parte del grupo de compañeros con el que nos fuimos animando a conocer otros aires y traspasar las fronteras de nuestro Lanús querido para las épocas en que empezabamos a ser ex alumnos de secundario.
Al poco tiempo su papá falleció joven como para irse. Recuerdo ese momento como uno de los últimos en que mi contacto con Gustavo seguía siendo frecuente. Años sin vernos hasta hace poco. Cuando me vió, me sonrió y me abrazó diciendo "que lindo pibe". Ja! Y que lo digás vos, cabezón!

Que noche la de Bariloche


Al contratar el viaje a Bariloche con nuestros compañeros negociamos con el promotor algo atípico. Conseguimos entradas gratis para ir a bailar las seis noches. Esto hizo que las noches tuvieran siempre la posibilidad de cierta cosa vertiginosa que un boliche suele aportar.
La primera de las noches fuimos a un boliche clásico barilochense. Un embole. Aburrido. Le intentamos poner voluntad pero no hubo caso. La mayoría tomó la consumición y se fue.
La segunda noche nuestros compañeros de micro del colegio montegrandense también venían a bailar. Así que muchos hicimos previa en su hotel (el "Tito") y de ahì arrancamos a Feet Up, un boliche que no me queda claro si aun existe. Eso sí que se llamó ir a bailar en serio. Un montón de gente, todos bailando juntos, coreando el nombre del colegio en el medio de Hay que salir del agujero interior, bebiendo moderada y responsablemente. Era verdad que ir a Bariloche estaba buenísimo y entre la tarde en el Cerro Otto y la noche en el boliche lo estábamos comprobando.
La tercer noche hubo un par que desistieron. El día en el Catedral planchó a algunos y además volvíamos al aburrido boliche de la primera noche. Pero en esta segunda oportunidad la cosa estuvo mejor. Muchos se quedaron hasta tarde incluidos Carlos, Eduardo y los Gustavos que la remataron haciendo after hour en el hotel donde estaban los de 5to 1ra.
La cuarta noche, noche de miércoles, es recordada por mis compañeros de dos maneras distintas. La "noche del pedo" o bien la "noche del quilombo". Fuimos a bailar a un boliche que se había inaugurado hacía apenas un año. Las pocas referencias que teníamos era que el lugar estaba bárbaro. Lo cierto es que esa noche hubimos unos cuantos que le entramos duro a la bebida blanca. Por aquellas épocas mi fiel y sana bebida digestiva de años no era consumida casi por la gente joven por lo que su sabor me era desconocido. Arranqué la noche tomando una de mis porquerías favoritas de aquellos años. Además de esa recuerdo haber bebido sorbos de otras seis cosas diferentes. Una de ellas me la consumì solito, y así me fue. Quien sería mi posterior compañero de militancia le había dado a la caña y así quedó también. Creo que pasaron esa noche todos los temas de mi top ten bolichero. Bailé y bailé. Pasadas las cinco de la mañana venía barranca abajo y con Marisa, Teresa, Graciela y un par más nos fuimos para el hotel. El fresquito de la madrugada pegaba fuerte y la mezcla etílica había empezado a hacer estragos. Mis recuerdos son confusos. Mis compañeros lo describen diciendo que tuve un ataque de nervios. Grité. O mejor dicho les grité. Porque lo que recuerdo es haber cagado a pedos a todos. Hice reclamos, pasé viejas facturas y hasta a un compañero que esa noche se peleó con otro le enrostré que había viajado gracias al pasaje "liberado" que el grupo disponía. Fea actitud. Paralelamente una compañera puso fin al llanto gracias a que "lanzó" luego de un café con cenizas. Mi pieza había sido dada vuelta por unos vándalos de la pieza 10 (que se terminaron peleando entre ellos) y no recuerdo si antes o después de mi episodio de exitación psicomotriz jodíamos con Carlos a que nos tirábamos por la ventana, hecho que alarmó al resto que creyó ver una incipiente conducta suicida. Los pocos que estaban sobrios no daban abasto subiendo y bajando las escaleras mientras atendían compañeros descompuestos, separaban a los que se peleaban. Paula y Daniel se hicieron cargo de mi. Los recuerdo ya de día. Yo sentado en un cantero en la vereda al lado del hotel. Miraba el lago, había sol. Cada tanto salía alguien a preguntarles si todo andaba bien. Me dijeron esas cosas que se les dicen a los borrachos para que se calmen. Me llenaron de elogios y me pidieron que no me preocupara. El viaje era un éxito y esa noche también lo fue.
La noche siguiente para mi empezó distinta. Por la tarde me había roto la ceja en Piedras Blancas así que esa noche no fui a bailar. En el hotel se cortó la luz y todo era jolgorio. Para resguardarme las chicas de la pieza 2 me atendieron. Me acostaron en la cama de Silvana, Viviana me prestó un pulover, Graciela y Liliana me fueron a comprar un antiinflamatorio. Me trajeron un té y esa noche descansé lo que no había descansado en todo el viaje. Dormì ocho horas. Mis compañeros fueron otra vez a Feet Up aunque esta vez parece que no la pasaron tan bien. Temprano ya había varios en el hotel. Yo casi ni me enteré gracias al calmante.
Al otro dia mi estado no era el mejor pero no me podía perder la última noche en la disco de las múltiples pistas y escaleras. Había estado todo el dia con unos anteojos de sol que alguien me prestó para disimular el golpe. Mis compañeras me taparon el moretón con maquillaje para ojeras y fui a bailar. Estaba medio boleado y con los lentes no veía un pomo. Igual fui. Era la última noche de mi viaje de egresados. Un viaje donde los ex cuarto segunda fuimos los reyes de la noche.

Mi top ten de lentos

Cuando escucho estos temas parece que fue ayer. O que fue hoy mismo que los escuché cuando puse radio aspen. Pero si hablamos de las costumbres parece que fue hace mucho más que un cuarto de siglo. En aquellas épocas todavía se cambiaba abruptamente la iluminación del boliche, la alegría dicharachera se detenía y llegaban los lentos. Pero no pasaba solo en los boliches para viejos de más de cuarenta. En los boliches de adolescentes que yo frecuentaba el ritual también existía. Y en los asaltos también. Escuchar los primeros acordes del primero de los temas de este ranking a las cuatro de la mañana en Bon Ami desataba la feroz cacería. Llamen a sus parejas, si no tienen busquen una, apreten play y luego..... apreten!










El lenguaje de la violencia


Para casi todos mis compañeros existe un profesor favorito. Su relación con el grupo fue más allá del ámbito del colegio. Querido por muchos (inclusive por algunas madres), el profesor de Castellano supo ganarse el cariño y el respeto de casi todos. Menos el mio.
Cuando ingresé en segundo año él era uno de los profesores que ya conocía a mis compañeros. Me costó asimilar su perfecto método para el análisis sintáctico (las "cajas") pero debo reconocer que fue la primera vez que le encontré totalmente la lógica al asunto. En segundo año en cada trimestre una de las notas a promediar surgía de un dictado en el que cada error de ortografía costaba 1 punto y cada acento omitido o mal colocado restaba 50 centésimos. Creo haberme sacado dos 9,50 y hasta un 10 en esos dictados pero mis sucesivos promedios trimestrales (dos 7 y un 7,50) indican que con el resto de la materia había alguna dificultad. Ese año nos hizo leer El Casamiento de Laucha donde en el Capítulo VIII el protagonista va a ver a un cura napolitano. Preguntó si alguno podía traducir las palabras del cura. Silencio en el aula. Me di cuenta que con un par más o menos zafaba y levanté la mano. Me sorprendí a mi mismo pudiendo traducir al voleo desde el italiano ya que por más apellido que tengo mi abuelo paterno nunca fue "el nono" sino un señor nacido en Banfield. Una compañera de apellido italiano se acercó al final de la hora a felicitarme pero aun habiendo mostrado mi destreza no logré del profesor un gesto de aprobación. Ni esa vez ni nunca.
En tercer año el tipo seguía siendo mi profesor. El inconveniente para mi era que Ortografía ya no formaba parte del programa así que para llegar a un 7 me iba a tener que esforzar. Habiendo aprendido a leer y a escribir a los tres años, viviendo en una casa con cuatro bibliotecas, siendo hijo de un escritor y teniendo a los quince años ya una buena cantidad de libros leídos por puro placer en mi haber se supone que Castellano no debería darme problema alguno. Pero parece que con eso no alcanzaba. Había algo en mi persona que al profesor no le gustaba y cuando estábamos en tercero el tipo ya no lo podía disimular. Un dia me hizo pasar al frente a escribir una oración y luego analizarla. La primer palabra emepezaba con P. Mi letra manuscrita nunca fue agradable, es el día de hoy que la evito cada vez que puedo. Pero ese dia tuve que escribir una P mayúscula que lo molestó, "mire esa letra, parece un cartel de la feria". Seguì escribiendo. Mis manos, como casi toda la vida me sucediò, transpiraban y al tocarme una pierna los pantalones quedaron con tiza "mire esos pantalones, parece el mameluco de un obrero", lo cual para él estaba terriblemente mal. Le daba tanto asco como la Vaquera de la Finojosa a la que no dudó de tildar de "sucia" por el hecho de ser una campesina. Ese año nos mandó a comprar un libro llamado Setenta años de Narrativa Argentina, un interesante compilado de cuentos nacionales de las primeras siete décadas del siglo pasado. Nos hizo leer el cuento VI de La Sala de Espera de Mallea (terrible e intenso) y algunos otros. Entre los cuentos que no leímos estaba Esa Mujer de Rodofo Walsh que lo leí por mi cuenta. Le pregunté a mi viejo bien de qué se trataba porque yo tenía mi sospecha respecto de quien era "esa mujer". -Vamos a leer el cuento "Esa Mujer" de Rodolfo Walsh? -No, me contestó seco. Me pareció que le molestaba mi pregunta así que insistí: -Es cierto que habla de una historia cierta de un militar que secuestró el cadaver de Evita? -No sé, no sé, no sé. Lo dijo tres veces. Como que le era necesario afirmar que no lo sabía. Al darme cuenta de que le molestaba fui por más: -Es cierto que Rodolfo Walsh está desaparecido?. Pensé que se iba a animar a contestar pero insistió: -No sé, no sé, no sé. Evidentemente formaba parte de esos argentinos que en la dictadura preferían no saber.
Un dia mandó a hacer un trabajo práctico y pasó banco por banco a retirarlo. Alguien habia faltado así que me cambié de lugar y me senté adelante del Cafiu. Me di vuelta para hablar con él y cuando escucho que el tipo se acercaba me fui dando vuelta hacia adelante en medio de un bostezo. De repente: Plaf!!! Sonoro cachetazo me puso el tipo. Sí, un profesor le pegó a un alumno. El profesor era él y el alumno era yo. -Vaya a lavarse la cara, me gritó nervioso. Me puse la mano en la cara y lo miré como diciendo "no sabes la que te espera" y salí del aula pero no fui al baño, sino que me fui derechito a la preceptoría. El tipo me había dado soberano cachetazo muy bien puesto. Con toda la saña. Como la cara aun me dolía supuse que todavía tendría marcados sus deditos y efectivamente así era. -Me pegaron, me pegaron, dije haciendo escándalo. -Quién te pegó? preguntó Irma. En lugar de contestar le pregunté -Tengo los dedos marcados todavía?, -Sí, pero decinos quién te pegó. -Quiero hablar con La Señorita, dije enojado. Lejos estaba yo de ser el favorito de la jefa de preceptores pero la cara de la tipa cuando le dije quien era el agresor era para la foto. Llamaron a La Señorita al toque y ahì nomás le dije: -El profesor de Castellano me acaba de pegar un cachetazo porque bostecé y le aviso que esto se lo voy a decir a mi papá. Quedaron desconcertadas. En general las disputas en las que yo estaba involucrado solían tener un claro culpable, o sea yo. Esta vez no era así.
A los pocos dias mi viejo fue citado. Desde el aula donde hicimos tercero era facil ver a los que llegaban al colegio y entraban (todavìa en esa época) por la calle Guidi. Era solo cuestion de mirar a la izquierda y ver como la gente se perdía por la pared detrás de nuestro pizarrón. Alguien de mi confianza hizo la bromita: -Uy, miren, viene el padre de Mariano. El tipo miró de reojo para afuera. -Qué pasó Mariano, te portaste mal? preguntó otro ironicamente. Yo trataba de mantener la compostura aunque me sabía ganador ese día. Al finalizar la hora lo vi ir derechito hacia la rectoria. Parecía más chiquito de lo que realmente es. Era invierno aunque esa mañana pasó el verano de su vida. Tuvo que escuchar que el padre del que tenìa letra de feriante resulta que era ni más ni menos que un escritor, o sea alguien que hace lo que él unicamente enseña. Y para colmo mi viejo (que llegó manejando un auto que el profesor no tenía) le dijo que vestirse como obrero no era deshonra sino orgullo. Se lo dijo vestido de traje. El tipo transpiraba y balbuceó una disculpa. Mi papá le regaló el que por entonces era el segundo de los once libros que lleva publicados en lo que creo que haya sido la mayor humillación para ese profesor en todo ese asunto.
Me llevé la materia a Diciembre lo que me causaba tanta gracia como llevarme Mecanografía o Inglés. Claro que en este caso tenía que leer mucho más. Para fin de año el tipo se acercó mucho a mi curso a punto tal que todas las nochecitas de Diciembre del 82 me lo cruzaba en la puerta de la casa de algún que otro compañero cuando aprovechaba para recitarle: "Moça tan fermosa non vi en la frontera como una vaquera de la Finojosa". El dia previo al examen me desperté con tortícolis. Ja! Mi vieja me leía las conjugaciones de los verbos y yo como podía lo repetía. Me puso un 5 y me sonrió.
Todo podría haber terminado ahí pero el verano siguiente yo me ilusionaba con ir con mis compañeros de campamento a Santa Teresita. Recuerdo un dia llegar a la puerta de la casa de alguien y ver cómo todos se callaban la boca al verme. Todos incluido este profesor. Que en esa oportunidad se comportó como un chico más. Yo no entendía el por qué de ese silencio. Amigos son los amigos, así que fue mi amigo quien me explicó clarito lo que pasaba. Yo debía dejar de preguntar por el campamento por una sencilla razón: yo no estaba incluido y el profesor sí. Alguna vez le eché en cara a algún que otro compañero haberme dejado a un lado en esa. En realidad me equivoquè. No podía culpar a ningún chico de dieciseis años por la actitud de un adulto de más de treinta.
Años más tarde entendí eso y mucho más. Entendí también por qué tanto García Lorca todos los años, entendí que mi sola presencia estaba destinada a disturbarlo.
A principios de este siglo estaba en el andén de la Estación Lanús esperando el tren para Constitución y lo vi. Estaba igual. Lo miré y no me reconoció. Subimos al tren y mientras lo miraba leer un librito pensaba. Me preguntaba si se imaginaba que algún alumno suyo despues de terminar el secundario hubiera leído libros enteros de García Lorca. No creo que algún compañero mio lo haya hecho. Mucho menos sus alumnos favoritos. Yo leí Mariana Pineda, Yerma, todo el Romancero Gitano, la Cancion del Mariquita, La Zapatera Prodigiosa y además soy el único de mi curso que puede de memoria recitar los versos que comienzan diciendo:

Granada, calle de Elvira,
donde viven las manolas,
las que se van a La Alhambra,
las tres y las cuatro solas.

El tren llegó a Constitución. Yo ya intuía dónde se iba a bajar porque para esa altura yo ya sabía dónde y con quién vivía el tipo. Así que fui bueno y recién una estación antes de que haga su combinación lo encaré. -Vos fuiste mi profesor de Castellano. -Sí? No me acuerdo de vos. Decime tu apellido. -Mi apellido no, te voy a decir algo por lo que me vas a recordar seguro. Vos me pegaste un cachetazo. Su cara se transformó. De repente era otra vez aquel hombrecito al que retaron en la rectoria por mano larga. -No sé, no sé, no sé, dijo. Lo que me hizo suponer que sabía. Sabía tanto como sabía que Rodolfo Walsh había sido secuestrado por la dictadura. Aunque para reconocer ciertas cosas hace falta un poco de coraje.

Mi primer voto


Cuando estaba por terminar quinto año voté por primera vez. Apenas algunos de nosotros teníamos los 18 años cumplidos y aunque no estábamos aun en el padrón el gobierno alfonsinista (que todavía era bancando por los "progres") nos dejó votar. No del todo conforme con las reglas de la justicia electoral el plebiscito por las islas del Canal de Beagle fue la primera oportunidad de votar para muchos de los que nos habíamos quedado con las ganas en el 83. Digo no del todo conforme a las reglas porque quienes ya teníamos los 18 años podíamos presentarnos y votar en cualquier escuela de nuestra zona, algo que los que ya habían votado tambien podían hacer. De hecho quien hoy es Ministra de Defensa de la Nación votó dos veces para demostrar que todo era una truchada.
Como casi todos mis compañeros voté por el SI, que ganó con un abrumador 82%. Ese numerito, el 82, fue el que se cruzó por la cabeza de muchos de los que votamos por el Si. La Guerra de las Malvinas estaba muy fresquita y nadie quería saber nada con más sangre así que.... chilenos, metansé las tres islas en el orto!
Para el gobierno todo era alegría. Tomaron el triunfo como propio. Error. Olvidaban que mucha gente al decir Si le estaba diciendo que Si al papa. El mismo papa que en plena guerra había venido a visitarnos, retarnos por haber molestado al imperio y de paso sugerirnos la rendición. Ay, pero era de bueno ese papa!
Recuerdo estar en la cocina de la casa de Marcela y escuchar a su mamá (una peronista de la primera hora) decir enojada: "a mi no me engañan, yo voy a votar que no". Y la verdad es que hoy no sé si estoy tan orgulloso de ese voto. Lo cierto es que comparado con otros votos que hice años después puedo afirmar que ese Sí no fue nada grave.

Queremos ver nieve


En 1984 hubo dos grandes nevadas en Bariloche. Una de ellas fue en junio, dos meses antes de nuestro viaje. La otra recién en septiembre. Se comentaba en el colegio que una de las divisones de Nacional había quedado varada en la ruta por más de diez horas. Todos los dias nos enterábamos que Fulanito de tal colegio habia tardado un dia y medio en llegar y otro tanto en volver. Lo cierto es que cuando nosotros llegamos la ciudad estaba sin nieve y así estuvo durante toda la semana.
El segundo día en Bariloche incluyó la excursión al Cerro Otto aunque previamente hicimos el paseito por el Punto Panorámico. En realidad fuimos engañados porque nos llevaron a un lugar que no era el Punto Panorámico en sí sino que era un sitio que podía ser observado desde el verdadero Punto, lo cual no era lo mismo. Lo importante del asunto fue que pudimos ahí estar, por fin, con la nieve. Me acuerdo de la exitación de todos. Guerra de bolas de nieve, gritos, enfriamientos varios. Igual el plato fuerte del día aun estaba por llegar.
Subimos al teleférico del Cerro Otto y una vez allá arriba, en medio de un solazo que nos bronceó las caras, practicamos un deporte que por cada minuto de acción exigía más o menos media hora de recuperación: el "culipatín". No era más que tirarse en fila sentados uno agarrado al otro y dejarse caer por la ladera del cerro. Maravillosa sensación. En segundos se podía bajar velozmente unos cuantos metros. Eso sí: una vez abajo lo jodido era subir. No había aerosilla ni cablecarril. Solo nuestras abundantes energías adolescentes. Todo muy lindo con la nieve pero el tema era que los días pasaban y no veíamos nevar.
Al otro dia hicimos otra excursión de las ineludibles, el Cerro Catedral. Apostamos todas nuestras energías a que veríamos la nieve caer pero esto fue así solo para cuatro de nosotros. Mañana nublada, foto para el mural, clases de ski con la profesora Florencia y comida de verdad (no la mierda que se comía en el Bariloche Center) en una linda confitería al pié del cerro. Está bueno esquiar. Ahí entendí por qué para los chetos es algo "divertido". Por la tarde el cielo seguía encapotado y gris pero la nieve no caía. Hacía cada vez más frio pero de nevar ni hablar. Al momento de contratar el viaje los tipos de la empresa tenían tantas ganas de cerrar el acuerdo que terminaron cediendo en algunos puntos. Uno de ellos fueron las ascenciones ilimitadas en una de las aerosillas. Podíamos ir hasta el final del tercer tramo si lo deseábamos. Una vez ahí la idea no entusiasmaba a todos. Yo deliraba por llegar hasta la cima por una sencilla razón: había escuchado que arriba de todo estaba nevando!. Las primeras valientes fueron Marcela y Fabiana, en la silla de atras Liliana y Eduardo, después Claudia y yo y atrás nuestro Lancha con Carlitos. Al llegar a la primer estación algunos desistieron por el frio. Yo seguí camino, esta vez con Carlos. Ya en la segunda estación la cosa estaba heavy. Hacía más frio que abajo y al mirar el tercer tramo lo que se veía era que la sillita se perdía dentro de una nube y ya. Solo Carlos, Liliana y Eduardo me acompañaron. Recuerdo que en un momento con Carlos dejamos de ver a los chicos adelante nuestro. La nube tapaba todo. Gritábamos de una silla a la otra y no se escuchaba nada. "No nos habremos muerto y estamos entrando al cielo?", me dijo Carlos. Me reí y lo miré. Ambos nos sorprendimos porque nos vimos con las cabezas llenas de nieve. Sí. Por fin! Estabamos en medio de una nevada.
Bajamos en la tercer estación y duramos un par de minutos. La nieve caía y el viento helado pegaba fuerte. Además no se veía más allá de dos metros. Nos bajamos y en medio de la nada, suspendidos allá arriba la sillita se detuvo. Era algo normal pero para juntar coraje y de paso sobrellevar el frio le dimos un par de besos a mi petaca que estaba cargada con licor de café. Recién al llegar a la segunda estación pudimos sacarnos una foto que atesoro con mucho cariño. Al seguir bajando nos cruzábamos con otros que apenas iban subiendo.
Al otro dia era la Fiesta Nacional de la Nieve. Desde la ciudad veíamos la tradicional bajada de las antorchas. Eso sí: no estaba nevando.
El viaje terminó y al llegar cuando nos preguntaban "y? vieron nevar?" solamente cuatro podíamos decir que sí. Hay veces en que vale la pena ser terco y tozudo. Para mi la tarde del 14 de agosto de 1984 fue una de esas veces.

Una dulzura


Siempre recuerdo que en mis primeros días en el multitudinario 2do 2da pasaba gran parte del tiempo observando a mis compañeros para intentar entender de a poco quién era quien. Había dos chicas a las que inicialmente llamaba "las mellizas" porque, sinceramente, las veía muy parecidas. Con el tiempo aprendí a diferenciarlas. De una ya he hablado. Hoy hablaré de la otra.
De voz suave, agradable, muy femenina. A Viviana siempre le caí bien. Me festejaba las bromas (que no siempre eran para festejar) y tuvo conmigo en segundo año un gesto que nunca voy a olvidar. Tras el incidente que tuve con dos compañeras mi situación respecto del grupo no era el mejor, sobre todo en relación a las chicas. Al contrario de lo que todas hacían Viviana me invitó a su cumpleaños de 15. Aun cuando parte de mi castigo consistió en que me prohibieran ir a ese cumpleaños, su convite me hizo sentir claramente incluído.
Su sensibilidad supo hacerse poesía y allá por tercer año se publicaba en el periódico escolar su "Tristeza" cuya primer estrofa decía:

Caminando estoy
por la tarde gris
sé que una mañana
como flor temprana
te veré venir

Creo no haberme juntado con ella a estudiar o a "hacer equipo" pero si la recuerdo en montones de cuestiones extra escolares, como las idas a Quilmes, la modesta salida del día de la primavera en cuarto año, una excursión de un grupito a las piletas de Ruta Sol, el dia del amigo de quinto año, mateadas dominicales en su casa, siniestras sesiones de El Juego de la Copa, la compra de los buzos, etc.
Durante cuarto año la ubicación de nuestros bancos me permitía mirarla a discreción. La amé en secreto todo ese año. Un secreto a voces para toda mi división. Nunca me dio bola pero tampoco se cerró a una relación de amistad y compañerismo. En quinto año caímos del mismo lado de la pared en la repartija del curso. A mitad de año ganó la prenda de baile de Feliz Domingo junto al menor de los Gustavos humillando a los competidores. A pesar de mi insistencia nunca quiso anotarse para el concurso de las secretarias, como sí lo hizo Liliana.
Al año siguiente de terminar el secundario me escribió una carta mientras yo hacía unos dias de colimba junto a su primo Rubén en Puerto Belgrano. Allí me dibujó arriba de un barco con una leyenda que decía: "vos sos el marinerito niño bonito del regimiento". Junto con Graciela hizo el magisterio y hoy trabaja en uno de esos colegios donde es necesario tener una fuerte vocación y amor por la tarea para no desesperar.
Dicen las malas lenguas que su actual padecimiento en la rodilla tiene el mismo origen que mis dolores en el ciático. Será?

La que cruzó el charco


A los dos minutos de haberme incorporado a mi división al comienzo de segundo año se nos acercaron a mi y a Naveira dos chicas para proponernos intercambiar asientos. Una era mi amiga más antigua y la otra su vecina Fabiana.
Como más de la mitad de mi división hizo la primaria en la 18 y de las pocas (o no sé si la única) que venía de 7mo B. Oriunda de un pueblo uruguayo donde nació un famoso actor llegó a la Argentina allá por 1974 para empezar 2do grado. Era de las pocas compañeras de mi división que usaba el pelo corto y con sus piernas nuestro eterno profesor de Geografía solía distraerse, no sé si me explico!
Mi amistad con ella fue creciendo en paralelo con la de Marcela, su incansable compañera a la hora de bolichear. Incontable cantidad de veces hice vereda en la puerta de su casa, en el epicentro del barrio donde vivían muchos compañeros. Al ir teniendo más confianza me hice habitué ya de su living. Conocí a sus hermanos, a su mamá enfermera, a su papá que un día me aclaró qué cuerno era la Antropología (de la que yo tenía apenas una vaga y errada idea). Los horarios de trabajo de sus padres hacían que Fabiana quedara a veces a cargo de sus hermanos, momentos en que podía vérsela imponiendo su autoridad. Recuerdo una tarde de enero con mucho calor en que fumábamos rubios con la puerta de calle abierta (por què no?) y en un descuido su hermano Pablo, apenas un niñito en ese entonces, dejó escapar a un perrito cachorro. El lomo de burro que hoy está exactamente ahí no existía y el perrito vio el fin abajo de la rueda de una camioneta. La madre de Fabiana desaprovechó el escaso momento del día que tenía para dormir, se levantó y dispuso del cuerpo del perrito con envidiable sangre fría.
Sostuvo durante buena parte de aquellos años un noviazgo a la distancia con un chico de su pueblo al que veía unicamente cuando viajaba. Mi estupidez adolescente siempre fue un inconveniente a la hora de mantener una amistad sostenible con Fabiana. Siempre me sucedía (no solo con ella) que una palabrita subida de tono por parte de otros yo la leía como una invitación a la zarpada y ahí caía irremediablemente. En esos momentos Fabiana sabía ponerme límites. En una carta de mediados de cuarto año me dijo:

No sé por qué te dejé leer la carta para Marco, yo pensé que te ibas a reir, pero vos demostraste que no y eso me gustó mucho.
Muchas veces quise ser tu amiga pero vos no me dejaste. Cada vez que me acercaba a vos me salías con una zarpada o se te iba la boca.

Al final tenía razon La Negra cuando me dijo su famosa frase "su boca es una cloaca".
Pasó a cuarto año dejando dos previas. Ya teníamos que empezar quinto y esas dos previas todavía estaban ahí. Junto con Marcela eran mis alumnas particulares de Merceología en las calurosas tardes de febrero del 84. Los días pasaron y Matemáticas de tercero aplazada trabó a Matemáticas de cuarto. Un examen más con un 2 y pasó lo que no debía pasar: Fabiana repitió. Tener a su hermana María José en el colegio hizo que pudiera quedarse y, como a mis compañeros que pasaron a 5to 1ra, la seguí viendo todo el año en los recreos. Vino a Bariloche en compañía de una "prima", Celia, que nos deleitaba con su música. Padeció un síntoma en su labio durante casi toda la semana como lo acreditan varias fotos. En Uruguay Marco chocho de la vida. Ningun chico iba a querer besar a su novia durante el viaje de egresados.
Al igual que Marcela vino a Feliz Domingo con nosotros todas las veces y después, cuando hizo quinto, siguió yendo con su nueva división. Al terminar la secundaria se fue a vivir a Chaco. Lo último que supe de ella fue que allá tenía un novio y durante años repetí la versión que circulaba entre mis compañeros: el novio de Fabiana había tenido un acciedente y quedó con amnesia. La primer parte del chisme era cierta, la otra no. Nada supe de ella por años. Mis compañeros la encontraron supongo que gracias a esa cosa llamada feibu. Ahora vive en una de las mejores ciudades argentinas y se hizo fanática de Newells.
Dificil de entender para sus hijos la historia de la repetida de año en el secundario, sobre todo porque su mamá terminó el profesorado con medalla de honor por ser el mejor promedio! Que tul!!

La que no fue a Bariloche


Cuando me preguntan si en mi secundaria me divertí siempre digo que sí. Y mucho. Y una de las cosas más divertidas fue haber tenido a Ana de compañera.
La tenía sentada cerca en 2do 2da. Fue por eso que no solo escuchaba de ella lo que escuchaban todos sino también lo que Ana decía por lo bajo, sus comentarios, sus chistes, sus remates. Innumerables escenas en las que de repente todo un sector del aula estallaba en risa por algo que ella decía. Profesores y preceptores que se desesperaban porque no entendían qué era aquello tan gracioso.
Una vez, al inicio de tercer año, hice un asalto en mi casa. Eran todos compañeros de la división más alguno que otro. Entre esos otros estaba el que, a la larga, se convertiría en su ex marido. No fui el único al que le pareció ver algo extraño en esa pareja. Como que el tipo a Ana le quedaba chico. Pero los de afuera somos de palo y callamos. De repente el lugar de Ana en el curso cambió. De ser parte del "nucleo duro" del grupo pasó a ser de las que solo viven para su noviazgo. Si bien nunca cultivó el perfil bajo dentro del curso lo cierto es que participaba poco de las actividades extra escolares. Su simbiosis fue tal que de repente Ana no pudo (no quiso) escribir más su nombre tal cual es. La "patita" derecha de su inicial A se prolongaba hacia abajo convirtiéndose en parte de una J. Tengo montones de papeles, dedicatorias, tarjetas, hasta un cenicero donde su firma no es solo suya.
Sus imitaciones de la de Matemáticas de tercero eran muy graciosas y creibles. No obstante todo su buen humor podía cambiar ya que no vacilaba a la hora de ponerle los puntos a quien considerase que lo merecía; sea un compañero, un profesor, un preceptor o una de las Señoritas, como el dia que a la mencionada le paró el carro cuando nos mandó a callar la primera vez que nos reimos en el aula luego de la muerte del Chino. "Qué prefiere usted? Que sigamos llorando?".
Al llegar a cuarto a su novio le había tocado la colimba en el sur y Ana pasaba largos ratos escribiéndole cartas. Llegó la hora de contratar el viaje a Bariloche y ella dijo que no iba a viajar. Imposible acordarme de todo lo que le dije. Busqué todas las maneras que se me ocurrieron para convencerla de que esa decisión era por demás erronea. Y no fui el único. Pero no hubo caso. La tristeza por la lejania de su novio durante un año le hacía imposible pensar estar separada de él tan solo una semana.
Al comenzar quinto ya habíamos planeado sentarnos cerca. Ella y Paula atrás de todo, yo adelante con Claudia y más adelante Liliana con Eduardo. Así lo hicimos. Aunque los primeros dias en quinto no tuvieron nada de graciosos. Recuerdo que cuando algún que otro gil se desubicaba Ana no dudaba en ponerlos en su lugar. No sabían con quién se metían algunos ya que pronto los gozadores pasaron a ser los gozados. Su predisposición para pasarla bien fue de gran ayuda para recuperar las ganas de ir al colegio y ya sobre finales de año nos divertíamos tanto que "ese grupito del fondo" estaba en la mira de muchos. En especial de la jefa de preceptores que nos detestaba a ambos en partes iguales.
Junto con Claudia ganaron la prenda "Guie a su pareja" en Feliz Domingo en la segunda de nuestras cuatro participaciones. Fue memorable. Ya pasadas las ocho de la noche, el estudio convertido en un hervidero, todos gritando. En cuanto quiso agarrar las tazas tiró todo. Como pudo siguió y de repente una bola de bowling y a tirar. Era el primer dia que habian puesto esa dificultad en la prenda y Ana, con los ojos vendados, que hacía gestos como que no tenía ni idea de qué había que hacer. De la nada y sin apuntar tiró ocho pinos que equivalieron a ochenta segundos de descuento que nos pusieron una vez más en la final.
De lenguaje mordaz en ingenioso imponía términos que sus compañeros de quinto adoptábamos de inmediato: remallar, cuquia, toallón, liyio liyio. Más allá de su memorable distanciamiento con dos compañeras con las que venían juntas desde la primaria, Ana siempre le puso pila y onda a la división. Aun habiéndose perdido el que, para muchos, fue el mejor momento de la secundaria. Recuerdo cómo nos miraba con cierta pena la semana que volvimos de Bariloche. Se quedaba afuera en todas las conversaciones. Dábamos nombres y relatábamos situaciones sin que ella pudiera aportar nada. Ni hacer un chiste, ni agregar algo que alguien había olvidado. Quedaba claro que no le había sido buen negocio quedarse con el novio.
Al final de quinto dejó montones de materias y mientras todos íbamos tramitando nuestro título ella posponía el tema para mucho más adelante.
Tras la secundaria la seguì viendo. Se acopló al grupo de mis compañeros de militancia que era como otra extensión de mi división ya que éramos varios los "ex cuarto segunda" que ahí estábamos. Recuerdo unas vacaciones en carpa en Villa Gessell donde también estaban Flavio, Silvana y Claudia. En el único casamiento de mis compañeros de secundario en el que estuve fue en el de ella.
La frecuenté hasta bien entrada mi carrera universitaria. Tenemos varios amigos y conocidos en común por fuera de la escuela. Muchos de los cuales también conocen a Claudia, a Flavio, a Marisa.
Pasamos mucho tiempo sin vernos. Hace relativamente poco me enteré que ya puede escribir su nombre sin aditamentos. Aquel novio que la conquistó en mi living hoy apenas es el padre de su hija. Hablamos largo por teléfono hace un par de meses y me contó más de un detalle. Algunas cosas yo las intuía, de otras me he enterado leyendo sus comentarios en este blog del que es entusiasta lectora.
Ana María cagar no podía, se puso un palito.... ah! perdón! Era un chiste!

Va y viene


Todos mis compañeros siguen viviendo en Argentina menos una. Marcela. Quién lo hubiera dicho! Peronista, un fuerte sentimiento nacional y no precisamente la mejor alumna en inglés, vive en Palmdale, California, al norte de Los Angeles. Sí, en la mismísima yankilandia.
Mi cercanía con ella se fue dando en paralelo a mi integración al grupo. Mientras ella, Fabiana, Ana y otras se iban constituyendo en un subgrupo dentro de la división yo me iba acercando casi por igual a unas y otras.
Epocas en que mis compañeras iban a bailar a Arlequín, desaparecido boliche a tres cuadras de mi casa que hoy es un salón de fiestas.
Por otra parte también era egresada de la 18, pero en el turno tarde, así que era amiga de mi amigo Eduardo. Vivían cerca así que recuerdo innumerables visitas a su casa de Esquiú. La escalera que terminaba en su cocina con el mueble pasaplatos. Yo ya sabía en qué puerta se guardaban las galletitas, en cuál la yerba y el azúcar.
La segunda de un grupo de cinco hermanos a los que conocí en su totalidad. Su hermana Marisa, un poco más chica que nosotros, también iba al colegio. A Bruno lo vi crecer en buena parte de su niñez y además creo que fue la única compañera a la que le nació un hermanito mientras estaba en la secundaria. Su papá era afiliado a SMATA por lo que los tres primeros años mi división pasaba en el recreo sindical de Kloosterman el dia de la primavera.
En tercero recuerdo su indignación mientras la de Historia (una con un apellido muy parecido al mio) destilaba gorilismo hablando pestes de Perón y Evita. La señora decía las mismas cosas que hoy la tilinguería de teflón dice sobre el matrimonio presidencial y Marcela hacía un bollo con un papel y lo rompía y la puteaba en voz baja.
Jugábamos mucho al juego de la copa, actividad que interrumpimos abruptamente tras la muerte del Chino.
Mäs tarde Arlequín dio paso a La Casona, boliche tristemente célebre, donde por aquellas épocas un profesor de Física del colegio (hoy vicerrector) hacía de seguridad. Y allá iban domingo tras domingo con Fabiana. Por esas épocas fuimos muy amigos. Para colmo un dia estaba en un boliche con su prima hermana que conoció a mi primo hermano y se pusieron de novios. Tengo el papel donde me escribió:

Sos genial, este año compartimos mil cosas juntos y espero que el año que viene seamos más amigos que nunca. Y espero que sigamos siendo primos así voy a tener que aguantarte lo que me resta de vida.

Al terminar cuarto Marcela dejó un tendal de materias para Marzo. Su situación era por demás complicada. Tras nuestra primer visita a Feliz Domingo en pleno verano junto con Fabiana venían a estudiar a mi casa tarde por medio. Yo las preparaba en Merceología. Tenían una parada dificil ante Lamalia. Aprovechaban mi living para fumar cual Patty y Selma y me dejaban los cigarrillos en custodia. Fue para esas épocas en que empecé a fumar y lo hice con la marca que Marcela fumaba. Veníamos bien con Merceología pero nunca llegaron a darla. Fabiana repitió primero y Marcela, en un solidario acto, dio mal Estenografía a propósito y también repitió. Yo también rendí ese día y me entristecí al saber que Marcela no iba a estar en quinto. Hoy en un mail me dice:

Que pendeja pelotuda! mira si repetir porque mi mejor amiga habia repetido!

Junto con Fabiana corrieron mejor suerte que Lancha y Daniel porque ellas pudieron quedarse en el colegio por tener a sus hermanas en otras divisiones. Aun así pudimos, como ella quería, ser ese año "más amigos que nunca". La veía en el recreo como veía a mis 7 compañeros que estaban en 5to 1ra. Seguía viniendo a Feliz Domingo con nosotros y cuando descubrimos que en el Embalaje Medio era mejor perder rápido para elegirte una buena prenda participó y en la primera ronda cuando pedían Dioses de Grecia y de Roma contestó "Umm" y le sonó la campanita. La tengo en montones de mis fotos de Bariloche. En todas sonríe, se la ve cantando, bailando.
Tengo una carta que me escribió en quinto. Enojada porque un dia me pidió que la acompañe al oculista y de mal modo (así parece) le dije que no. En sus palabras se nota que yo le importaba y también que sufría porque no estabamos juntos en el aula.
Al repetir cayó en una división donde se hizo una amiga llamada Jorgelina, que fumaba en el baño con ella y Fabiana. No sé bien cuándo se puso de novia con el hermano de esa chica. Y no sé bien cómo nos dejamos de ver. Supe años más tarde que se había casado con ese chico y que se había ido a vivir a EEUU. Y no supe más. Hace un par de meses estábamos con Paula y buscamos el teléfono de su casa familiar. La madre nos contó que sus dos hijas mujeres viven en EEUU y sus tres hijos varones acá. Nos dio su teléfono y la llamamos. No entendía nada. Se tuvo que sentar de la emoción. Hacía tanto que no sabía nada de nosotros que le tuve que explicar que el marido de Paula no era yo sino el novio que ella recordaba, el mismo que había sido su compañero cuando repitió cuarto.
Recuerdo una rima que se hacía con su apellido donde decíamos que "va y viene". Y eso es lo que Marcela desde hace unos años hace.

Bitch


Desde que tengo uso de razón que estoy en contacto con alguna máquina de escribir. Ya de chico escribía aunque mirando el teclado y no con todos los dedos. Cuando estaba en sexto grado le pedí a mi familia que me mandaran a "máquina" como quien toma clases de guitarra o inglés. Así fue que empecé a familiarizarme con el uso de toda la mano al escribir e incorporé reglas básicas. El colegio donde hice primer año tenía un plan de estudios que en primero no tenía Caligrafia sino Mecanografía. Así que cuando en tercero tuve mi "primer" año de Mecanografía ya venía con un largo entrenamiento con los deditos. Si bien todavía no me era suficiente como para dejar de mirar el teclado puedo decir que era mucho más que lo que se podía esperar de un alumno promedio. Así y todo no era una materia donde me sacara 10 todo el tiempo. Ineludible agregar que las sucesivas docentes que tuve dejaban siempre un poquito que desear.
Al llegar a quinto yo ya escribìa más o menos bien. Si me animaba podía darle un rato sin mirar las teclas, escribía los originales del periódico escolar a máquina, era lógico que me llevara Mecanografía? Claro que no. Pero me la llevé igual.
Pelo corto y alta la señora. Y parecía más alta aun porque era como que ella estaba literalmente por arriba de nosotros. Nada afecta al diálogo. A ella no se le podía contestar. Si te mandaba a comprar la hoja tamaño carta que mide no sé qué por no sé cuánto más vale que la tuvieras. Porque ni te dejaba pedirla prestada. Más vale que tomaras la precaución de pedir una en el aula, antes de salir para la "sala de Mecanografía", porque si la pedías frente a ella se molestaba.
Autoritaria como pocos docentes he tenido. Jamás dispuso del más mínimo recurso pedagógico para enseñar algo que amerita que el que aprende esté, al menos, tranquilo. Combinar lo visual con lo motor no es bueno bajo presión. Pero a ella, francamente, le tenía sin cuidado. Sus energías estaban al servicio de atacar al alumnado. A veces en forma general y otras ensañándose puntualmente con alguno. La recuerdo denigrándonos. Sus palabras solían ser crueles. Hubo veces que tuve que contenerme para no pararme y gritarle en la cara. En quinto estuve en la cuerda floja al borde de la expulsión y eso me hizo coserme la boca más de una vez. No obstante no me callé cuando me ligué un 1 por alguna idiotez. Le dije que nada tenía que ver un 1 con lo que yo era en Mecanografía. Que era eso lo que debían reflejar las notas y no si tenía o no tal tamaño de hoja. Me comì el 1 igual, como me comí otro en el último trimestre. Así que me voy a llevar Mecanografía? No me digas! Y sabés cómo me vas a tomar el exámen en Diciembre, perra? Con un Otro en el aula. Con alguien que es más que vos. No me vas a tener a tu merced. No vas a ser ese monumento a la omnipotencia por la que sentí risa la única vez en mi vida que la vi escribir a máquina. Lejos estaba esta mujer de tener lo que se conoce como "digitación veloz".
La semana previa al exámen de Diciembre fuimos algunos al colegio por algo relacionado con nuestra fiesta de fin de año. Ahí aprovechamos la oportunidad para buena parte de nosotros ir a hablar con La Negra para pedirle que oficie de veedora del exámen. Sabía por historias que escuchaba de mis primos y mi hermano que cuando el alumno cree que puede ser desaprobado por enemistad manifiesta por parte del docente puede pedir la presencia de una autoridad que haga las veces de veedor. Recuerdo que le contamos todo a La Negra. Una compañera dijo "yo preferiría que directamente nos insulte si nos va a tratar como nos trata". Albertico adhirió a nuestros planteos. Era fuerte que un buen alumno que no iba al choque y del que los profesores no se quejaban dijera eso. Además teniendo en cuenta que Mecanografía fue la única materia que se llevó en el Colegio con 6.83 de promedio general. Yo desafié a La Negra y le dije que me diera una máquina de escribir ahì mismo y me dictara cualquier cosa y yo se la escribía sin mirar el teclado. Me dijo que no era necesario, que me creía. Le pregunté entonces qué lógica tenía que me vaya a exámen en Mecanografía. Nos dijo que nos quedaramos tranquilos que ella iba a estar ahì.
Tratándose de una mesa de examen la cara de insatisfacción de la profesora al llegar era más marcada que otros dias. La recuerdo nerviosa y en cuanto entró pidió que fuéramos poniendo la hoja en el carretel. Me quedé de brazos cruzados, mirándola. Me miró y subió la voz "que están esperando?". Así que hacés una pregunta? Bueno, acá tenés la respuesta: "yo no pienso comenzar el examen hasta que no llegue una autoridad a presenciarlo". Me miró desencajada. No sé si no entendió lo que pasaba o si no daba crédito de tamaño atrevimiento. Otros le dijeron que ellos tambien habían pedido la presencia de un veedor y encima justo que la turra se está desayunando de la que le esperaba aparece por atras suyo La Señorita (porque ese dia no era La Negra, era La Señorita) y le confirma que se iba a quedar ahì y le explica el por qué de su presencia. Traté de caretearla pero estaba contento, feliz. Le clavé la mirada. La turra me la desvió pero llegó a verme exultante, triunfante. Puse la hoja nomás en el carretel aunque podría haberla puesto en mi boca porque tenía una sonrisa de oreja a oreja.
La perra dictaba, pero su voz era distinta. Como más apagada, tímida. Sabía que la estaban observando. Su soberbia se desvaneció. Yo mientras escribía sin mirar el teclado. Es más, escribía con la vista en La Señorita a la que por primera vez en años miraba con una sonrisa. No le quité la vista de encima. En aglun momento tenía que mirarme y cuando me dió el parte con el 7 hasta exageré un gesto de admiración.
Tener que tomar examen con la vicerrectora parada a tu lado no es algo que a un docente le pase habitualmente. No sé si se acordará de mi la perra, pero de la situación humillante seguro que no se olvidó.

Tercero segunda


Cada vez que es recordado mi tercer año de secundaria necesariamente viene una sensación angustiosa. Y esa sensacion tiene que ver, ni más ni menos, que con la muerte.
Tercer año comenzó con la amputación de una parte de mi división. Momento de vértigo en la historia de mi grupo que a los cinco minutos de haber sucedido se convirtió en alivio y relajo.
Ese año era mi intención usar algunos de los bancos que se colocaban junto a otro para poder sentarme "con alguien". Al ingresar al aula los planes de algunos se habían modificado producto de la nueva conformación del curso: menos gente, grupo más homogeneo. Yo no tenía planeado sentarme con nadie en particular pero en el revoleo quedé solo. La verdad que lo único que me preocupaba era ser desterrado a ese flamante injerto llamado 3ro 3ra. Incoroporarse a una división sin pasado (o con pasado fragmentado) podría haber traído, tal vez, algún beneficio. Nada de ganas tuve de comprobarlo y agradecí estar sentado solo pero en el grupo donde quería estar. Por primera vez desde 7mo grado que un inicio de clases no traía mayores inconvenientes.
Me senté en uno de los últimos asientos de una de las filas dobles. El banco a mi derecha estaba vacío. Adelante mio estaban el Cafiu y Lancha. Lo que hacía muchas veces era rotar por los asientos de los que habían faltado. Casi todos los lunes me sentaba en los asientos que solían dejar libres Marcela o Fabiana cuando sus domingos en La Casona las dejaban extenuadas.
La muerte nos acompañó desde el inicio en la currícula. En Castellano nuestras lecturas nos hablaban de la muerte todo el tiempo: las Coplas por la muerte de su padre de Manrique, uno de los poemas más bellos de los que escribió García Lorca: el Romance de la luna luna que habla de la muerte de un niño, el cuento VI de La Sala de Espera de Eduardo Mallea donde al personaje principal (Isolina Navarro) se le iban muriendo todos a su alrededor para finalmente ella morirse virgen, El Matadero, El General Quiroga va en coche al muere, en fin: parca para todos los gustos.
Pero no fue solo una cuestion curricular. Ese año fue la Guerra de las Malvinas, saludada desde el primer dia con un altisonante discurso de La Negra en el patio en el cual no se privó de nada a la hora de elogiar a "nuestras fuerzas armadas". Las radios "descubrían" el rock nacional convirtiéndose éste en casi el único efecto colateral de la guerra que era positivo.
De todos modos nada tocó tanto nuestro espíritu adolescente como la muerte de uno de nuestros compañeros. En medio de la excursión del dia de la primavera se nos fue Miguel Angel. Ya venceré la resistencia que desde que abrí este blog tengo para escribir puntualmente sobre ese tema.
Fue un año de pasaje. Instrucción Cívica empezó el año siendo una materia que nos hablaba de un país inexistente. Aprenderse el proceso de formación de leyes, diferenciar la cámara de origen de la cámara revisora era ridúculo cuando las leyes las hacían tres tipos que vestían el uniforme de cada una de las tres "fuerzas" (los mismos que hicieron la vieja Ley de Radiodifusión vigente hasta hace unos dias). Ni que hablar de la diferencia entre el sistema D´hont y el sistema del cociente para las elecciones de diputados que hacía años no había ni miras de poder aplicarlos. Pero tras la rendición todo cambió abruptamente. El señor del whisky dió paso al señor que recién hoy está siendo juzgado. Se levantó la veda política y de repente cada uno de los cuatro canales de TV tenía un programa dedicado a la Constitución Nacional. De la nada Instrucción Cívica se convirtió en la materia con más rating.
Fue el año que llegó Albertico a mi curso y del paso por nuestra aula de una chica cinco años más grande que el resto que un dia se fue dando un sonoro portazo.
En noviembre el de Castellano nos sorprendió proponiéndonos una excursión extracurricular y netamente recreativa. Fue maravilloso. Meta sanguchito y coca a la orilla del Río Luján. Después a andar en bote. Grupitos mixtos. Entre los varones un montón quedamos con ampollas. Y después a Parquerama a reventarnos de mareo en los juegos. Nos vino bárbaro como grupo. El duelo por la muerte del Chino nos tiró para abajo. Esta excursión nos levantó.
Sin ser la muerte de nadie la masividad en la ida a Diciembre fue moneda corriente en cuatro materias: dieciseis de los veintipico se fueron a examen en Física, Matemáticas, Instrucción Cívica y, como siempre, Contabilidad. Menos en Matemáticas yo me anoté en todas.
Sobre finales de año ya habíamos comenzado con la seguidillas de brindis. De casi todos ellos tengo el mismo recuerdo: "salud, y que el año que viene sea mejor, porque este fue una mierda"

La botica de Berg


Al llegar a quinto año, partición del curso mediante, lo lógico fue que mis compañeros que quedaron en 5to 1ra y los que quedamos en 5to 2da tuviéramos profesores diferentes en casi todas las materias. En algunos casos implicó que nosotros tuvieramos que ver caras nuevas mientras que nuestros compañeros seguían con nuestros clásicos profesores. Se dió ese caso tanto en Contabilidad como en Merceología. Mientras mis compañeros exiliados a 5to 1ra continuaron con Lamalia los que quedamos en 5to 2da tuvimos como docente ese año a un viejo boticario de apellido armenio cuya farmacia quedaba por la calle Salta, en Gerli.
Hombre ya mayor en aquellas épocas, con muchas canas y poco control de su mandíbula. Los que habían estado en 4to 3ra lo habían tenido como docente y el porcentaje de alumnos que se la habían llevado era bien inferior al tendal de bochados que había dejado Lamalia en su paso por mi curso. Supuse que haber aprobado con la profesora más temible de toda la historia del colegio me llevaría naturalmente a aprobar Merceología de quinto con este buen hombre cual juego de niños. Pero no fue así.
Dormirme en los laureles fue un riesgo que siempre corrí y corro (aun cuando mis laureles de hoy día no son más que los del estofado). Un 4 como primera nota del año no era nada alentador pero considerando que en todo el primer trimestre practicamente no le di pelota a esa materia haber cerrado con un 5,50 no estaba nada mal. Que diferentes que eran las horas de Merceología a las del año anterior! No eran como horas libres pero casi. Mucha distensión, tranquilidad, sin sobresaltos.
En el segundo trimestre subí mi nota pero aun así debía sacarme un 8 en el último para aprobar. Arranqué con un 1 lo que selló mi suerte. Todavía no recuerdo por qué decidí seguir esmerándome pero aun conservo la prueba escrita del 19 de noviembre (casi fin del año lectivo) donde me saqué un 9 con la ayuda de Eduardo. Aun así mi nombre ya estaba escrito en la lista de los que debían presentarse en Diciembre.
Me presenté sabiendo poco. Confiaba en que el boticario (que a diferencia de Lamalia siempre me sonreía) me la iba a hacer facil. Al llegar a la mesa me doy cuenta de dos cosas: primero que Lamalia estaba allí y segundo que no se quedaba al margen sino que hasta se hacía cargo de tomar algunos exámenes de alumnos de su colega. Y a quién eligió Lamalia para tomarle el examen de diciembre? Sí, a mi. Me miró con su típica cara neutra. Ambos sabíamos que lo mio era un despropósito. Debo haber sido el único alumno en años que aprobaba con ella en 4to y se la llevaba con el bondadoso boticario en 5to. La química orgánica me gustaba menos que la inorgánica pero tenía la particularidad que hablaba de cosas más concretas. Una Merceología que estudiaba los productos que cualquiera tenía en su heladera era más pensable, más concreta. Es más facil entender qué pasa con el yogurt o el queso cuando son adulterados que intentar imaginar cómo son el permanganato de potasio o la limonita.
Lamalia, como era de esperar, no me la hizo facil. Pero tampoco se puso densa. La suerte me acompañó porque me preguntó cosas que yo sabía como qué pasa cuando la carne vacuna está "abombada" o cómo se puede adulterar el jabón. Cosas que me serían muy útiles si me hubiera dedicado a otra cosa pero de las cuales no está de más tener una vaga idea.
En un momento Lamalia miró al boticario que le hizo un gesto como indicando que ya era suficiente. Tuvo ganas Lamalia, pero no pudo. Me puso un lastimoso 4 y me fui contento a casa. A seguir estudiando porque, como cada uno de los años en el colegio, el futuro perito mercantil se había llevado Contabilidad una vez más.

La ida


El viaje a Bariloche tuvo una previa de más de un año. Casi dos, podría decir, considerando que ya en 3er año habíamos comenzado a vender entradas para Bon Ami para ir juntando pesito sobre pesito. A veces creo que los viajes de egresados sirven para retener matrícula en los colegios, como aliciente para que los alumnos no abandonden.
En el caso de mi curso la fecha estaba determinada desde el momento mismo del contrato. El colegio, a contramano de sus alumnos una vez más, amenazaba con dobles faltas acumulativas a los que osaban contratar el viaje para fuera de las vacaciones de invierno y solo autorizaba faltar dos dias. En épocas en que todos los feriados eran inamovibles fue cuestión de observar detenidamente el calendario para concluir en que lo mejor era usar la segunda semana de agosto. El 17 caía viernes e iba a ser feriado así que de los cuatro días de esa corta semana dos estaban autorizados y con los otros dos nos comprometimos entre todos a tratar de faltar poco para contrarrestar el peso de dos dobles faltas que se nos venían. Fue así como nació la idea de salir el sábado 11 de agosto y regresar el domingo siguiente. Nuestra original idea le fue sugerida por la empresa más tarde a otras dos divisiones.
Aquel 11 de agosto fui hasta la escuela con Eduardo, el padre nos llevó en el Falcon. Llegamos casi primeros cuando todavía no había amanecido. Me acuerdo de estar en la puerta del colegio con una ansiedad tal que no caminaba, volaba. Llegó el primer micro y todos se fueron al humo. El "coordinador" dijo el nombre de la pasajera número 1 (Marisa) y ahì empezamos a subirnos. Luego de las despedidas nos avisa que teníamos que pasar por Monte Grande a buscar a otro colegio que nos iba a acompañar. Nos dijo que no nos preocupáramos, que eran solo 12 pasajeros así que iba a haber lugar en el micro. Nos aclaró que también era un colegio mixto y estatal.
A poco de subir el otro colegio empezamos con el intercambio. El primer tema de conversaciòn fue Feliz Domingo ya que ambos grupos habíamos estado recientemente y ellos nos reconocieron por el buzo de egresados que todos llevábamos puesto.
Saladillo, Juan J, Paso, Santa Rosa. Esas fueron las tres paradas del dia. Felicidad absoluta. Cruzamos La Pampa por la Ruta del Desierto que había sido inaugurada hacía poco. Todo el viaje comiendo alfajores y chocolates que el papá de Gustavo el menor nos había regalado. Además de un importante cargamento de alcohol que habíamos comprado en el Disco y que custodiábamos en los últimos asientos. Programamos un baile para las diez de la noche pero quince minutitos antes Celia (la "prima" de Fabiana) se desmayó. Paramos en un pueblito llamado La Reforma donde ni un médico había. Nos recomendaron seguir hasta Colonia 25 de Mayo y por suerte antes de llegar Celia dormía plácidamente. Se hizo la medianoche y algunos se empezaban a dormir. A la una de la mañana estabamos en Neuquen. A partir de ahí ya el ruido disminuyó un poco, las energías adolescentes también tenían límites aunque no para todos. Yo, de hecho, no pegué un ojo. Seguí de largo esperando ver el Valle Encantado que de noche tiene cero atractivo. En un momento, cerca de Piedra del Aguila apareció la nieve al costado de la ruta. Los choferes, que por suerte tenían buena onda, se bajaron ellos mismos y empezaron a tirarnos con nieve hacia adentro del micro. Una locura inimaginable hoy dia. Para la gran mayoría ese fue el primer contacto con la nieve.
Amanecía, algunos se apunaban. Una vez pasado el camino que viene de Villa la Angostura yo sabía que se venía la gran entrada. Quienes hayan ido a Bariloche por ruta tal vez recuerden que la entrada es impresionante. Tras una elevación de repente se abre ante tus ojos la postal barilochense. De la nada emerge el lago, la ciudad, el Otto, toda la cordillera nevada. Los choferes nos llamaron hasta la parte de adelante del micro (otra inconciencia para los cánones de la "seguridad" vigente hoy) y ahì, con nuestras ñatas pegadas al parabrisas nos dijeron: "a la una, a las dos y a las.... tres, Bariloche"

Hipo oso, oso, ico, per ico


Desde que estaba en la primaria que ya venía escuchando hístorias sobre Lamalia. Profesora de Química (de Merceología en mi caso) era famosa por ser la más exigente del colegio. Fue profesora de medio Lanús y continuó en la escuela hasta principios de este año en que, por fin, se jubiló. De edad indeterminada, anteojos, botas de esas para ir a la nieve entraba al aula y se acababa la joda. Tia de dos integrantes de la banda lanusense más exitosa año tras año circulaban historias sobre ella y su materia. Que era dificilísima, que no te daba libro sino que explicaba todo ella, que no convenía faltar a sus clases, que todos los días había lección, que aunque no hubieran pasado todos al frente podía llamar dos veces al mismo alumno en el mismo trimestre. Todo eso era cierto y más. Jamás te decía lo que te había puesto en la lección. Te enterabas cuando aparecía el boletín sacando la cuenta.
El primer dia de cuarto año miró la lista en silencio. Empezó por arriba y yo veía que su vista iba bajando cada vez más y temía. Su relación con mi hermano había sido pésima. Cuando llegó a la P su silencio se transformó en pregunta. Cuando me identifiqué me dice directamente: "espero que usted no sea igual que su hermano". Lamalia mostraba las uñas al comienzo de un largo año.
La segunda clase ya había lección. A quién llamó primero que a nadie Lamalia? A mi. Cuando a fin de mayo le faltaba llamar a tres o cuatro para completar la lista a quién le tomó lección de sorpresa Lamalia? A mi. A quien le tomó primero el segundo trimestre? Sí, también a mi. Me tiró con munición gruesa pero le resistí el embate y cerré con 9 de promedio en el primer trimestre. Igual sabía que no podía dormirme en los laureles.
Entre otras verdades que ciruculaban sobre Lamalia una la recuerdo patente de boca de Viscardi, vecina de enfrente de Fabiana, egresada del año anterior: "con Lamalia al principio todos contentos con 8, 9 y 10 pero a partir de sales en adelante empiezan a tener todos aplazos". Y así fue. El segundo trimestre con Lamalia empezaba la masacre. Mientras los ácidos y las bases estaban por separado todo bien pero su combinación resultaba explosiva y las notas empezaron a caer. Mi 9 se dió vuelta y se hizo un 6. Y así por toda el aula.
El día que empezaba el tercer trimestre Lamalia nos mandó a leer sobre el petroleo. La cosa era así. Ella tiraba el tema y vos lo leías del libro que quisieras pero tenías que estudiarlo. Yo me había comprado un buen libro pero el fin de semana ni pelota y ese dia salí de mi casa con la firme convicción de que se inciaba mi camino hacia Diciembre. Para evitarlo me rateé en solitario. Me perdí por Lanús Oeste y al mediodia me tomé el 520 en Villa Caraza y me vine de vuelta. A la tarde llamo a Eduardo y me dice que justo ese dia Lamalia no tomó lección.
Como pude mantuve otro 6 en el último trimestre y promedié un 7 exacto. Ese año Merceología se la llevaron todos menos esos que nunca se llevaban ninguna y yo.

Hace unos años me convocaron como jurado para el area Ciencias Sociales en la Feria de Ciencias del distrito. Grande fue mi alegría cuando supe que era en mi colegio. En un momento voy a saludar a Mabel a la secretaría y hablamos sobre algunos profesores. Le pregunté por ella y señalando por sobre mi hombro me dice que Lamalia estaba atrás mio. No la había reconocido sin sus anteojos que hacia un tiempo había dejado de usar. Me di a conocer. Me recordaba a mi tanto como a mi hermano. Le conté que entre otras cosas trabajaba como docente. Me intrigaba saber como hizo Lamalia para enfrentar la debacle de la educacion luego de la famosa reforma noventista. En un momento comparamos épocas y me dijo: "en su época jamás un padre iba a venir a cuestionar a un profesor por una nota que se sacó el hijo". Es cierto, pensé. Todo se fue al carajo y no fue por culpa de profesores como Lamalia que no te hacía nunca perder el eje de para qué se iba a la escuela.

Flaca


Uno de los títulos posibles para estas lineas podría haber sido La más linda del curso. Sé que muchos de mis compañeros coincidirían en la apreciación. Pero evitaré abrir discusiones con unos o herir suceptibilidades de otras. En cualquier caso si ese título llegara a ser errado lo sería por muy poco.
En la interminable multitud de 2do 2da Liliana sobresalía. La recuerdo no tan lejos de mi rincón aunque, como ya dije, de entrada me la confundía con su vecina Viviana.
Ya desde el inicio nos caímos bien y tanta distancia no habremos tenido en segundo porque a poco de comenzar tercero estuve en su fiesta de quince. Tengo de esa noche el recuerdo de haber salido un rato a la vereda, a pasos de Juncal y Posadas, con el Cafiu (que la apodaba Popotitos) y Patricio que ya eran hombres y fumaban.
Hay un momento que me jamás me voy a olvidar. El dia de la primavera de 1982 mientras yo esperaba que se me secaran las medias y el pantalón de gimnasia empapados. De la nada irrumpió Liliana desaforada a los gritos. Tengo su cara de pánico grabada. Con cuatro palabras lo decía todo: el Chino se muere.
Cada vez que había que organizar algo que tuviera que ver con el viaje de egresados ahì estaba Liliana. Fui con ella a Quilmes montones de veces en el viejo 278 a preguntar cosas de Bariloche y otras tantas en el 37 a llevar las famosas listas para estar en Feliz Domingo.
En cuarto sacó mi papelito en el juego del amigo invisible, hecho que recordé de modo trastocado y que recientemente se aclaró. Hasta como amiga invisible me escrbía cartas lindas. Me escribió después en la dedicatoria de fin de año:

A pesar de haber discutido varias veces por bromas pesadas tuyas, te aprecio porque ultimamente has cambiado mucho y estás más bueno.

Estas palabras confirman dos cosas. La primera es que no era facil soportarme en mi adolescencia. La segunda es que nuestro vínculo se estaba afianzando.
Siempre fui bien recibido en su casa. Su hermana había egresado del colegio en la misma promoción que mi hermano pero en una division de comercial (nada menos que 5to 2da) en las épocas en que los dos últimos años se cursaban en el viejo Rancho de Salta y Juncal y de ahí lo conocía. Tardes de calor en su fondo con pileta de material construida por el padre y una hamaca doble.
Sacó con mi vieja Everflash una de las fotos barilochenses que cada vez que la veo me trae recuerdos hermosos: Carlos, Eduardo y yo bien arriba del Cerro Catedral rodeados de nieve. Me han dicho que esa foto circula por esa cosa llamada feibu o algo así.
El primer dia de quinto año me escribió una carta de seis páginas donde intentó por todos los medios subirme el ánimo. Estábamos más que tristes por la partición de nuestra división, porque no nos iban a dejar disfrutar juntos el que tenía que ser el mejor año de la secundaria. Quedamos del mismo lado en la repartija y se sentó adelante mio todo el año.
Fue nuestra representante en el concurso de secretarias de Feliz Domingo. Yo ya la había visto con el conjuntito rojo con el que desfiló. Una cinturita hermosa. Le quedaba pintado. Cuando llamaron a las concursantes a cambiarse todos le deseamos suerte. Estábamos convencidos de que pasaba a la ronda final. Al rato vuelve Marcela de los vestuarios, que la había ayudado a maquillarse. -Está hermosa, nos dijo. Y así era. Cuando Liliana salió no solo sus compañeros aplaudimos. De las gradas finales, donde ubicaban a los colegios industriales, se escuchaban toda clase de piropos y halagos. Pasaban dos a la final. Era obvio que Liliana tenía que estar sí o sí entre esas dos. La poca belleza de casi todas sus adversarias así lo indicaba. Nunca supe si la llave de Feliz Domingo estaba arreglada pero su concurso de secretarias sí que era bien trucho. Cada año quedaba demostrado y ese dia no fue la excpeción. Ganaron la otra que tenía que ganar y una medio bagarta que era de un colegio de Lanús Oeste que quedó eliminada rápido el dia de la final. Viviana había ganado la prenda de baile y qué mejor que coronarlo con Liliana finalista del concurso de secretarias! Pero no.
Cuando el vendaval de comienzo de quinto fue pasando nos fuimos curando juntos la herida a fuerza de risa. Vieron que dicen que la risa tiene poderes curativos!. Junto con Paula, Ana y Eduardo armamos un quinteto usina de situaciones hilarantes que más de un problema nos trajo a la hora de ser señalados por algun que otro docente, preceptor buchón o jefa de preceptores.
El otro día en un mail me decía que a su hija le habla de mi. Que le cuenta cómo nos divertíamos en el colegio. Me llena, como siempre, de elogios y dice que yo siempre tengo "algo para contar". Es por eso y por otras cosas, Liliana, que a falta de cuaderno remallado ahora ese algo lo cuento acá.

La última nieve de primavera


El grupo de mi división que viajó a Bariloche estaba integrado por todos mis compañeros menos una, la madre de una compañera y una prima (que no era tal) de otra. Esta chica, llamada Celia, de la que en otro momento hablaré, cantaba acompañándose con su guitarra la versión en castellano del tema de la película La Ultima Nieve de Primavera. No sé cuántas veces lo hizo a lo largo del viaje pero si sé que fueron suficientes como para que nunca más me olvidara esa letra. Es más, hoy puedo escribirla de memoria y sin ayuda. Ni preciso la hoja donde Marcela me la escribió con mucho amor.
Dicen que en internet se encuentra todo. Lamento informar que no. Buscar la letra de este tema en google es infructuoso y tampoco en youtube o en goear hay posibilidades de hallar la version en castellano. Pego al final una versión instrumental por si se olvidaron la música y quieren cantar la letra que dice así:

Escuchá papá
aunque esta sea la última vez
regalamé
un dia entero para mi
Quiero ver caer
la última nieve de mi soledad
la nieve se va
es primavera y mamá no está.
Sé que para vos
es muy dificil poder disponer
de un poquito más
de este tiempito que me das.
La nieve se va
junto a mi sangre para no volver
el amanecer
está tan lejos no lo puedo ver.
Tomamé la mano y ven
vayamos a correr
días embriagados por la luz
de un carrousel
y encontrarnos otra vez
tu nieve y mi piel
y encontrarnos juntos hasta el fin
nosotros tres

Siempre fuimos compañeros


Escribir sobre Flavio se me vuelve el mismo desafío que escribir sobre Marisa o sobre Silvana. Es querer hablar de aquello que culminó en 1984 cuando en realidad la gran mayoría de los recuerdos son de cosas que vinieron después.Fue de los primeros que se acercó a socializar durante mi primer dia de clase en segundo. Alto y ruliento como yo siempre fue bueno para los deportes, tanto para el distendido futbol como para el obligado handbol. También integró el "dream team" que ganó la prenda Sumando en Equipo en Feliz Domingo en enero del 84. Y más allá de eso también hacía punta desde lo intelectual. Sobran los dedos de una mano para contar cuántas materias se llevó a lo largo de los cinco años y hasta tengo la sospecha de que, en realidad, nunca se llevó ninguna.
Tesorero de la "guita grande" de nuestro fondo para el viaje a Bariloche era quien finalmente se llevaba la plata de las entradas de Bon Ami, rifas y aportes mensuales para dárselas a su papá que por entonces trabajaba en el Banco de Italia. Todo terminaba en un plazo fijo del que conservo un par de talones.
Viniendo yo de un colegio donde todos viajaban a Miami me sentí cómodo al tener en el curso compañeros como él con los que podía hablar de política o de música sin sentir que estaba ante un extraño sino todo lo contrario. Recuerdo que para el final de tercero y todo cuarto, levantamiento de la veda política mediante, haberlo escuchado una y otra vez decir en voz alta cosas similares a las que decía yo cuando se hablaba de los milicos, los partidos políticos, los militantes populares, etc. Tengo patente la imagen de Flavio discutiendo con un profesor de Derecho Usual llamado Hiracio que defendía al partido de centroderecha en el que militaba.
Al comenzar quinto año, cuando mi división fue obligada a partirse en dos, tuvo la entereza que a muchos otros nos faltó. En un feo momento, en el que estabamos en la sala de profesores mientras se esperaba que nosotros solos resolviéramos quiénes iban a 5to 1ra y quiénes a 5to 2da, tuvo la serenidad suficiente como para salir del enojo y el inmovilismo en el que casi todo el curso estaba. Hizo lo que todos debíamos pero nadie quería. Comenzó el armado del grupo minoritario que debía ir a 5to 1ra y ese fue el inicio de la "solución" que le dimos a un tema que, de haber persistido en nuestra bronca, hubiera sido resuelto (seguramente peor) por las autoridades del colegio. Su ingreso a un curso donde la política no era moneda corriente lo llevó a convertirse en delegado al Centro de Estudiantes, lugar donde estuve con él representando yo al otro quinto.
Tras egresar del colegio nos incorporamos casi al unísono a la patota del doctor en el viejo local de 29 de Septiembre junto con Silvana y la hermana de Marisa. La mayoría de mis recuerdos de los inicios en la militancia política los tengo junto a él: el acto del Luna Park en septiembre de 1985 (donde se constituyó la base de nuestro grupo militante de años), nuestras primeras Convenciones partidarias, el momento en que nos eligieron para integrar la mesa directiva de la Juventud lanusense del partido con apenas 20 años cada uno, la decepción en las elecciones del 87, el momento en que nos peleamos "con los viejos" y abrimos un nuevo comité dirigido por jóvenes, la noche en que ese comitè se nos prendiò fuego, etc
De esas épocas guardo la imagen de un Flavio devastado en el pasillo de la Clínica Modelo mientras su mamá, demasiado joven para morirse, la peleaba sin éxito en una de las habitaciones. Conoció por esas épocas a su esposa, una compañera (también militante) que a montones de chicos lanusenses les enseñó y enseña Lengua (aunque no lo hace a los cachetazos).
A fines de los 80 dejé de verlo con tanta frecuencia porque me alejé un poco del partido. En esa época de reposicionamientos fue de los pocos que perseveró en tratar de conseguir nuestros objetivos y luego de la reforma constitucional del 94 fue quien me animó a volver. Tengo el recuerdo de estar con él por Arias (la calle del colegio) una noche donde me hablaba de todo lo que se venía por delante mientras pegaba carteles que decían "Bordón presidente". Candidato a concejal en más de una oportunidad la peleó y la pelea en condiciones adversas. No vive de la política y ese es tal vez el fiel reflejo de que, como yo, la lleva en el alma. Como a muchos "progres" nuestra posición respecto del peronismo nos ha llevado a afiebradas discusiones o a amables coincidencias. Siempre en el marco del sano disenso, ja! Y sabiendo, además, que con solo consultar un maravilloso librito llamado Aportes para el Proyecto Nacional (que escribieron los convencionales de nuestro partido cuando Flavio y yo terminábamos tercer grado de primaria), se nos despeja a ambos cualquier duda ideológica. Dentro de nuestro partido es una referencia ineludible no solo de Lanùs sino de la zona sur y siempre le es reconocido el haber mantenido viva la estructura partidaria aun siendo muy joven. De ahí que, aun hoy, se hable en el PI de "los chicos de Lanús".
No recuerdo de qué cuadro era hincha en nuestra secundaria pero con el tiempo su pasión se inclinó por el color granate.
Es uno más de ese selecto grupo de dos o tres con el que no me voy a "re encontrar" ya que nunca nos hemos perdido demasiado. Tenemos amigos y compañeros de militancia en común. Mucha de esa gente ha escuchado más de una vez la historia de la "división intransigente" en el colegio de Lanús.
Más allá de las diferencias transitorias que, por nimiedades, hemos tenido, sé que siempre Flavio estará ahì. Luchando por sus ideales, que también son los mios. La patria grande que San Martín y Bolivar soñaron. La que Yrigoyen soñó para mis abuelos y Perón para mis padres. La que Alende nos enseñó a él y a mi. Y a la que él y yo queremos ver con la riqueza, la cultura y el poder socializados.