Cuando me preguntan a cuál de mis amistades conservo desde hace más tiempo contesto, desde hace unos ocho años, Marisa. Hago la aclaración porque hasta fines del 2001 la respuesta incluía también a Silvana.
Si bien es mi amiga “más antigua” es preciso aclarar que es de las más jóvenes de mi división puesto que tanto ella como Paula estaban “adelantadas” ya desde sus años de primaria.
Tal vez haya sido de las primeras compañeras a las que vi aquel día de marzo de 1981 en el que entré al colegio. De a poco nos fuimos haciendo amigos. Digo de a poco porque quienes me conocen desde aquellos años saben que en mi adolescencia yo no era precisamente un tipo sereno y Marisa tuvo que soportar más de una vez convertirse en blanco de mi sadismo. Memorables patadas en el traste le pegaba cada fin de curso para festejar el paso de un nuevo año lectivo. Que pedazo de pelotudo, no?
Durante los veranos de mi adolescencia pasaba largas noches charlando en la puerta de su casa. Grupos que solían superar los diez integrantes nos reuníamos a charlar de la vida, a tomar mate, a escuchar a Adriana (la hermana de Marisa) contarnos cómo era viajar a Bariloche o que se sentía ganar el viaje de Feliz Domingo.
Cuando estábamos en quinto año supe que Marisa ya había elegido carrera universitaria. Reconozco siempre que su decisión influyó, de algún modo, en apurar la mia.
En 1985 empecé el CBC junto con ella. Nuestra cotidianeidad cambió. Nuestros compañeros cambiaron. Dejamos a Eduardo, Patricia, Teresa, los Gustavos para empezar a frecuentar a Judith, María Elena, Eugen, Miriam. Nuevos nombres, nuevas caras, nuevos lugares. Abandonamos el 522 para empezar a tomar el 37, el 160, el 61.
Durante la facultad fuimos compañeros de trabajo sacando fotocopias en el local del Centro de Estudiantes, cursamos algunas materias juntos y hasta tuvimos un período breve pero intenso de militancia en una agrupación independiente (de la cuál fuimos fundadores) en la que por aquel tiempo me sentía más cómodo que con la patota del doctor.
Mil historias nos quedaron de esas épocas. Amistades, amores, trabajos, viajes, recitales y hasta cositas de esas que no se pueden contar acá. Incluso hay personas que nos conocen a ambos que solo con el correr del tiempo supieron que Marisa y yo nos conocemos desde el secundario.
A fin de 1989 me fui de mochilero a Bariloche, en tren. Treinta y seis horas en clase turista y allá subimos con Marisa y otra gente el Cerro Catedral pero no con la aerosilla. Dos días arriba de las montañas en una inolvidable experiencia que puso a prueba nuestros cuerpos y mentes.
Siempre recuerdo que sobre finales de los 80, estando mi familia de viaje para fin de año, la madre de Marisa (todo un personaje) se apenó al saber que yo no tenía con quien pasar la navidad (detalle que dado mi acérrimo ateísmo me importaba muy poco) y me abrió las puertas de su casa. Recuerdo estar sentado a la mesa familiar de Marisa, con sus padres, su hermana y su hermano y sentirme como uno más. Recuerdo cuando su casa fue reformada, cuando se amplió la cocina. Hasta la escalera de esa casa tiene un escalón que era mio, ja!
El primer texto que nos mandaron a leer en el CBC lo leímos y releimos en su living. Hoy somos colegas y cada 13 de octubre nos mandamos un “feliz dia”. Tengo fotos de Marisa en mis cumpleaños de 30, de 40. No nos llamamos por teléfono todos los dias y hasta pasan meses sin que sepamos el uno del otro pero es alguien a quien no me voy a sorprender de “reencontrar” ya que, en definitiva, nunca nos separamos y hace veintiocho años que venimos “creciendo juntos”. O a esta edad ya no se usa el verbo crecer?
3 hablaron:
Eltiemponopasa: siempre se crece, egresado, aún a los 42 años hay cosas que aprender.
Maravillosa la historia con Marisa, jamás me la hubiese imaginado!!!!.
Cronológicamente:
Compañero, Amigo, Colega y Siempre Amigo !!!
Simplemente GRACIAS !!!
TE QUIERO!
M
no paras, no paro de sorprenderme.... increible historia.
Publicar un comentario