Música del alma



Durante segundo, tercer y cuarto año, buscado o no, me senté a no más de un banco de diferencia de dos compañeros. El Cafiu fue uno de ellos.
Poseedor de uno de los nombres más representativos de mi generación tiene un apodo que es lo que quedó tras sucesivas deformaciones de "fuhrer" que, según me contaron, en 7mo A de la primaria 18 cada uno lo pronunciaba como le parecía. De hecho en segundo año yo llegué a escuchar a alguno que otro referise a Marcelo como Cafiuler.
En aquel segundo año muchos varones seguíamos teniendo algo de "nenes". El Cafiu no. Ya era un adolescente fumador, rebelde y con barba. Inteligente, pensante, gran jugador de TEG.
Tras mi primer recreo en el colegio supe que èl sería uno de mis interlocutores en más de un tópico. Y así fue. A poco de comenzadas las clases hubo que hacer algo en equipo y conocí su casa junto con la de Lancha, su inseparable compañero de los primeros años con quien ya venían juntos de la primaria. Grande fue mi sorpresa cuando al entrar a su living vi algo que también había en el mio: un piano! Es que a él es inevitable asociarlo con la música. Conocía toda la discografía rockera editada hasta aquellos momentos. Recuerdo todavía cuando vino él a mi casa por primera vez cómo miró con detalle la batea de discos. Hacía comentarios, daba datos. Es que con el tema supo hacer docencia. A más de uno le explicaba quienes eran los hombres de hierro de los que hablaba León Gieco, o que se escondía detrás de la letra de Canción de Alicia en el País. Sensible, intelectual, fue uno de los pocos a los que en tercero les regalé el libro que mi papá publicó ese año. Aun lo conserva autografiado.
Fue testigo directo del memorable cachetazo que me propinó el pequeño profesor de Castellano. Allí donde relaté ese episodio me dejó un grato comentario recordándome que él también ha leido a Lorca más allá del Romance de la luna luna que puede, también, recitar de memoria.
Era de los pocos compañeros que no elegía handball en Educación Física.
En segundo lo tuve a la izquierda, en tercero adelante y en cuarto año se sentaba atrás mio. Ese año formó parte fundamental del copamiento del periódico por parte de mi división. Aunque él ya venía publicando notas sobre Música Nacional año tras año. Como además de tener piano en casa los dos también teníamos máquina de escribir los originales también fueron tipeados por él en más de una oportunidad. En mi hoja de dedicatorias de fin de año de 1983 me escribió:

Tenés quince amonestaciones por plomo. Por tu culpa me cagó a pedos Marta. Tu cabeza me tapó el pizarrón todo el año. En sintesis, no te banco más. Me tenés re podrido. Felices vacaciones. Hasta al año que viene. Que en paz descanses (en las vacaciones).
PD: El próximo año seguí en el periódico o ese simulacro de bosquejo oficialoide.
PD2: Devolveme a David, chorro!




Cuando hace poco le leí esas palabras por teléfono me dijo: "pero Marian, yo te quiero" como esas veces en las que nos reconocemos diferentes al adolescente que fuimos. Lo cierto es que como dice la segunda post data yo tenía la costumbre de, en los intercambios, quedarme con sus discos. Uno de ellos se le devolví hace apenas unos meses. Lo conservé por años sabiendo que no era mio pero sin saber de quién era. Todos ese tiempo él supo que yo lo tenía.
Lo extrañé mucho al inicio de quinto año. Junto conmigo fue de los que sacó un número en el sorteo del Servicio Militar de esos que eran siónimos de Marina, pero su "bella vista" le fue útil a la hora de quedar exceptuado.
Reencontrarme con él fue por demás grato. De todos modos tampoco anduvimos totalmente perdidos estos años. La política, algunas reuniones y la muerte de Silvana nos volvieron a cruzar. Recuerda tantos o más datos de los que recuerdo yo sobre nuestra historia del secundario y sé que él podrá terminar de contarla si yo no lo hago. Sus aportes me ayudaron en más de una oportunidad y un dia del año pasado me senté junto a él lapicera en mano y lo hice de hablar de aquello que yo no recordaba. Empezaron a surgir montones de recuerdos y me dieron tremendas ganas de volver a todos.
El Cafiu es único. Un compañero bueno y necesario. De esos que es maravilloso tener en un grupo. Y yo tuve la suerte de ser su compañero.